domingo, 31 de julio de 2016

Aproximación a la obra de Jordi Sierra i Fabra de José R. Cortés Criado


Aproximación a la obra de Jordi Sierra i Fabra
José R. Cortés Criado
(Universidad de Málaga)

Resulta difícil calificar a Jordi Sierra i Fabra porque, como a él le gusta decir, es intuitivo, visceral, polifacético. Escribe novela negra, ciencia ficción, biografías, historia de la música, relatos fantásticos, poesía, teatro, cómic, guiones para el cine y la televisión…, no hay género que se le resista; ha escrito más de cuatrocientas obras y ha vendido más de once millones de ejemplares en todo el mundo, contando su obra dirigida tanto al público infantil y juvenil como al sector adulto.
De Sierra i Fabra dijo Anabel Sáiz: “es un escritor camaleónico que se caracteriza por la pasión con que se enfrenta a las historias que nos cuenta, que se ilusiona con cada proyecto”. (Sáiz Ripoll 2001).
La pasión es una constante en sus protagonistas; sin ella serían personas fracasadas que nunca alcanzarían sus sueños. Sierra i Fabra sabe la importancia que tiene para el individuo sentirse capaz de alcanzar una meta, y la necesidad de marcarse unos objetivos en la vida diaria para poder triunfar, y así dibuja los protagonistas de sus novelas.
Él se propuso superar su problema de tartamudez, -lo marcó mucho en su infancia y adolescencia-, y llegó a ser comentarista musical en la radio y a impartir conferencias.
También se propuso ser escritor con ocho años y su profesora le dijo que tenía demasiada fantasía y que no conseguiría publicar ningún relato. Su padre tampoco creyó en su capacidad para ganarse la vida como escritor.
Escribir es lo que más ama Sierra i Fabra y suele hacerlo a diario, -según dice, lo necesita para vivir-, pero no improvisa ante el folio en blanco; si el autor comienza a escribir una obra es porque ya ha finalizado la planificación de la misma y en su mente está registrada toda la trama, desde la primera hasta la última frase.
Y cuando al autor se le pregunta por qué escribe, responde automáticamente que esa es su razón de ser, porque es lo que más le place, porque escribir es lo único que sabe hacer y que le gustaría vivir mil años para poder escribir todo lo que almacena en su interior. Se considera un trabajador honesto e infatigable.
El periodista Jordi Puntí le preguntó de dónde sacaba tanto material para sus libros, y le respondió que “las ideas flotan en el aire y el escritor, cuando pasan ante sí, tiene que estar atento para cogerlas”. (Puntí 2000).
Sierra i Fabra es un gran recolector de ideas y un gran estratega, como lo demuestran sus últimos libros publicados; y espera pasar a la historia como uno de los escritores más prolíficos de nuestra literatura, cuenta que escribe de un tirón una vez que ha madurado sus ideas, a veces ese proceso dura años, y que no corrige lo escrito, enviando el original a la editorial una vez que ha finalizado la escritura sin modificar ni una coma; suele decir que es rápido a la hora de escribir, pero lento a la hora de pensar y que no cree en la perfección, sino en el instinto.
Este escritor suele decir que una novela no es un problema a solucionar, sino un misterio por descubrir, “donde espera que cada una de las partes de la obra responda a las expectativas depositadas en ella y su lectura sea igual a una sinfonía donde no desafine ninguno de sus componentes”. (Cortés Criado 2012:518)
Las estructuras de sus novelas suelen ser muy elaboradas, no deja nada al azar y utiliza distintos recursos para presentar la trama: una partida de ajedrez en Campos de fresa; un diario en Frontera; la numeración inversa, -del capítulo 84 al cero-, en Seis historias en torno a Mario; nombrar los capítulos como si se tratase de un Informativo: Primera edición, Segunda edición, Tercera edición, Última hora, en Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas; o de un partido de tenis a seis juegos, en El último set, o el ciclo lunar en La memoria de los seres perdidos.
Una estructura original es la de El último verano miwok. La obra es como una sinfonía, la de la vida, comienza con el programa de mano, que nos sitúa en el vértice del relato, sigue con la intro, el intermedio, los ocho movimientos, el último movimiento y finaliza con la conclusión. El narrador es omnisciente en todo el relato salvo en la intro y la conclusión, que es narrador protagonista.
