Aún te quedan ratones por cazar
Blanca Álvarez
Editorial Anaya
14x21 cm
128 páginas
Por José R. Cortés Criado.
Con este título consiguió Blanca Álvarez el IX Premio Anaya
de Literatura Infantil y Juvenil. Se trata de las vivencias de un adolescente
en Nagasaki que finalizan el fatídico nueve de agosto de 1945, a las once horas
dos minutos cuando un avión dejó caer la segunda bomba nuclear sobre Japón.
Ryo es
un joven que no comprende la sinrazón de la guerra; para su abuela paterna,
Saya, es un orgullo luchar contra los enemigos de Japón, también lo es para su
maestra, para muchos jóvenes, para casi todos vecinos…, menos para él, que solo
quiere que Nakamura, su padre, vuelva a casa, ni para su madre, Izumi, que no
puede vivir sin aquel.
El
chico echa de menos a su padre, recuerda los muchos consejos que le dio,
algunos momentos felices y sobre todo el dolor al recibir la noticia de su
fallecimiento en el frente. El consejo más repetido fue “Aún te quedan ratones
por cazar”, que si bien no entendió en un primer momento, conforme avanza el
relato va comprendiendo su sentido.
Ryo, a
pesar de su juventud, decide sobreponerse e intentar ser feliz junto a su
abuela y su madre, pero sobre todo junto a la niña que le gusta, Reiko, todo
esto se lo cuenta el protagonista a su gato Wara, su confesor, haciendo así
cómplice al lector de todos sus secretos.
Es una
historia cotidiana del Japón de la época, mientras avanza la trama, el lector
va adquiriendo conocimientos de las costumbres familiares, del tipo de
vivienda, de ritos religiosas, de la filosofía de vida que impera en una
familia corriente, acercándonos, de este modo, a la cultura nipona. Así
sabremos que las grullas son portadoras de buena suerte y felicidad y que los
zorros son los mensajeros entre los hombres y los dioses; o que su abuela reza
ante el altar lacado en negro de los dioses budistas, donde se guardan los
recuerdos de los antepasados muertos, y que su madre prefiere hacerlo en altar
de madera clara dedicado a los dioses shinto, los dioses de la vida.
El
relato se interrumpe cuando el joven se siente maduro como para demostrarle a
su amada Reiko cuanto la quiere, sin saber qué fue esa luz blanca y ese calor
sin llamas que lo abrasaba desde dentro.
Es un
canto a la paz que los jóvenes lectores sabrán disfrutar y comprender; se
sentirán partícipes de la historia,
reconocerán los deseos del protagonista en los suyos y sabrán valorar
los sabios consejos que cualquier padre da a sus hijos. Espero que el triste
desenlace los haga reflexionar sobre la barbarie humana.
En este blog también se recoge la crítica a su libro Hormigas en bota de fútbol.
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