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sábado, 21 de enero de 2017

"La novela infantil y juvenil de Juan Madrid" de José R. Cortés Criado.


La novela infantil y juvenil de Juan Madrid.
Por José R. Cortés Criado.

Juan Madrid llevó a cabo la primera incursión en la llamada Literatura Infantil y Juvenil en 1987, cuando publicó Hotel Paraíso en la editorial Anaya, y la última, por ahora, en el año 2010, publicando El Rey del Mar en la editorial Edebé.

En Hotel Paraíso se narra el encuentro en un  hotel de cuatro delincuentes, tres de ellos buscan al cuarto compinche que se fugó con el botín. Paralelamente se  desarrolla otra trama en el hotel. Un joven que realiza pequeños trabajos a cambio de su alojamiento es acusado de robar un broche a una clienta, todos sospechan de él por sus antecedentes. Al final resultó que la señora lo había cambiado de lugar, quedando el chico libre de culpa; además, salvó su vida y la de la hija de la señora denunciante cuando el jefe de los hampones pensaba eliminar a ambos. Para alcanzar este objetivo contó con la ayuda de su perro, Sombra.

Veintiún años más tarde, en el 2008, Juan Madrid publicó Huida al Sur, obra con la que ganó el Premio Edebé de Literatura Juvenil y cuya trama es la misma que en Hotel Paraíso, pero mucho más elaborada. Se repite el marco donde se desarrolla gran parte de la historia, los personajes… e incluso la figura del perro que salvó la vida de los dos jóvenes. Como dijo el escritor, es una vieja historia con caras nuevas.

En la primera los personajes son planos y escasean las descripciones, todo a favor de la acción, que se presenta de forma muy sencilla; se trata de una obra dirigida al público infantil y tiene una estructura que recuerda los cuentos tradicionales. En Huida al Sur  la trama está más elaborada, en esta ocasión se presentan los hechos desde su origen y sabemos que el robo de brillantes y documentos está relacionado con la mafia italiana y la corrupción urbanística en la Costa del Sol; los personajes están mejor creados, sus acciones y sus diálogos los van mostrando tal como son; las descripciones de lugares y hechos son más minuciosas y el resultado es una obra juvenil en la que se entrecruzan varias historias interesantes que embaucan al lector y lo llevan con rapidez hacia el desenlace y, por fin, el lector sabe a quién pertenece la tumba del jardín que es mencionada al inicio; se trata de una novela merecedora del premio obtenido, con un perfil de novela negra y social tan acorde con el estilo del autor.

En la novelística de Juan Madrid llama la atención que los personajes sean presentados con unos pocos rasgos físicos, como si la prosopografía no fuese importante, aunque lo que persigue el autor es que el lector complete la fisonomía del personaje; sin embargo va dando detalles de la etopeya definitorios de su personalidad, en Huida al Sur, el lector sabe del joven protagonista que vivió en Tetuán, que tenía miedo a la oscuridad, que añora su infancia junto a su madre, que le gusta el mar, que pinta, sabe incluso el tipo de papel y la marca del lápiz con el que realiza los bosquejos de sus cuadros… y sin embargo hasta la página 64 no sabemos que es un joven alto, guapo y fuerte, además de tranquilo.

Si analizamos los personajes de sus obras infantiles y juveniles, junto a los niños aparecen una serie de hombres y mujeres corrientes y otros que pueden ser considerados atípicos, como el viejo pescador que vive en la playa, el niño marroquí sin madre, otro hijo de un delincuente, uno dado en adopción, otro que no se considera ni marroquí ni español, el joven que se escapó de un centro de acogida de menores, algunos personajes con malformaciones y minusvalías que actuaban en el circo… y es que Juan Madrid da “voz y voto a las pobres gentes, a los que no salen en la historia ni en la literatura, los currantes, las putas, los chóferes de taxis, los ladrones, los policías o los porteros de discoteca”[1].

Sin embargo cuando describe los lugares es muy minucioso, incluso escribe los nombres de las calles por donde deambulan sus personajes. En Huida al Sur también se puede leer: “A unos setenta kilómetros de Granada, descendiendo las tortuosas estribaciones de la cordillera Penibética en dirección a la costa, se encuentra el pueblo de Salobreña, encaramado en un cerro cortado a pico sobre la llanura costera”. (p. 7)  En Cuartos oscuros se describe el paseo por Nerja de uno de los protagonistas de este modo: “llegó hasta la plaza Cantarero y bajó la calle. Se compró un helado de "tutti-frutti" en una heladería, llamada La Ibicenca, de la calle Pintada, llegó al Balcón de Europa, de aquí se fue a la calle Carabeo. (pp. 128-129) En El Rey del Mar describe el viaje en tranvía desde el centro de Málaga hasta la barriada de El Palo: “Dejamos a la izquierda la plaza de toros y el castillo de Gibralfaro, lleno de casuchas, [...]Después, el balneario Los Baños del Carmen y La Caleta, donde vivían los ricos de Málaga” ( pp. 155-156)

A lo largo de estos veintitrés años Juan Madrid ha publicado, además de sus novelas para adultos, una serie de títulos dedicados a los jóvenes lectores, en los que deja constancia de sus aventuras infantiles, de los recuerdos de su ciudad natal, de su ideología y homenajea a Emilio Salgari, emulándolo en algunos de sus relatos. En todas sus obras expone su forma de pensar porque considera que “la labor del escritor es mostrar cómo está camuflada la realidad, cómo se engaña, cómo se oscurece. Nosotros no debemos oscurecer la realidad que ya está oscurecida. Debemos mostrar, desvelar, dar luz”[2].

La trama en las obras infantiles y juveniles tiene una estructura similar: el narrador presenta a los diferentes protagonistas y los distintos acontecimientos que se desarrollarán paralelamente. Al avanzar el relato, protagonistas, antagonistas, hechos y sucesos se entrelazarán, creando una compleja ficción hasta alcanzar el final de la historia donde todos los asuntos se aclaran dando por finalizada la historia.

El narrador suele ser omnisciente, intercalándose, en ocasiones, con la presencia del protagonista que relata en primera persona, diluyéndose ambos en determinados pasajes de sus primeras sobras, como se puede comprobar en las obras de personajes fijos. Los piratas del Ranghum, En el Mar de China, El fugitivo de Borneo o El Rey del Mar.

Esta tetralogía que recrea su infancia malagueña cuenta lo que le sucede a un grupo de niños, que disfrutaban de la calle como lugar ideal para los juegos y pequeñas travesuras. La narración de estas estampas cotidianas se presenta interrumpida por las historias inventadas por Salvador, el viejo marino, y Juan, el joven protagonista, que las amplía y las recopila.

La infancia malagueña de Juan Madrid.

Tiene el autor cuatro novelas publicadas actualmente en Edebé que recogen muchas de sus vivencias infantiles en Málaga, se trata de Los piratas del Ranghum, En el Mar de China, El fugitivo de Borneo y El Rey del Mar. Están escritas en primera persona, los personajes son comunes en las estas obras, siendo el protagonista, Juan, al que acompañan en sus aventuras su hermano Carlos, su amigo Mohamed y Clara, la hija de la amiga de su madre; también es clave un personaje adulto, Salvador, viejo marinero que vive en una caseta en la orilla de la playa junto a la desembocadura del río y su perro Rayo. Las tres primeras fueron anteriormente editadas en la editorial Alfaguara entre los años 1996 y 1997.