El tiempo del olvido está estructurado en 47 capítulos divididos en tres partes y un epílogo, además de una intro y una coda. El autor, que se siente un rockero y considera la música como parte fundamental de su vida, coloca en el relato una intro y una coda, términos musicales que señalan la parte inicial de una composición y la repetición o adición de una pieza musical al final de una obra respectivamente. En este libro ambas partes incluyen fragmentos de canciones de Led Zeppelin, Satirway to heavenThe rover, cuyas letras abren y cierran el relato y lo sitúan en el mundo de las relaciones afectivas y personales, dejando la coda la mano tendida a la amistad.
Parco, una novela de gran crudeza, está narrada en once capítulos y once incisos, uno detrás de cada capítulo; estos reflejan lo que acontece en el Centro de Menores, en los incisos el protagonista refleja sus emociones, sentimientos, odios y recuerdos. El fin es una puerta abierta a la esperanza después de tanto dolor.
Con frecuencia se encuentra un capítulo extra en los libros de Sierra i Fabra que suele llamar “notas del autor”, “agradecimientos y recuerdos”, “puntos suspensivos para después de una novela” o simplemente carece de título, donde se amplía la información expuesta en la obra, recuerda las fuentes documentales donde se inspiró, agradece información facilitada sobre el tema o refleja alguna anécdota al respecto.
En Donde el viento da la vuelta informa del número de niños muertos en los conflictos bélicos, de las víctimas civiles en las guerras, de los niños soldados, y de las matanzas de indígenas. De éste asunto también se ocupa en las últimas páginas de Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas.
De los diecisiete millones de niños que en todo el mundo viven en condiciones de esclavitud, informa al final de La piel de la memoria.
Y de la muerte de la joven británica Leah Betts, después de permanecer cinco días en coma por consumir una pastilla de éxtasis, en Campos de fresas.
En La reina de los cielos relata que en una ciudad de Indonesia vio un orangután de piel roja encerrado en una jaula tan pequeña que vivía apenado mientras pedía alimento a los turistas. Sierra i Fabra lloró ante ese espectáculo tan irracional.
En los agradecimientos de las últimas páginas certifica la autenticidad de lo relatado y confirma ser él, Sierra i Fabra, la persona que lloró ante el simio enjaulado.
Como su obra es muy extensa y muy variada, este autor analizado es consciente de que todo lo que escribe no puede tener la misma calidad, aunque él piensa que “cantidad es igual a calidad” y que “cuanto más escribes, más sabes escribir”, como dijo Ray Bradbury.
Es el escritor vivo español con más obra publicada y espera poder alcanzar los cien años con suficiente lucidez, como Francisco Ayala, para así poder contar todo lo que almacena en su mente.
Afirma escribir visceralmente porque se siente comprometido con los problemas de la humanidad: cambio climático, extinción de tribus, equilibrio ecológico, esclavitud infantil, niños soldados, consumo de drogas, guerras, etc.
Y como una de sus pasiones es viajar, de sus andanzas por los lugares más inverosímiles del planeta obtiene información de primera mano para crear la trama de sus novelas.
El mismo autor diferencia su obra teniendo en cuenta el tiempo en que fue escrita y la temática tratada. En la década de los setenta del siglo pasado escribía sobre música y novelas con tintes políticos; durante los años ochenta y noventa deja la música y escribió sobre lo que veía mientras viaja por el mundo;  su última etapa viene marcada por las obras más emblemáticas e intimas en su haber como escritor.
Sierra i Fabra se enfrenta al siglo XXI con una capacidad creativa sin precedentes, publicando un gran número de obras en un corto periodo de tiempo y dando un giro a su producción literaria, afrontando nuevos retos y cambios una vez superados los cincuenta años. Esta etapa, ya en el siglo XXI, la ha denominado, los años de la luz, es su época más feliz y en la que mayores premios ha cosechado.
De cada una de sus etapas él destaca alguna obra fundamental en su trayectoria literaria, así por ejemplo, de su primera época resalta En Canarias se ha puesto el sol; de la segunda, ...en un lugar llamado Tierra; de la tercera, El joven Lennon; de la cuarta, Noche de viernes; Campos de fresas, El tiempo del olvido, Nunca seremos estrellas del rock, Banda sonora, La memoria de los seres perdidos, Víctor Jara, El fabuloso Mundo de las Letras, Parco, Desnuda y un largo etcétera.
