viernes, 2 de septiembre de 2016

La lectura, un arma cargada de futuro de José R. Cortés Criado




Hay artículos que no pierden interés a pesar del paso del tiempo.








Sin recetas mágicas, con un sentido común encomiable, el autor sigue todo un proceso para tratar de contagiar a sus alumnos el gusto por la lectura y por la literatura, para que las incorporen a su menú de ocio de manera permanente y duradera. Desde los juegos creativos a la narración de cuentos, pasando por la lectura en voz alta o la selección de las lecturas, todo tiene su lugar en este proceso, en el que lo más importante es tener claro el porqué y el para qué animamos a leer. (CLIJ)



LA LECTURA, UN ARMA CARGADA DE FUTURO

        
         Cuando hablamos de animar a leer, cada uno puede tener una idea diferente de lo que nos proponemos y de lo que queremos conseguir, de hecho hay compañeros que enlazan animación y lectura con cualquier preposición, y todas valen, es decir, todas tienen sentido, (animación con, de, ante, sobre, tras,... la lectura),  luego no existe un solo camino para fomentar la lectura, por lo tanto el primer paso será clarificar los términos.

         Entiendo la animación a la lectura como fomento de la lectura, es decir, como una actividad dirigida a conseguir que mis alumnos amen la lectura como yo y que ésta sea una actividad permanente en su vida, junto al juego, al deporte o a cualquier otra forma de diversión; para conseguirlo, procuro realizar una serie de actividades alrededor de los libros que hagan placentera su lectura y nos posibilite pasar un buen rato recordando lo leído o ideando cualquier treta para incitar a leer a los menos deseosos.

         Esto no quiere decir que todos mis alumnos terminen el curso devorando libros y pidiendo leer más y más; de esto debemos olvidarnos, no vamos a conseguir que el cien por cien de una clase sea lectora y disfrute de ello. Podremos conseguir que la lectura enraíce en bastantes alumnos, pero no debemos ser ilusos y pensar que en clase vamos a hacer milagros, no, no es posible. Tenemos que tener claro que competimos con las influencias familiares y sociales que no son pocas.
        
Enseñar a leer

La experiencia más gratificante me la dio el libro Las palabras mágicas (1995), de Alfredo Gómez Cerdá, conseguí que veintitrés alumnos de los veinticuatro que componían la clase de quinto curso de Enseñanza Primaria, y que en catorce familias, el libro fuese leído por al menos uno de los progenitores. Todavía recuerdo a una alumna, Esther, que le leyó a su padre el libro en voz alta porque éste tiene problemas de visión. Pero fue lo que se dice una raya en el agua, surgida de la magia y la colaboración de varios compañeros en las estrategias llevadas a cabo antes y durante la lectura del libro.

         En esta “aldea global” de la comunicación, donde los llamados multimedias nos invaden y nos ofrecen un mundo de vivencias hasta hace poco inimaginables, es “trabajosillo” conseguir que nuestros chavales y nuestras chavalas se sienten en silencio ante unas páginas en blanco llenas de garabatos negros, que sus mentes deben descifrar para así imaginar lugares, personas,..., y comprender el desarrollo de las acciones allí ocultas, cuando enchufar un vídeo o un CD ROM es más cómodo, ya que sólo necesitan pulsar unos botoncitos y toda la “magia” que contienen aparece ante nuestros ojos.
        
         Es difícil leer cuando la sociedad en la que nos ha tocado vivir ofrece otras alternativas recreativas tecnológicamente muy elaboradas, que están muy potenciadas y son aclamadas como distintivo de progreso, modernidad y juventud; me refiero a la informática en su versión más lúdica, ya sea por medio de vídeo consolas o de ordenadores personales, que además tiene sus clubes de fans, sus revistas especializadas, y sobre todo posee el poder de hacerte un héroe cibernético; todo ello unido a que los mayores, por automarginación, desconocemos ese mundo, lo que hace que los jóvenes se sientan protagonistas virtuales de sus aficiones y a salvo del control adulto.
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         Con lo dicho anteriormente, no quiero iniciar una batalla en la que el libro se convierta en el “Capitán Trueno” ante la “maldad ” de la imagen y el sonido, porque las batallas no las ganas nadie, ni tan siquiera el vencedor de la contienda; sino que debemos aprender a convivir con los avances tecnológicos y educar en la lectura de la letra impresa, de las imágenes y de los soportes informáticos; no olvidemos que no todos los CD ROM son juegos “mata-mata”, aunque estos sean los más vendidos.

         También hay otro factor que no debemos olvidar, nacemos con el instinto de supervivencia, respiramos,..., pero no hablamos al nacer. Hablar es un proceso arduo, complicado, largo, y cuando se trata de escribir o descifrar lo escrito, puede llegar a ser hasta aborrecible para algunos, porque de lo que se trata es de la transmisión por parte de los miembros adultos de una comunidad a sus vástagos de un código de comunicación creado por dicha comunidad.

         La palabra no es innata, pero sí es inherente al ser humano, es decir, necesita del hombre y de la mujer para desarrollarse, necesitamos de la palabra para comunicarnos, para aprender, para transmitir lo que pensamos, .., en resumen, necesitamos la palabra para ser personas.

         Una persona que lee, es una persona que conoce la palabra, la domina y con ella comunica sus sentimientos, sus deseos, sus pensamientos,..., ordena sus ideas y gracias a ello mantiene su mente en orden, que no es poco.