A lo largo de las páginas Juan nos irá mostrando la sociedad en la que le tocó vivir, la ciudad de Málaga durante la posguerra. Los primeros recuerdos tienen que ver con la calle, lugar donde se desarrollaba gran parte de la vida diaria; con los otros muchachos, unos más amigos y otros menos, sobre todo los del otro barrio colindante al río, el Perchel; con la gran libertad de movimiento que tenía en su zona, aunque se quejaba porque otros niños no iban a sus casas nada más que para comer y dormir y su madre era más estricta en el tema de horarios; y con las historias que escuchaban del viejo Salvador.

De esa primera infancia recuerda muy intensamente los expediciones que hacían al río Guadalmedina para buscar “tesoros” de chatarra, cascos de vidrio, cartones y demás que vendían al trapero del barrio para alquilar libros o tebeos, y comprar caramelos, altramuces, palotes de palodú, es decir, regaliz, o chicle americano Bazoca, “siempre en la boca”, y su habilidad en el juego del pincho, que consiste en clavar un objeto punzante el en suelo, se solía practicar en las zonas húmedas del río.

A través del joven protagonista conoceremos la existencia de bandas rivales; por un lado la que forma el autor con su hermano, su amigo Mohamed y Clara, y, por otro, los niños del Perchel, barrio popular malagueño. Ambos grupos estaban separados por un río que atraviesa la ciudad, cuyo cauce es tierra de nadie, siempre repleta de “tesoros” y cuya soberanía era disputada por ambas bandas; la banda de Juan era la más temerosa, sus rivales eran niños de la calle con más experiencias en peleas y guerrillas a pedradas que los protagonistas de esta historia.

Juan solía darle de lado a las reyertas, pero cuando no le quedaba más remedio debía hacer frente a las consecuencias; como no era buen luchador no solía salir bien parado pero no podía ser tachado de cobarde, sobre todo si el adversario le tocaba la oreja con el dedo mojado en saliva, entonces la pelea era inevitable; pero antes de comenzar se recordaban las normas por las que se regía el combate, como gritó Mohamed en Los piratas del Ranghum: “Hay que cumplir las cinco reglas -dijo-. Primera, no meter los dedos en los ojos. Segunda, no estrangular. Tercera, no arañar ni morder. Cuarta, no agarrar lo huevos. Y quinta, no mentar a la madre ni a los muertos”.(p. 114)

Además del río, el autor realiza detalladas descripciones de lugares y sobre todo refleja los nombres de calles, plazas, alamedas, barrios, comercios…, todos ellos existentes, por donde deambulan los personajes y transcurre la trama de estas novelas, es un guiño a su infancia y como dijo a un periodista cuando le preguntó qué supone Málaga en su obra literaria: “Es la memoria. La única patria que reconozco. Aún creo que no he salido de los callejones de Málaga”[3].

Para estos chicos no todo era jugar en la calle y saltar al río, también debían acudir a clases que las impartía su madre en la cocina de la casa, era maestra represaliada después de la Guerra Civil y prefería educar a sus hijos antes que matricularlos en un colegio nacional. Toda la banda acudía; el más necesitado de material era Mohamed y la más abastecida, Clara, hija de matrimonio rico, según Juan, a la que compraban cajas con doce lápices de colores, pluma Waterman, lápices HB Castell y un plumier como no debía haber ninguno en Málaga y…, que era la envidia de todos.

Las lecciones en casa eran más amenas que en el colegio, porque su madre era estupenda, porque se impartían en menos tiempo y porque no había alumnos que creasen problemas o quisieran imponer su voluntad en el patio de recreo; a todo esto, había que añadir las suculentas meriendas de pan y chocolate que aportaba Clara todas las tardes.
Más adelante los hermanos Madrid debieron acudir a un colegio del que no guardan gratos recuerdos: “El asqueroso colegio se llamaba Colegio Academia Davó y habían cambiado algunas cosas en él: ya no estábamos juntos los pequeños y los mayores, ni nos daba las clases la madre de don Miguel, ni existía la banda de los Murciélagos Negros…  pp. 26-27.

El contador de cuentos.

Un personaje clave en esta tetralogía, que también aparecerá en otras novelas, es el viejo Salvador, que con trece años se embarcó en el puerto de Cádiz y recorrió medio mundo, aunque siempre añoró Málaga y volvió a vivir sus últimos años en la ciudad. El encanto de Salvador consiste en saber ser “Sherezade y seducir al sultán”, como gusta decir a Juan Madrid, autor al que le gusta recrear historias llenas de vida e interés que hipnoticen al lector y le haga esperar con impaciencia la continuidad del relato, siguiendo el patrón de la literatura tradicional. “Soy heredero de esos contadores de cuentos orales”[4].

Juan Madrid recuerda las historias de la ardilla viajera que le contaba su padre con cuatro años y las de Juan Perico cuando tenía trece; siempre esperaba impacientemente poder escuchar otra andanza de estos personajes, por eso escribió: “Con frecuencia, los escritores olvidamos un principio fundamental en la literatura: una historia debe subyugar al lector de forma que no pueda dejarla. Tal como hacíamos al escuchar a mi padre, el lector debe caer cautivado ante lo que se le narra. Conseguido esto, lo demás son regalos” (Cuartos oscuros, p. 6).

Los niños acudían a la playa para poder disfrutar de las historias de Salvador, eran cuentos que nunca acababan y tenían a los oyentes pendientes de la continuación. Los deseos de conocer sus avances llevaron a Juan a idear la evolución de las mismas e inventarse finales acordes a sus deseos. Salvador sabía que el chico recogía las historias en su cuaderno de tapas negras y las ampliaba, e incluso intercambiaban ideas respecto a determinados aspectos.

Las narraciones de Salvador se intercalan con las vivencias de los chavales. Así se puede leer en las páginas de Los piratas del Ranghum que Salvador viajaba en el barco denominado Ranghum por los mares del Sur cuando la tripulación decidió convertirse en una banda pirata para secuestrar a la adinerada sefardí Fátima Toledano y a su padre, que terminaron siendo prisioneros del rey de Somalia, aunque después la señora creó una sucursal de sus negocios en aquel lugar y se asoció con el monarca; además, el malagueño, estuvo a punto de ser alimento de los tiburones y sobrevivió a otras muchas peripecias.

En la novela titulada En el Mar de China, Salvador navegaba por aquellos mares de oriente cuando sus compañeros decidieron aliarse con Chen-Kai, el señor de la guerra chino, pero aquél, persona noble y desinteresada, no quiso formar parte de tal tropelía, se separó de sus antiguos compañeros y siguió haciendo el bien a los necesitados, como acostumbraba, y le salvó la vida a un señor que fue atacado por un grupo de personas, se trataba de Sandokán.

En El fugitivo de Borneo Salvador vive en la isla secreta del Tigre de Malasia, de allí sale cuando los ingleses la invaden y termina en una isla desierta donde los caníbales se comieron al maestro para así poder adquirir su sabiduría y ser más listos. Cuando el marino iba a ser introducido en la cazuela le vieron colgada al cuello la esfinge del tigre, que había pertenecido a Sandokán; ese hecho le salvó la vida.

Salvador es el alter ego de Juan Madrid y casi el heterónimo de Emilio Salgari; en el prólogo de Los piratas de Ranghum se puede leer que las aventuras infantiles son una mezcla de vivencias, recuerdos y fantasía sin saber el autor dónde están los límites de cada una de estas historias que le contaba a sus hijos cuando eran pequeños como si fuesen de Salvador. En El fugitivo de Borneo se puede leer la siguiente dedicatoria: A Emilio Salgari y a Sandokán, que me formaron y me deformaron a los once años”.