Se trata de un autor comprometido con la realidad de su tiempo, al que preocupan los problemas a los que se enfrenta la sociedad actual. Por este motivo, algunos críticos lo llaman oportunista, ya que sus libros tratan temas de gran actualidad, sin pararse a pensar que se trata de una persona muy trabajadora, que no improvisa y que posee la virtud de adelantarse a los acontecimientos sociales. De ahí la buena acogida de sus libros entre los jóvenes, al margen de su estilo como escritor.
Bien es verdad que ambientó su obra En un lugar llamado guerra en una inventada república islámica que lucha por su independencia tras la desintegración de la URSS y que la trama refleja un conflicto similar al de Afganistán, pero fue escrita antes del inicio de la guerra en ese país.
Y que cuando publicó Casting comenzó la famosa Operación Triunfo en la primera cadena de la Televisión Española; que apareció La guerra de mi hermano y a continuación tuvo lugar la invasión de Irak; que la matanza de Acteal en Chiapas tuvo lugar un mes después de escribir Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, donde se relata la matanza de campesinos e indígenas en la Selva Lacandona.
Su novela, En Canarias se ha puesto el sol, con la cual obtuvo el Premio Ateneo de Sevilla en el año 1979, predijo el intento de golpe de estado del año 1981, la llegada al poder de los socialistas en el año 1982, con Felipe González a la cabeza, y el atentado sufrido por el líder independentista canario Antonio Cubillos.
Y como dice Sierra i Fabra, él inventó la telebasura en su libro Un genio en la tele, puesto que en el año 1996, cuando se editó, nadie había introducido una cámara de televisión en casa del vecino, ni habían proliferado los programas basados en la grabación de la vida cotidiana de un grupo de personas. No por ello es un defensor de tales actos, pues como dice en el prólogo del libro, “no deja de ser una crítica contra los que se creen que nos chupamos el dedo y nos cargan con programas que merecerían quedarse a oscuras el día de la emisión” (Sierra i Fabra 1996: 4).
Se podrían seguir citando títulos y recordando acontecimientos históricos acaecidos simultáneamente a su publicación. Para sus detractores es puro oportunismo; para el resto de los lectores es una persona que intuye los problemas y es capaz de predecir, en cierto modo, algunos de los acontecimientos venideros, quizás fruto de la casualidad o tal vez del estudio y conocimiento de la sociedad en la que vive.
Es un lector de la prensa diaria, suele leer varios periódicos y contrastar opiniones, presta también especial atención a noticias que no suelen ocupar los grandes titulares, se ocupan de los problemas de las personas, independientemente de la región del planeta que ocupen o de la cultura en la que se desenvuelvan. De estas lecturas extrae ideas para sus proyectos.
Si a esa capacidad de observación y de captación de acontecimientos interesantes para dar consistencia a una historia que posee Sierra i Fabra, se une la facilidad con la que inventa cualquier relato, nos encontramos ante un autor no sólo prolífico sino de gran capacidad creativa.
Cierto día le preguntaron en un acto público de dónde extraía tantas ideas para sus libros, su respuesta fue sencilla, dijo que las conseguía de las personas que estaban cerca de él, como en aquel momento. Se autocalificó de  garrapata electrónica y antena parabólica con patas, capaz de absorber las ideas de las personas presentes para enriquecer su imaginación.
Además de la lectura y la escritura, Sierra i Fabra tiene otra pasión: el cine. Suele acudir a las salas de proyección diariamente cuando está en su ciudad natal. Más de una idea le surgió en la oscuridad del patio de butaca y supo anotarla en uno de los múltiples papelillos que para tal fin utiliza[1].
Como un pequeño guiño al mundo del cine, he de comentar que el nombre de científico Hal Yakzuby, personaje de …en un lugar llamado Tierra, está sacado de la película/libro de Stanley Kubrick/Arthur C. Clarke, 2001 Odisea en el espacio.
Algunos estudiosos de su obra han calificado su manera de escribir como cinematográfica por las frecuentes citas de películas famosas, por la utilización de frases cortas, párrafos breves, escasas divagaciones y gran contenido temático en sus textos. Es decir, utilizando un símil tomado del cine, muchos planos cortos constituyen una escena, varias escenas breves un plano narrativo, y la suma de todo ello, una película/libro.    
Dos de sus obras, Noche de viernes y Los espejos de la noche, tienen una estructura semejante a cualquier documental televisivo. En ambas, los personajes cuentan en primera persona las experiencias vividas, limitándose el narrador a presentar los hechos de forma objetiva, como si la trama le fuese ajena, llegándose al final del relato con una conclusión que presenta otro personaje sin inculpar a ninguno de los autores de la tragedia, dejando al lector solo ante el desenlace para que extraiga sus propias conclusiones.
