martes, 11 de noviembre de 2014

Aún te quedan ratones por cazar de Blanca Álvarez



Aún te quedan ratones por cazar

Blanca Álvarez

Editorial Anaya

14x21 cm

128 páginas





Por José R. Cortés Criado.


Con este título consiguió Blanca Álvarez el IX Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil. Se trata de las vivencias de un adolescente en Nagasaki que finalizan el fatídico nueve de agosto de 1945, a las once horas dos minutos cuando un avión dejó caer la segunda bomba nuclear sobre Japón.

 Ryo es un joven que no comprende la sinrazón de la guerra; para su abuela paterna, Saya, es un orgullo luchar contra los enemigos de Japón, también lo es para su maestra, para muchos jóvenes, para casi todos vecinos…, menos para él, que solo quiere que Nakamura, su padre, vuelva a casa, ni para su madre, Izumi, que no puede vivir sin aquel.

El chico echa de menos a su padre, recuerda los muchos consejos que le dio, algunos momentos felices y sobre todo el dolor al recibir la noticia de su fallecimiento en el frente. El consejo más repetido fue “Aún te quedan ratones por cazar”, que si bien no entendió en un primer momento, conforme avanza el relato va comprendiendo su sentido.

Ryo, a pesar de su juventud, decide sobreponerse e intentar ser feliz junto a su abuela y su madre, pero sobre todo junto a la niña que le gusta, Reiko, todo esto se lo cuenta el protagonista a su gato Wara, su confesor, haciendo así cómplice al lector de todos sus secretos.

Es una historia cotidiana del Japón de la época, mientras avanza la trama, el lector va adquiriendo conocimientos de las costumbres familiares, del tipo de vivienda, de ritos religiosas, de la filosofía de vida que impera en una familia corriente, acercándonos, de este modo, a la cultura nipona. Así sabremos que las grullas son portadoras de buena suerte y felicidad y que los zorros son los mensajeros entre los hombres y los dioses; o que su abuela reza ante el altar lacado en negro de los dioses budistas, donde se guardan los recuerdos de los antepasados muertos, y que su madre prefiere hacerlo en altar de madera clara dedicado a los dioses shinto, los dioses de la vida.

El relato se interrumpe cuando el joven se siente maduro como para demostrarle a su amada Reiko cuanto la quiere, sin saber qué fue esa luz blanca y ese calor sin llamas que lo abrasaba desde dentro.

Es un canto a la paz que los jóvenes lectores sabrán disfrutar y comprender; se sentirán partícipes de la historia,  reconocerán los deseos del protagonista en los suyos y sabrán valorar los sabios consejos que cualquier padre da a sus hijos. Espero que el triste desenlace los haga reflexionar sobre la barbarie humana.

En este blog también se recoge la crítica a su libro Hormigas en bota de fútbol.

                

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