En la novela El hijo de Sandokán Juan Madrid crea la figura de Kamal, el hijo del tigre de Malasia, y presenta a un joven idealista que busca la liberación de su tierra de la opresión inglesa; los ingleses son presentados como los malvados que ideó Salgari y como los representantes del espíritu colonial en la zona; a este asunto se debe añadir la historia de amor que vive el protagonista del relato, Salvador, y los valores de libertad y solidaridad que representa el espíritu del joven libertador, más cercano a los protagonistas de Madrid que a los de Salgari.

La figura del padre.

La familia de Juan, el protagonista de la trilogía ambientada en Málaga, está compuesta por sus padres y su hermano Carlos. El padre es una figura ausente que inspira todos los actos del joven y hacia la que siente gran respeto y veneración. Siempre está presente a través del recuerdo de sus palabras y de los consejos recibidos; a él recurre Juan cuando tiene algún problema, imaginando qué haría su progenitor en tales circunstancias o qué diría.

En Los piratas del Ranghum,  Juan, desde su óptica infantil explica que vive con su madre y su hermano porque su padre está ingresado en prisión por sus ideas políticas. Este dato es fidedigno y lo deja explícito a lo largo de sus obras. También refleja que ambos hermanos deben escribir una carta a su padre, lo hacen porque se lo pide la madre y porque saben que las cartas le ayudaban mucho en la situación en que estaba.

También narra, desde su perspectiva infantil, la irrupción en su casa de dos policías, que con falsa amabilidad, hablaron con su madre. Los niños no entendieron bien el motivo de la visita pero escucharon expresiones como: “su marido…, es mejor por las buenas…, sindicato subversivo…, paz de España…” Esta visita lo angustia al temer por la suerte de su madre.

En  El Mar de China se puede leer: “A mi padre le indultaron de la pena de muerte y lo trasladaron de la prisión de Málaga al penal del Puerto de Santa María en Cádiz. Le habían conmutado la pena capital por treinta años de trabajos forzados. El delito de mi padre era el de rebelión militar, o sea que, según dijeron ellos, había ayudado a la guerrilla de los montes y había levantado en armas la fábrica donde trabajaba.
Una sarta de mentiras” (En el Mar de China, p.5).

En El fugitivo de Borneo nuestro joven protagonista es llevado a comisaría por un pequeño hurto en una casa, que resultó ser la Gerald Brenan, y encerrado en el cuarto de la limpieza bajo amenaza de cinco años de reclusión en un correccional. -Juan se vio impelido a realizar tal acto vandálico para poder ingresar en la banda de los Murciélagos Negros-. En tal situación de desamparo quiso pensar en sus héroes para darse ánimos, echando de menos a su familia, especialmente la figura paterna.

En primer lugar recordó a las personas conocidas que habían estado en mazmorras y no habían llorado: “mi padre, el Conde de Montecristo, Ivanhoe, Salvador... Sobre todo me puse a pensar en mi padre. ¡Cuánta falta me hacía en aquellos momentos! Necesitaba que mi padre llegara y me sacara de allí, que resolviera la situación. O al menos mi madre. Necesitaba a los dos, a mi padre y a mi madre. Y a mi hermano. Quería estar en mi casa” (El fugitivo de Borneo, p.125).

Juan y su hermano Carlos se sintieron muy felices el día que su padre salió de la cárcel y volvió a casa, como cuenta en El rey del Mar: “Saltamos sobre él y nuestro padre nos sujetó a uno en cada brazo. ¡Qué fuerte era! ¡Podía con los dos! Éramos plumas. Empezamos a besarle en el cuello y en la cara. Nunca he olvidado el olor de mi padre. Mi hermano empezó a llorar y yo me contagié y también lloré”. (pp. 188-189)

El hecho de tener realmente al padre preso quizás aumente la añoranza de su presencia o exagere sus cualidades, pero al margen de esta matización, el padre es una figura muy importante en la vida de Juan Madrid, y creo que esta ausencia influye en la creación de algunos de sus personajes.

Salvador en Los cañones de Durango es un joven que vive con su madre en Málaga, no conoce a su padre que se fue a hacer la revolución con Pancho Villa a México. La novela narra las peripecias del joven en busca de su padre, cuando lo encuentra siente ganas de llorar y “quería que me abrazara, que me tratara como un niño, que me diera la mano…” (p. 163). Es una novela de viaje y aprendizaje, no en vano el chico madura a lo largo de las páginas.

Tomás, protagonista en Cuartos oscuros, vive con su madre en Madrid. Su padre está preso en Málaga por fraude inmobiliario. El joven viaja desde la capital a la costa del sol en busca de su progenitor, del que no sabe nada desde que fue encarcelado, es una ruta más corta que la del anterior personaje pero con una finalidad similar. El autor utiliza una metáfora para reflejar el paso de la infancia a la juventud del protagonista, cuando éste dice que el hecho de robarle el macuto fue como quitarle su infancia y atravesar una línea oscura.

Luis, en Los senderos del tigre es un joven de quince años, que fue abandonado por su madre biológica al nacer, adoptado por un matrimonio que fallece pronto y obligado a sobrevivir en la Málaga de 1905. Se embarca como marino en el trasatlántico Andrea Doria y termina sus días  en una aldea del Amazonas.

Abdul Saíd Torres, en Tánger, representa a un joven huérfano de madre. Ésta era una mujer berebere del norte de Marruecos, el padre era un policía español. Esta novela “participa del género policíaco, aspira a aportar al espectador más elementos sobre la manipulación, el desprecio y la deshumanización”[5].

El protagonista de Huida al Sur, Tomás, también lleva sangre española y marroquí. Su padre fue un atracador de bancos al que nunca conoció y su madre, española, se hizo cargo de él mientras pudo, antes de ser ella recluida en un psiquiátrico y él en un centro de acogida de menores.

La figura de la madre

El papel de la madre, cuya presencia física es permanente y soluciona los problemas cotidianos, evoluciona a lo largo de estas historias; comenzó siendo un ama de casa con grandes dificultades para sacar a sus hijos adelante, con el marido en la cárcel, y con su orgullo a pesar de las circunstancias desfavorables para su persona y su ideología. Capítulo a capítulo va cogiendo fuerza y mostrando su fuerte carácter y se descubre como lo que es, el pilar de la familia.

Pronto se sabe que es una maestra de escuela represaliada, que piensa que todas las escuelas públicas son fascistas aunque el nuevo régimen no acabó con todos los buenos profesionales, por eso da clase a sus hijos y a los amigos de estos en casa. Cuando decide enviarlos a una academia recrimina a su colega su dejadez en cuanto al trabajo docente.

Juan apreció realmente la valentía de su madre la noche que la policía fue a casa y no manifestó ningún temor ante su presencia. Los niños estaban asustados porque habían visto cómo golpeaban a su padre y se lo llevaron detenido. Hubo otra ocasión en la que la imagen de la madre se agrandó ante los pequeños, fue cuando el señor Valderrama, un mutilado falangista, propietario de una taberna, les dijo a ella y sus hijos que para ser rojillos eran muy finos y que había que darles aceite de ricino, además de mirarla con lascivia. La madre le respondió con dos galletas a pesar de considerarlo un fascista de cuidado.