 Por tanto, Sierra i Fabra puede considerarse como un “hijo del celuloide”, pues de él obtiene no poca información para el argumento de sus obras y para crear la estructura narrativa. Y por supuesto, sabe que la televisión forma parte de la vida diaria de un niño, un adolescente o un joven.
Viendo la película de 1982, Blade Runne, basada en la novela escrita por Philip K. Dick, Do Androids Dreams of Electric Sheep?, publicada en 1968, encontramos ciertas semejanzas con la obra de Sierra i Fabra Las voces del futuro, publicada en 1998. En ambas existen seres creados por el hombre que poseen inteligencia artificial, -en la primera se llaman Replicantes, en la segunda, VAIs- y desean controlar su futuro incierto y breve, ya que envejecen a un ritmo más rápido que los seres humanos.
 Quizás por su forma de narrar, por la temática que trata o por la suma de ambos factores, Jordi Sierra i Fabra ha sabido conectar con los lectores jóvenes que “devoran” sus libros sin apenas descanso en su lectura, atraídos por una sucesión de acontecimientos que los tienen preocupados por el desenlace, incierto e imprevisible hasta la última página.
Esos lectores, que se preocupan por los problemas de su tiempo, a quienes les gusta leer historias cuya temática les resulte familiar, aprecian el hecho de que el autor se dirija a ellos con un lenguaje casi común, ofreciéndoles una información rápida, sin rodeos ni divagaciones, -las descripciones en sus novelas suelen ser breves o inexistentes-, por medio de diálogos concisos y directos.
Según los lectores, algunas claves del éxito de sus novelas radican en el hecho de no ser muy extensas, en el empleo de oraciones cortas tanto en las partes narrativas como dialogadas, en el léxico de fácil comprensión y afín a los jóvenes, junto a una temática cargada de interés, donde suelen verse reflejados con sus dudas, ansiedades, emociones y desencuentros.
Estas historias suelen retratar con acierto el desencanto juvenil y esa especie de huida hacia ningún sitio que emprenden determinados adolescentes cogidos de la mano del consumismo o de las drogas, planteando siempre al final de sus novelas una alternativa mejor a la postura mantenida por cualquier protagonista que viva sorteando los límites de la ley.
Otro aspecto a destacar en este autor es su gran capacidad para comunicarse con un auditorio juvenil al que envía mensajes positivos para su futuro, que pueden resumirse en frases como sé tú mismo, lucha por conseguir tus deseos, vive sanamente, lee y si eres capaz de escribir, hazlo porque puedes llegar  a ser un buen escritor.
Reitero que la mayoría de sus lectores son jóvenes y los temas que escoge para sus novelas les gustan porque son próximos a ellos, el escritor catalán es capaz de meterse en la piel de sus personajes y afirma que sus sentimientos no han variado con los años.
El autor es consciente de que sus libros para el público infantil y juvenil sirven para poner al lector en contacto con la sociedad en la que ha de vivir, y, por tanto, mostrarán un modelo de conducta adecuado a los valores sociales que deben imperar en una sociedad democrática y tolerante.
Sus personajes pueden ser de cualquier clase social. Así se encuentran en  Sin tiempo para soñar, a unas jóvenes de clase baja, ambiente familiar desestructurado y barrio deprimente, junto a otra de clase alta, la joven estudiante de periodismo; y al joven de clase media, compañero de estudios de esta última. 
No suele tener predilección por jóvenes de determinados estatus sociales; la mayoría suelen ser de clase media, media alta, pero según la trama argumental, los personajes pueden pertenecer a cualquier otro nivel socioeconómico. Sí hay de destacar que en sus primeras obras los protagonistas eran casi exclusivamente masculinos y que actualmente los personajes femeninos representan la mayoría de los papeles estelares en sus novelas.
La temática de Sierra i Fabra coincide con lo expuesto por Gemma Lluch: “En la actualidad, la ideología de los autores responde a los rasgos siguientes: pacifista, respeto con la diversidad, lenguaje políticamente correcto, condena del abuso del alcohol…” (Lluch 2003:34)
Y con la opinión de Teresa Colomer, que considera los valores morales en la narrativa infantil y juvenil actual de nuestro país como los propios de una sociedad industrializada, que se hallan englobados en la denominada pedagogía invisible
Sierra i Fabra enfrenta al lector con una serie de problemas que le preocupan, y si bien es cierto que no suele dar una lección de moralina en sus páginas, de la lectura de las mismas se extrae alguna lección o consejo para que el niño o el joven se enfrenten a la realidad social.