Juan anotó en su cuaderno: “yo era muy joven y no lo sabía, pero mi madre había conducido tanques durante la Guerra, había fabricado municiones junto a mi padre en su fábrica, había sido enlace y enfermera en el frente y también, miembro activo de los batallones Culturales” (En el Mar de China, p 115).
En El fugitivo de Borneo los niños presencian la visita de una persona desconocida que alarma a la madre, sucedió cuando acaban de indultar al padre y esperaban su regreso a casa; se deduce que fue algún miembro del maquis que pedía ayuda, sobre todo medicinas. Ella las consiguió, pero el padre de un amigo de sus hijos, un capitán de la Guardia Civil, le recomendó no acudir a la cita prevista. Ella ese día se fue a la playa con los niños pero dejó el encargo a Salvador, que las entregó sin problemas. En este pasaje la figura materna alcanza tintes épicos y Salvador agranda su figura humana.

El capitán de la Guardia Civil que no quiso detener a la madre, también ayudó a Juan cuando fue detenido por asaltar la casa de Gerald Brenan, es el contrapeso a los policías que fueron a interrogarla a casa con un talante muy distinto. Igual ocurre con el jefe de la prisión donde está recluido su padre, frente al tabernero. Juan considera a ambos fascistas pero recuerda que aquel trataba con respeto a su madre y consideraba a su padre un caballero. “A mi hermano y a mí nos dio caramelos y nos dijo que él también tenía dos hijos y que a su hermano lo había fusilado en Madrid durante la guerra” (En el Mar de China, p.30).

El escritor retrata a unos representantes del poder instituido como defensores del régimen político, enfrentados permanentemente con los vencidos en la guerra civil y queriendo imponer sus ideas menospreciando las de los que piensan de manera diferente. Frente a éstos, nos presenta a personas que a pesar de formar parte del grupo de los vencedores no muestran rencor ni inquina contra nadie; son simples personas que hacen su trabajo lo mejor posible e intentan no hacer el mal a ningún semejante. Juan Madrid lo que hace es reflejar una realidad social.

El compromiso social.

Juan Madrid es considerado el padre de la novela negra en su vertiente urbana y social. Los problemas sociales, la corrupción, la falta de libertad, la insolidaridad, el desprecio…, son temas que denuncia constantemente en sus obras tanto infantiles como en las dirigidas al público adulto. La orientación política de sus padres debió influir en su carácter y las injusticias que sintió tanto en su persona como en su entorno han quedado patente en sus textos y en su ideología.

La novela Tánger comienza con un capítulo a modo de presentación en el que se puede leer una declaración de principios del escritor. “Todos los fascismos están alimentados por el miedo a los pobres y a la revolución. Y, sobre todo, por la irracionalidad, los nacionalismos, el fanatismo y la miseria sexual y moral. (Palabras escuchadas a mi padre, Juan Madrid Conejo).”

Hay un personaje en varios de sus libros que sufrió una acción salvaje del ser humano, es un perro que no puede emitir sonido. En las cuatro obras que narra su infancia, es el amigo inseparable de Salvador, que también ayuda a los niños en algunos momentos, se trata de Rayo; en Hotel Paraíso y en  Huida al Sur, se llama Mudo y pertenece a los jóvenes protagonistas.

Su historia es la misma en los cinco volúmenes: alguien se lo encontró con el cuello cortado, salvó la vida pero no pudo volver a ladrar. Este es un acto de solidaridad hacia un ser más débil que además no puede comprender qué le sucede. Juan Madrid cuenta que conserva en el recuerdo lejano la presencia de un perro que tenía una cicatriz en el cuello y que no ladraba, nadie supo explicarle por qué estaba mudo.

Con mayor intensidad deja constancia de su solidaridad cuando se refiere a personas. No permite que se menosprecie a nadie por su origen o situación económica, y, además, explicita que son valores que les transmitió su padre. La figura ausente ocupa un espacio importante en los relatos, marca la forma de vida familiar y deja claro los principios morales por los que se rigen. El escritor manifestó en la presentación de unos de sus libros, Cuentas pendientes, que entre otras cosas a él le deben especialmente “un mundo justo en el que no prevalezcan las relaciones de dominación, sino la utopía que abrazo desde niño”[6].

Así narra que cierto día los dos hermanos acudieron a casa de Clara y la criada los miró con desconfianza, Juan sospechó que la mujer cría que los pobres y los mal vestidos son golfos, de la misma manera que otras personas “desprecian a los árabes, negros, orientales o gitanos por no ser como ellos. Otra muestra de la estupidez humana, tal como nos explicaba nuestro padre antes de que lo metieran en la cárcel” (En el Mar de China, p. 51)

Y cuando opina de las personas que se lucran rápidamente escribe: “Papá dice que es muy difícil ser rico y no ser ladrón” (En el Mar de China, p. 53). En otra ocasión cuando Juan fue llevado a comisaría acusado de robar, Carlos dijo a los policías: “Nosotros no robamos. En mi casa nos han enseñado a no robar” (El fugitivo de Borneo, p.11).

También es significativo que el mejor amigo de los dos hermanos sea un marroquí; con esta relación el autor deja constancia de su rechazo a cualquier manifestación de racismo o xenofobia y hace un guiño al tiempo vivido en el norte de Marruecos cuando su padre salió de la cárcel. El marroquí acude a la casa de ellos con toda confianza, participa en todas las aventuras y es buscado por sus amigos cuando se ausenta alguna tarde. En el Mar de China, cuenta que cuando Curriqui les entrega una carta diciéndole que se la dio el moro, su hermano Carlos responde enfadado: “No es un moro. Es Mohamed”. En esa época los hermanos despreciaban únicamente a los que se echaban novias.

Una situación similar de desprecio por su origen siente Tomás, protagonista de Huida al Sur  cuando ha de identificarse o cuando es interrogado por un policía:
“-... Eres hijo de marroquí y de española, tu padre es... -consultó el carné-: Omar... Abdalá... Ib Larissi..., nacido en Tetuán, en Marruecos. Un moro.
- Mi padre es berebere del Rif.
-¿Eh? -exclamó Montoro-. ¿Berebere? Bueno, moro..., lo que sea”. (Huida al Sur p. 55)

Abdul Saíd, protagonista de Tánger, comenta: “En realidad, para los españoles soy moro, y para mis compatriotas, español” (p 139). Es hijo de una mujer berebere y un español, y a pesar de ser maestro y faltarle un año para ser policía nacional, no se siente de ningún país, en ambos lo miran con recelo por sus antecedentes familiares y su formación.

Otro retrato tipo de marroquíes se puede leer en Cuartos oscuros, Tomás, el joven protagonista es retenido en comisaría junto a un viejo español y dos jóvenes de Marruecos. El anciano emplea la coacción para sonsacarle a Tomás dónde se oculta su padre, los jóvenes lo protegen y entonces los insulta: “Moros de mierda, asquerosos -escupió el viejo-, meteros en vuestros asuntos. Iros a vuestra tierra. Venís aquí a quitarnos el pan y el trabajo -lanzó un salivazo al suelo-. Asesinos de Cristo” (p. 78), ante estos improperios los marroquíes invitan al chaval a sentarse junto a ellos y lo tranquilizan diciéndole: “Con nosotros tú no preocupación. Nosotros no ladrones, nosotros vender cosas por la playa, ¿comprendes?” (p. 78).

En el libro titulado En el Mar de China se narra que Mohamed fue secuestrado por el dueño del Teatro Circo Chino de Manolita Chen  y obligado a trabajar en él hasta que su padre saldase una deuda de juego que tenía pendiente. Cuando lo liberan, Juan se enfrenta al señor Chen y le reclama una indemnización económica para su amigo, alegando que todo trabajador tiene derecho a cobrar por la actividad llevada a cabo, y a pesar del miedo que siente cuando le responde el señor Chen, del temblor de las piernas y de su nerviosismo reflexiona: “mi padre estaba en la cárcel por pedir un salario justo para los obreros y tenía que demostrarle a ese bravucón chino que mi padre no está prisionero en vano” (En el Mar de China, p. 93)

La amistad es un tema muy presente en sus novelas, los jóvenes siempre terminan por encontrar algún amigo de verdad y descubren a los falsos, como dijo Durán al tío Paquito en Cuartos oscuros: “Tener un amigo es una riqueza, Paco. El que no tiene amigos es más pobre que las ratas”. (pp. 169-170)

De sus deseos de libertad, de independencia, autonomía personal, social, política y de cambios en las formas de gobierno deja constancia en citas y referencias a hechos históricos aunque cargados de fantasía literaria. En sus páginas se puede leer como Sandokán explica sus ideales políticos referentes a la liberación de los pueblos colonizados y afirma: “Mi delito es luchar por una Malasia libre de los ingleses” (En el Mar de China, p. 104.)

Juan Madrid nos presenta igualmente a Salvador, un joven malagueño que viaja hasta México para encontrarse con su progenitor, éste, que lucha junto a Pancho Villa, su preocupa más de la revolución que de su familia y cuando conoció a su hijo le dijo: “Después de México, será España. Y llegará la hora de la emancipación social. No habrá pobres ni ricos. Sólo hombres libres”. (Los cañones de Durango p. 164).

En Huida al Sur el joven protagonista, que ha vivido en centros de acogida, es acusado de robar siendo inocente. Salvo uno de sus compañeros, todos cambiaron inmediatamente su actitud frente a él, lo menospreciaron e insultaron, basándose sobre todo en las identidades de la acusadora y del acusado. La policía no dudó un momento en condenarlo. Así es la vida, basta que despertemos los miedos atávicos para que afloren el odio o el racismo que llevamos en el recuerdo histórico para pasar del respeto al desprecio de una persona. Esto es lo que sintió Juan Madrid una noche, en una fonda, cuando fue testigo de una falsa acusación por robo de un marroquí, al que golpearon e insultaron hasta que apareció la billetera que había sido extraviada por su propietario en otro lugar.

En cada obra, Juan Madrid quiere dejar claras sus ideas respecto a la sociedad en la que vive, por ello se enfrenta a todo tipo de problemas de corrupción, explotación, abandono, desarraigo… porque como él dice: “Mis novelas son mi conciencia, y mi conciencia está en mis novelas. Cada novela es un viaje que hago junto al lector. Yo intento contar lo que no se cuenta, desvelar capítulos de la realidad que están oscuros, las relaciones obligadas entre suelo y subsuelo, relaciones a veces poco claras entre las cloacas y los despachos”[7].

Guiños literarios.

Juan Madrid no duda en fomentar la lectura y dar información a los lectores sobre obras y autores que a él le llamaron la atención en sus primeros años. “Mi hermano estaba leyendo El rey de la pradera de Emilio Salgari” (Los piratas del Ranghum p. 36). “Mi hermano Carlos leía nuestro libro favorito La isla del tesoro de Roberto Luis Stevenson”. (En el Mar de China, p. 15)

Si ambos hermanos piensan cómo sería la vida en una celda, recurren a su formación literaria. “Puede que sean como en El Conde de Montecristo. ¿Te acuerdas? […] También Ricardo Corazón de León había estado en una cárcel en Ivanhoe, una novela de Walter Scott que también nos gustaba mucho. Y en El prisionero de Zenda, de Anthony Hope, se describía otra horrible mazmorra”. (En el Mar de China, p. 15)

Cuando Salvador llegó al pueblo caníbal, donde se comieron al maestro para adquirir sabiduría dice que “se acercó más para ver si podía leer los títulos de los libros que había sobre la mesa. Estaban en español. Distinguió algunos: Mis lecturas favoritas y el autor, Saturnino Calleja, Enciclopedia del Grado Elemental y el catecismo del padre Astete”. (El fugitivo de Borneo, p. 94) Se alegró de saber que aquello había sido una escuela parroquial de misioneros españoles.

Tomás, protagonistas de Cuartos oscuros declara que le gusta leer porque le ayuda a viajar a donde quiera, ser testigo de feroces combates corsarios cuerpo a cuerpo, sentir el acre olor a pólvora, vivir el asalto a una fortaleza... y en su macuto siempre lleva algún libro.  El personaje cita títulos como La isla del tesoro, El último mohicano, La línea de sombra, Las aventuras de tres rusos y tres ingleses en el África austral y autores como Julio Verne, Salgari, Stevenson….

Por ello no es de extrañar que el policía que se dirige a casa de Tomás se sorprenda al pasar “a un saloncito pequeño y modestamente amueblado. Parecía igual que cualquier otro del barrio, excepto por una pequeña biblioteca, que se apoyaba en la pared, tapizada de libros. Nunca, o casi  nunca, había visto Menéndez libros en las casas donde iba a interrogar”. (Cuartos oscuros p. 80)

En la novelística infantil y juvenil se aprecia la facilidad de fabular que tiene Juan, pues no sólo recoge por escrito las historias que le cuenta un viejo marino, sino que cuando éste no está, él inventa la continuación del relato y se lo cuenta a su hermano Carlos y a sus amigos, que a veces les  gusta más que los narrados por Salvador.

Juan manifestó esta pasión por la escritura a Isabelita, una vecina poco mayor que él, hija de un banderillero, y le contó que de mayor quería ser escritor, ella se sorprendió, porque le habían dicho que esos eran unos muertos de hambre no como los toreros que tenían cortijos y fincas y preguntó: “-¿Escritor? ¿Escritor de qué?” a lo que él le respondió: “- ¿De qué va a ser? Escritor de libros, como Julio Verne, Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson, Zane Grey...” (El rey del Mar,  p. 92)

A pesar de que su vecina no lo comprendía, el joven afianzó más su deseo cuando descubrió que para escribir no había que vivir las historias que se narran ni experimentar las sensaciones de los personajes, sino que “basta con imaginarlas y luego contarlas de tal manera que parecieran verdad” (El Rey del Mar, p. 145)

A modo de epílogo

Los designios del joven Juan se cumplieron y hoy podemos disfrutar de sus numerosos artículos periodísticos, novelas negras, ensayos, libros de viajes y libros destinados a los pequeños lectores.

Contar en una biblioteca con los libros de piratas y de jóvenes aventureros en busca de su identidad es enriquecedor para los jóvenes lectores que sentirán deseos de leer para conocer el desenlace de tantas peripecias y aventuras en lugares tan dispares como Méjico, Borneo, Sumatra, Singapur o Málaga.

Juan Madrid, al igual que otros escritores tiene una parte de su producción escrita dirigida a los nuevos lectores, estas incursiones en el campo de la Literatura Infantil y Juvenil enriquecen el canon de los libros de calidad dedicados a niños y a jóvenes.