Por ejemplo, en Nunca seremos estrellas del rock, como en otras muchas novelas del autor, el final queda abierto; por ello, el lector ha de idear cómo se desarrollará la vida del joven protagonista en el futuro después de haber conocido las malas relaciones paterno-filiales y habrá aprendido más de una lección sobre el comportamiento humano después de su lectura.
En La música del viento, tras leer las últimas páginas recogidas bajo el título: A quien pueda interesar…, el lector comprenderá que la narración está basada en un hecho real y los escalofriantes datos sobre los niños esclavos le harán comprender y valorar la importancia de nacer en uno u otro continente.
Además, la trama de sus obras suele seguir un ritmo muy rápido; algunas veces, vertiginoso, y suele desacelerar el relato con la ayuda de breves descripciones. El ritmo de la narración aumenta cuando algún personaje o el propio narrador resumen determinados acontecimientos, provocando un avance sustancial de la trama; otras veces, utiliza a los personajes o al narrador para hacer retroceder el argumento y cubrir lagunas informativas.
Los jóvenes protagonistas pueden cometer errores que siempre son salvables y, a pesar de sus desaciertos, se muestran como personas responsables y formales que saben cuándo han de cambiar el sentido de sus vidas y optar por la solución más correcta a sus problemas.
Tanto en las obras ambientadas en la sociedad española presente como en la que se vivirá en el futuro o en países en vías de desarrollo, los protagonistas suelen acertar en sus decisiones porque anteponen a cualquier interés material el aspecto más humano de la persona.
Por lo cual hay que destacar sobre todo el gran humanismo en Sierra i Fabra, tanto en sus obras con un claro matiz solidario y reivindicativo como en las de ciencia ficción.
Además, demuestra en muchas de sus obras que es un ser gregario. Algunos de sus personajes pueden vivir en soledad, pero añoran hacerlo en comunidad, como le ocurre a los protagonistas de La nave fantástica y Los moais de Pascua, y a la joven protagonista de El último set, la cual manifiesta: “El tenis es un juego tremendamente individual, pero yo he necesitado contar con los demás para jugar esta partida”. (Sierra i Fabra 1996: 229)
        Y es amigo de vivir en armonía con los demás. Se puede leer en Los elegidos cómo el androide Adán comprende que la situación de enfrentamiento entre los cient-t’icos y los klonos perjudica a ambos grupos, e incluso a los perdidos, -que no forman parte de ningún bando-, e intenta hacerles comprender que viviendo en comunidad y aportando cada grupo sus conocimientos formarían una sociedad próspera.
Sus libros está repletos de solidaridad, ecología, pacifismo, progreso, salud, amistad, etc., pero sobre todo rebosan ternura, la que el autor pone en todas y cada una de sus obras.
Al margen de su producción escrita, Jordi Sierra i Fabra tiene otra obra considerada de vital importancia por él, se trata de sus dos fundaciones creadas en 2004: la Fundació Jordi Sierra i Fabra en Barcelona, España, y la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra, en Medellín, Colombia.
De la importancia de su labor desarrollada sirva de muestra saber que un proyecto realizado por ambas fundaciones fue seleccionado entre los mejores de 2006-2007 por el IBBY y fue candidato al Premio Asahi 2008; posteriormente, en 2010 otro proyecto obtuvo el Premio Asahi de Cooperación.
En el año 2011 el escritor catalán obtuvo el premio Ciudad de Torrevieja, con la dotación económica del mismo compró un local que desde 2013 es la sede de su Fundación en España.
 En 2013 Sierra i Fabra recibió el Premio Nacional de las Letras Lorenzo Luzuriaga por el conjunto e importancia de la obra así como el compromiso cultural y social llevado a cabo a través de las Fundaciones de Barcelona (España) y Medellín (Colombia), y ganó el IX Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil por su destacada voluntad renovadora, incansable creatividad y desbordante versatilidad de su obra.
En 2015 la Fundació Jordi Sierra i Fabra de Barcelona recibió la Medalla de Honor de la Ciudad de Barcelona en reconocimiento a su labor social y cultural.
Jordi Sierra i Fabra siempre ha querido escribir y ser feliz y lo ha conseguido, escribe incesantemente y se considera una persona feliz a día de hoy.



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