                                                                                   
Bibliografía citada

MADRID, Juan:

Hotel Paraíso, Madrid, Anaya, Luna de papel, 1987.
Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009.
El fugitivo de Borneo, Madrid, Alfaguara Juvenil, 1998.
En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009.
Tánger, Madrid, Acento Editorial, 1997.
Los cañones de Durango, Madrid, Alfaguara  Juvenil, 1997.
El fugitivo de Borneo, Madrid, Alfaguara Juvenil, 1998.
Los senderos del tigre, Madrid, Alfaguara juvenil, 2005.
Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515.
Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008.
El Rey del Mar, Barcelona, Edebé, 2010.
El hijo de Sandokán, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Educación, 2010.



viernes, 26 de septiembre de 2014

"Huida al Sur" de Juan Madrid


Huida al Sur

Juan Madrid

Editorial Edebé

176 págs. (+ 12 años)

20,5x13 cm.

ISBN 978-84-236-9067-1


Por José R. Cortés Criado.


Con este título ganó el XVI Premio Edebé de Literatura Juvenil el escritor Juan Madrid. El autor está considerado por la crítica “maestro de la novela negra española”. Muchos lectores adultos conocen algunos de sus títulos como Días contados, que fue llevada al cine o la serie Brigada central, que también se grabó para la televisión. Su última novela Adiós, princesa, publicada por Ediciones B.

De vez en cuando, Juan Madrid hace una incursión en el territorio infantil y juvenil y nos deja una historia de las que a él le gustaba contar a sus hijos, así surgieron títulos como Los piratas del Ranghun o Huida al Sur.

Este autor malagueño ha manifestado en distintas ocasiones que sólo escribe las novelas que a él les gusta leer, siendo, el placer de la escritura y la capacidad de fabular sus principales armas a la hora de escribir.

El origen de Huida al Sur está en un hecho que el propio autor presenció hace muchos años en una fonda, donde dos tratantes de ganado acusaban a un marroquí, que trabajaba en dicha hospedería, de haberle robado la cartera a uno de ellos, además le golpeaban e insultaban; todos los presentes, e incluso los agentes del orden, daban credibilidad a la denuncia de los dos hombres, hasta que apareció un camarero de la sala donde pasaron alegremente la velada anterior trayendo la citada cartera, resultó que en medio del jolgorio se les debió caer en el otro local.

En esta novela nos vamos a encontrar varias historias paralelas que irán confluyendo poco a poco en el Hotel Riverside Palace de Salobreña donde tendrá lugar el desenlace de la novela, este hecho dificulta la lectura a los lectores poco iniciados, que suelen perder el hilo de la trama al tener que detectar que en cada capitulo suceden historias diferentes, a modo de escenas cinematográficas; se trata de una estructura propia de novelas para adultos, por lo que se recomienda para lectores de los últimos cursos de la enseñanza secundaria.

Y en ese hotel trabaja ilegalmente un joven que tuvo un pasado poco halagüeño. Nació en Marruecos, de padre marroquí y madre española, pasó una temporada en un reformatorio, y es acusado por una clienta del hotel de haberle robado un broche valiosísimo.

De la honradez de este joven protagonista duda hasta el director del hotel, que lo apreciaba como a un hijo y, por supuesto, todos sus compañeros que automáticamente dejaron de ser educados y respetuosos con su persona.

Además de esta historia central, podemos conocer determinadas actuaciones de la mafia italiana, de guardaespaldas españoles, de ladrones sin escrúpulos, de tráfico de diamantes, de corrupción urbanística, de especuladores y de buenas personas que forman parte de la historia que esta novela guarda.

Toda esta mezcla de acciones es llevada por Juan Madrid con la maestría que le es habitual a lo largo de las páginas, resultando una novela negra juvenil de interés para los lectores.

Sólo resta decir que en la obra está muy presente el sur de España: Málaga,Torre del Mar, Salobreña, son lugares por donde deambulan los personajes y se desarrolla la trama.


Y para finalizar, decir que frente al mar se yergue el Hotel Riverside Palace. “Y en el jardín trasero hay una pequeña tumba, siempre cubierta de flores. Si se pregunta a los empleados del hotel, cualquiera de ellos puede contar esta increíble historia que sucedió no hace mucho tiempo” (pág.9), y… quien quiera saber más que comience la lectura de Huida al Sur


viernes, 8 de noviembre de 2013

"El hijo de Sandokan" de Juan Madrid



El hijo de Sandokan

Juan Madrid

Editorial La esfera de los libros

160 pág.





Por José R. Cortés Criado.


Si quieres aventura lee a Juan Madrid.

Esta novela es un homenaje del escritor malagueño a su idolatrado Emilio Salgari, del que dice sentirse prisionero después de descubrir a Sandokán, el Tigre de Mompracem, hace más de cincuenta años.

El recurso que emplea el autor para hacernos creíble la historia es el utilizado por Cervantes en el Quijote, nos dice que es un manuscrito de un pescador que el conoció durante su infancia en la playa malagueña de San Andrés, él solo se limitó a trascribirlo y enviarlo a la imprenta. Esta estrategia también la utilizó en El sendero del tigre y en Los cañones de Durango.

Salvador, que así se llama el pescador, es un personaje muy literario, aparece en todas sus obras de piratas, siempre le cuenta historias al propio Juan y a su hermano Carlos, y saca a los chavales de algún aprieto con la ayuda de su perro Rayo o Mudo, ese que no puede ladrar y es otro personaje casi fijo, pues aparece en estas y otras novelas como Huida al Sur u Hotel Paraíso.

La historia que Salvador nos cuenta desde que se embarcó en un buque mixto de carga y pasajeros en Gibraltar hasta que deja a su joven amada en manos de los ingleses en Borneo es trepidante.

Juan Madrid tiene la habilidad del contador oral, sabe atraer al lector de tal forma que es imposible dejar el libro; cualquier momento es bueno para saber qué va a sucederles a nuestros personajes.

El joven Salvador, una buena persona, solidario con los miembros de la tripulación que son considerados inferiores y menospreciados, termina siendo amigo de Kemal, el hijo de Sandokám, y goza de su hospitalidad cuando aquel asume el poder del barco en el que navegan bajo bandera inglesa.

Además Salvador va a conocer el amor, a través de la joven inglesa, prometida del sultán de Brunei y heredera de una gran fortuna, que es prisionera de Kemal.

Las historias del joven español, la de la joven inglesa y la del joven malayo se entrecruzan en un marco donde el colonialismo inglés es analizado desde la óptica de los oprimidos, presentándonos a Kemal como un libertador para su pueblo, al mismo tiempo que es considerado indeseable por parte de los colonizadores ingleses, que se sienten superiores a los pueblos asiáticos.

Lo mejor de la novela es que no decae su ritmo narrativo y hace que el lector devore las páginas y al llegar al final desee no haberlo leído tan rápido.

Las historias de piratas de Juan Madrid no tienen que envidiarle nada a las novelas de policías a las que nos tiene acostumbrado el maestro de la novela negra española, son de gran calidad y muy atractivas, además en ellas hay múltiples referencias a la ciudad Málaga, a sus calles, a sus vendedores ambulantes, a los juegos de su infancia…, y es que, como ha dicho en más de una ocasión, aún sigue corriendo por los callejones de Málaga en pantalón corto.

Si estáis interesados en otras novelas de piratas, la editorial Edebé ha vuelto a editar cuatro títulos de Juan Madrid: Los piratas del Ranghum, En el Mar de China, El fugitivo de Borneo y El rey del mar.

Los centros que dispongan de las colecciones de Clásicos Escolares pueden hacer uso de la guía didáctica elaborada por el propio autor.



domingo, 5 de mayo de 2013

Málaga en el recuerdo de Juan Madrid. (II)


Málaga en el recuerdo de Juan Madrid. (II)

Por José R. Cortés Criado

Pero, además de las historias interminables de Salvador, de recordar juegos de su infancia y de traer viejas historias al presente, refleja lugares de su ciudad natal, insistiendo en dejar constancia incluso de su dirección: “Ahora estaba en Málaga, en mi casa de la calle de las Biedmas, al lado mismo de la plazuela del mismo nombre”[1], o recuerda la vuelta a casa después de una de sus aventuras callejeras: “Estaba a punto de oscurecer cuando, al llegar a las esquina de la calle de las Biedmas con Carreterías, vimos a un extraño sujeto observando la puerta de mi casa…”[2] y en otra de sus obras insiste de nuevo al escribir que “la plaza de las Biedmas estaba solitaria y oscura”[3] cuando regresaban a casa.

Para estos niños de la calle Biedmas desplazarse hasta la Alameda Principal era una aventura en su época, pero les gustaba ir porque

en la Alameda observamos los coches de caballos. La ilusión de nuestras vidas era dar un paseo en coche de caballos por Málaga, pero eso costaba mucho dinero. Sólo lo hacían los señoritos que iban de juerga con mujeres de peineta y mantón de Manila o los viajeros que llegaban al puerto de viaje o a la estación del tren[4].

 En otra de sus obras narra que después de observar en la Posada del Peine las cargas de higos secos, pasas y cántaros de vino que los comerciantes de los campos de Málaga traían a la ciudad, “nos marchamos a ver los coches de caballos en la Alameda y a hablar de qué caballo parecía mejor y por qué”[5].

Algunas veces Juan y su hermano Carlos deambulan por la ciudad mientras pasan las horas de asueto, otras se desplazan en busca de su amigo, como aquella ocasión en que “estuvimos esperando a Mohamed mucho tiempo. Fueron pasando las horas y Mohamed no aparecía. Decidimos ir a buscarlo a la calle Nueva, donde su padre trabajaba de vendedor ambulante”[6]; vendía aceite de lagarto obtenido gracias a una receta muy antigua de un sabio moro de los que antaño vivían en Andalucía, según contaba el mercachifle; aunque la verdad era bien otra, pero después de la demostración de su valía, el público terminaba comprando ese aceite válido para cortar hemorragias, dolores de muelas, reumáticos, granos, sabañones…

También fueron una mañana a los Baños del Carmen, los dos hermanos se sorprendieron cuando su madre se lo propuso porque consideraban que “ese era un lugar ridículo, había que pagar para bañarse y la playa -como decía mi madre- era para todos. En los baños del Carmen, la playa estaba dividida en dos: una para las mujeres y los niños, y la otra para los hombres y los muchachos”[7].

Otro día ambos hermanos se desplazaron hasta La Caleta, una auténtica proeza para ellos. “A la mañana siguiente fuimos a la casa de Clara, un chalé del barrio de la Caleta, enfrente del Paseo Marítimo, el lugar donde vivían los ricos de Málaga. Tardamos casi una hora, anda que te anda”[8].

Posteriormente volvieron a la misma zona, pero esta vez no se trataba de una visita de cortesía porque “para entrar en la banda de Los Murciélagos Negros teníamos que pasar una difícil prueba. Ésta era entrar en una casa deshabitada, un verdadero palacio, que se encontraba en un lugar de Málaga, llamado La Caleta, donde se ubicaban las casas de los más ricos”[9], y robar algún tesoro.

Juan entró en una vivienda abandonada para buscar algún objeto que llevar al jefe de la banda, subió a la primera planta y su hallazgo hubo de ser mágico, similar al de García Márquez cuando abrió por primera vez un diccionario y sintió que “fue como asomarme al mundo entero por primera vez”[10].

Asomé la cabeza y me quedé con la boca abierta.
Nunca había visto tantos libros juntos. Estuve sosteniendo la cerilla, embobado, hasta que se apagó y me quemó la yema de los dedos.
Encendí otra y pasé dentro. Las paredes estaban repletas de estanterías con libros. Y había más apilados en el suelo[11].

El joven protagonista desconocía la identidad del propietario de la casa y de esos enormes anaqueles repletos de libros; al ver una fotografía con un nombre, Gerald Brenan, supuso que “debía ser el dueño de la casa y de aquella imponente biblioteca. La biblioteca de un escritor, sin duda, porque la mayor parte de los papeles eran manuscritos. Estaban en inglés y a veces había anotaciones en español”[12]. En esta ocasión la aventura latrocina deviene en un guiño del autor al hispanista británico afincado en Andalucía.

De los recuerdos infantiles, Juan Madrid recupera sus vivencias en las calles malacitanas y algunos sabores. Así lo hace constar cuando narra que Clara acudió un día a su casa, donde recibía clases junto a Mohamed, a su hermano Carlos y a él mismo y trajo consigo tres envoltorios de papel para ellos.

Eran bocadillos de pan untados con mantequilla y chocolate con leche “La Campana”. El pan era blanco, crujiente, probablemente de la panadería-confitería “La Exquisita”, de la calle Larios, que te alimentaba con sólo mirar los escaparates.[13]

Cuando visitaron la casa de Clara fueron invitados a comer. Lo primero que les sorprendió fue ver que “la criada vino y nos dio sendas botellas de Orange Crush, ¡con pajita!, como en una cafetería”[14]; su asombro aumentó cuando les ofrecieron elegir entre varios platos y comprobaron que los anfitriones comían muy poco, ellos pidieron de todo. El joven Juan detalla:

De primer plato había gazpachuelo, que es una de las mejores comidas que se pueden comer jamás. Consiste en una sopa caliente de pescado, gambas peladas y patata con mayonesa, a la que se rocía con limón y una copita de jerez.[15]

Pero existen más recuerdos de Málaga, unos recientes, otros lejanos, en otras novelas de Juan Madrid; en Cuartos oscuros, dos policías hablan de un personaje, el más joven intenta explicar cuál era su tren de vida y entre otras cosas describe su lugar de residencia: “La casa la tenía en El Candado, ¿sabe usted? En la calle Cuevas de Menga. Una de las urbanizaciones mejores de Málaga: piscina, césped, porche... ¡Cómo vivía Durán!”[16]; también, en ella, se hace referencia a otro barrio similar cuando unos jóvenes bailan: “la discoteca se llamaba Paroles y se encontraba en el barrio del Limonar, la zona elegante de Málaga”[17].

Otro joven protagonista se dirige al este de la provincia y el escritor pormenoriza su desplazamiento: “Tomás caminaba en dirección a una barriada llamada El Palo. Seguía la Carretera Nacional 340 a Almería. Nerja estaba a cincuenta kilómetros”[18]. Se dirige a esta población para encontrarse con su padre después de muchos años de separación, que lo aguarda en una vivienda que se puede localizar fácilmente.

La casa era blanca, muy limpia. Tenía la puerta y las ventanas cerradas y pintadas de verde. Detrás, fuera de la vista, había un amplio patio. Delante, un pequeño porche emparrado. Era la única casa de esas características en la fila de edificaciones que franqueaban la Carretera Nacional 340, antes de la bifurcación a Nerja, a unos cincuenta kilómetros de Málaga[19].

También Omar, personaje de Huida al sur se desplaza en su coche Mercedes por la carretera de circunvalación de Málaga hacia el este de la provincia, dejando atrás las bellas edificaciones y las urbanizaciones de lujo. “Avanzaba a ciento veinte por hora por la nueva autopista que iba a la Costa. A la salida giró a la derecha para tomar una desviación hacia una localidad cercana llamada Torre del Mar, a unos veinticinco kilómetros de Málaga”[20].

Durán, personaje que se oculta de la policía decide pasear por Nerja y recorre sus calles, que Juan Madrid detalla minuciosamente: “Llegó hasta la plaza Cantarero y bajó la calle. Se compró un helado de "tutti-frutti" en una heladería, llamada La Ibicenca, de la calle Pintada. […] llegó al Balcón de Europa. […] Del Balcón de Europa fue a la calle Carabeo. […] En la calle había nuevos restaurantes, una pizzería. Las mismas casitas encaladas. La calle daba a la playa de Burriana. La siguió”[21].

En Nada que hacer, el jefe de seguridad de un banco invita a un subordinado a disfrutar de unas vacaciones en el lugar que elija si solucionan el caso que se traen entre manos. El empleado, sin dudarlo, responde efusivamente: “Está muy bien, sí señor. Yo voy a ir a Marbella, al don Pepe”[22].

Cuando Lidia, protagonista en Tánger, cree obtener una cuantiosa suma económica de su marido, y su amiga le pregunta dónde piensa ir, ella responde: “No lo sé todavía, Gladis, bonita. Quizás a Málaga, a donde haya sol. O a un pueblecito de la costa”[23].

Izam Ben Abdelraman Abdalá Zarkawi, el Gran Padre Marabú, también conocido como coronel Robert Pierre Jardím, ex paramilitar senegalés, actual presidente de una ONG llamada Abrazos de Hermanos y traficante de diamantes, “parece que busca una casa, un chalé en la costa. Lo que más le gusta es Marbella”[24].

El centro de la ciudad de Málaga también tiene su espacio en el imaginario de Juan Madrid. En Huida al Sur se puede leer: “Esa misma tarde, el café Cosmopolita de la calle Larios, en Málaga, se encontraba lleno de parroquianos, acodados en el mostrador y repartidos por las mesas del interior y de la terraza exterior”[25].

 Y en la novela Cuartos oscuros: “La calle Larios de Málaga es la arteria principal de la ciudad. Por el día es animada y bulliciosa, llena de gente que pasea y mira los escaparates de las tiendas elegantes”. […] “Chaves aparcó el coche policial en doble fila y se encaminó a la Cafetería Pastelería Lepanto”. […] “El cartel estaba en la puerta de un edificio de oficinas de la calle Puerta del Mar y ponía. "Detectives Moreno & Moreno. Rápido y Confidencial. 6º Dcha[26].

Otro personaje de esta novela, Rubén, un perdedor nato, sueña con dar un gran golpe y conseguir cambiar su suerte y resume en pocas palabras lo que anhela para ser feliz: “Cuando sea rico volveré a alternar con gente educada. Viajaré en primera y volveré a tener un palco en los toros y en el Teatro Cervantes y…”[27]

Y Salvador, el aventurero de Los cañones de Durango, cuando por fin encuentra a su padre al pie de un cañón, enfrentado al ejército regular mexicano, cree que va a morir y cuenta: “Me vino a la cabeza la figura de mi madre, en Málaga, en su lecho de muerte, cogiéndome de las manos con sus manos heladas diciéndome: Ve a ver a tu padre a la revolución, Salvador, ve a verlo y…”[28]

Por último Juan Madrid retrata unos personajes muy pintorescos, se trata de los vendedores ambulantes que pregonaban su mercancía por las calles malagueñas. En una de sus novelas, Cuartos oscuros,  pone en boca de uno de los protagonistas: “Cuando yo era un chiquillo, todos los vendedores ambulantes de Málaga cantaban. Era la mar de bonito... Me acuerdo de uno que vendía fruta por mi calle, la calle Carretería, y decía: "¡Ayyy qué fruta...! Ayyy qué fruta maaás coloraaá...”[29]

El Tío Paquito o Niño de los Pajaritos, con su voz ronca, vendía hasta hace poco chucherías para los niños en el Parque y no era raro oír: “Almendras y peladillas, piñonate, caramelooo fino. Los trae el Tío Paquito, desde el puerto de La Habana...”[30]

Otro vendedor es El Niño del Parque que también ofrecía su mercancía cantando: “Pescaítooo... Ay qué riiico... ay qué riiico... lo traigooo de la bahíaa... de la bahíaa… frescooo, frescooo, fresquitooo...ricooo, ricooo... ay qué gambitas... ay qué gambones... es mejor que los jamones...”[31]

Y en Los piratas del Ranghum se puede leer como el señor Vicente gritaba todas las mañanas: “-¡Leeechero, leeechero! ¡Ha venido el leeechero!” o Lucas, el chico de la churrería iba con la canasta de los churros, tapados con papel de periódico para que no se enfriaran: “-¡Churros, churritos calentitos! ¡Ay qué ricos los tejeringos!”[32]
Juan Madrid crea su obra literaria a partir de retazos de su memoria y de hechos actuales evidentes como ha dicho en varias ocasiones: “Mis obras siempre están manchadas de la realidad, me gusta contextualizarlas, no excluir la actualidad”[33], porque necesita contar lo que pasa en nuestro entorno para que el lector comprenda mejor el mundo en el que le ha tocado vivir, porque cree que “todos los que piensan que los fenómenos sociales y culturales se producen por las buenas, como se produce un fenómeno meteorológico, están equivocados”[34] .
Tanto en sus novelas juveniles como en las destinadas al público adulto intenta mostrar al lector unos hechos creíbles por medio de unos personajes que parezcan totalmente  verosímiles y auténticos, y además da “voz y voto a las pobres gentes, a los que no salen en la historia ni en la literatura”[35] porque cree que ellos forman una parte importante de la sociedad.
Juan Madrid se plantea sus novelas como un viaje que realiza junto al lector sin saber bien a dónde. “Lo que escribo queda como una guía para el lector, quizá como el plano de la Isla del Tesoro, aunque yo nunca haya encontrado el tesoro”[36].
En las obras analizadas en este trabajo el novelista nos ha llevado de viaje a Málaga, nos ha hecho recordar lugares comunes, juegos infantiles, sabores, olores, pregoneros… y nos ha dado el itinerario por donde realizar ese viaje al mundo de los sueños y de las historias interminables que sustentan la literatura.





[1] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, p.98.
[2] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.35.
[3] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.46.
[4] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.50.
[5] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, p.104.
[6] [6] Ibídem, p. 43.
[7] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.136.
[8] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.49.
[9] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.10.
[10] MÁRQUEZ, Gabriel: Prólogo a VV.AA. Clave. Diccionario de uso del español actual, Madrid, SM, 1997, p. vii.
[11] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.122.
[12] Ibídem, p. 123.
[13] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, pp.11-12.
[14] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.63.
[15] [15] Ibídem, p. 68.
[16] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 104.
[17] Ibídem, p. 17.
[18] Ibídem, p. 101.
[19] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 21.
[20] MADRID, Juan: Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008, p 41.
[21] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, pp. 128-131.
[22] MADRID, Juan: Nada que hacer, Sic Idea y Creación Editorial S.L., Barcelona, 2004, p. 166.
[23] MADRID, Juan: Tánger, Madrid, Acento Editorial, 1997, p. 100.
[24] MADRID, Juan: Bares nocturnos, Barcelona, Edebé, 2009, p. 147.
[25] MADRID, Juan: Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008, p 14.

[27] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 191.
[28] MADRID, Juan: Los cañones de Durango, Madrid, Alfaguara  Juvenil, 1997, p.164.
[29] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 191.
[30] Ibídem, p. 64.
[31] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, pp. 151-153.
[32] [32] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, p.41.