         Retomando el tema de la animación  a la lectura en el aula, recuerdo lo que dice Bruno Bettelheim y Karen Zelan, en Aprender a leer, (1989, pág. 15): "Con independencia del bagaje familiar que el niño lleve a la escuela, una vez en clase el factor más importante para aprender a leer es el modo en que el maestro le presente la lectura y la literatura (su valor y su significado)".

         Teniendo en cuenta esta afirmación, deberemos prepararnos para obtener el mayor éxito posible en nuestra labor educadora.
        
Animación a la lectura ¿para qué?

         Cuando tengamos claro lo que queremos hacer, es decir, lo que entendemos por animación a la lectura,  debemos marcarnos los objetivos a alcanzar, para ello lo mejor es plantearse para qué queremos animar a leer.
                  
          Leer debe servirnos para aprender.

Primero aprender a ser libres, gracias a la lectura podemos acceder a la cultura y ésta nos hace libres, nos humaniza. Un pueblo culto no es fácilmente manipulable.
        

Leer debe servirnos para disfrutar, imaginar, crear, soñar, idear, viajar, etc., a través de la letra impresa.     

Leer debe servirnos para no permanecer ciegos ante tantas palabras escritas, ni sordos ante tantas voces que nos hablan desde los libros.

Por último, destacar que hoy en día todo el saber está escrito y que por tanto para aprender, para acceder a la información, debemos saber leer.
        
¿Cómo podemos hacer lectores?

         Ya decía Montserrat Sarto en 1984 que para animar a leer no eran suficiente las actividades de comprensión, dramatización, etc., sino que debíamos llevar a cabo una serie de estrategias que hiciesen al niño lector, pasando de la lectura pasiva  a la lectura activa y descubriendo la gran variedad de libros existentes.

         Los caminos para acceder a la lectura son múltiples y variados. No todas las estrategias, ni todos los libros van a producir los mismos efectos sobre los lectores; ni existe un solo medio de conseguirlo, como tampoco existe una verdad exclusiva, ni una sola cara del espejo.

Lo que sí parece cierto es que unas estrategias elaboradas para conseguir que el alumn@ ejercite la memoria, busque soluciones y sepa definir los problemas, va a facilitar el proceso lector. Si a ellas añadimos un aire festivo, diferenciado del ritmo del trabajo escolar, la animación a la lectura puede ser un éxito. Un aire festivo no quiere decir que debemos montar un circo con payasos incluidos.
        
         La palabra como generadora de historias.
        
El dicho "una imagen vale más que mil palabras", con el que no estoy plenamente de acuerdo, puede leerse también a la inversa. Una palabra nos puede traer mil imágenes.

Cuando oímos una palabra, nuestra mente se pone en funcionamiento, y comienza a rescatar imágenes asociadas a esa palabra generadora; pero no sólo aflora esa imagen, porque una palabra nos trae otra y otra y otra más, hasta el infinito; como esos pañuelos que extraen los magos de su chistera, unos atados a otros, dando la sensación de que nunca van a terminar de salir.

Dice Gianni Rodari en su "Gramática de la fantasía", que una piedra cuando cae en un estanque, primero altera la superficie del agua, moviendo todo lo que flota en ella, conforme avanza en su descenso, mueve la masa de agua y todos los elementos que en ella se encuentran, golpeando finalmente el fondo y desperdigando cuanto restos se encuentren en su poso. 
        
Éste fenómeno es similar al que se produce en nuestras mentes al recibir una palabra; se producen una serie de reacciones en cadena, superficiales y profundas, donde se mezclan conocimientos anteriores con recuerdos, sueños, fantasía, de tal modo, que nuestra mente se activa seleccionando información, añadiendo, quitando, ligando, construyendo, un mensaje nuevo, o una historia a partir de esa palabra generadora.

         Como estrategia creativa, podíamos utilizar también las posibilidades que nos ofrece el binomio fantástico, buscando dos palabras muy diferentes, muy extrañas entre sí, por ejemplo  perro y electricidad; para que nuestra mente fantasee, trabaje, busque la unión de esos dos elementos para poder crear una historia.
        
También podríamos jugar con el diccionario a buscar palabras desconocidas e inventarles un significado, para después crear una historia con ellas;  jugar a comernos letras para así formar palabras nuevas, aprovecharnos de los errores cometidos al escribir para crear otros vocablos, etc.

         La literatura oral.
        
Todos estos juegos creativos efectuados con las palabras, nos acercan a la literatura oral, y nos hace recordar, que al principio fue la palabra.

La literatura se transmitió oralmente hasta hace muy poco tiempo, y aún, en algunos lugares, persiste esta tradición.
        
Aunque la imprenta fue inventada por Gutenberg en el siglo XV, hasta hace menos de cien años no se impuso la moda de adquirir y coleccionar libros en las casas, tal como hoy la entendemos, era mucho más frecuente oír por boca de narradores los sucesos acaecidos.

Federico García Lorca decía que su vocación poética se la debía a los cuentos y canciones oídos a las mujeres de la vega granadina; Willian Faulkner siempre estuvo agradecido a las historias oídas de boca de las criadas negras del sur de EE.UU., Antonio Muñoz Molina, nos cuenta en su libro Pura alegría, (1998, pág. 55) " Y una de las imágenes más vívidas de mi niñez no procede de un recuerdo visual, sino de la voz profunda de mi abuelo materno contándome la historia de una mujer a la que enterraron viva en el cementerio de mi ciudad, y que cuando abrieron el ataúd tenía los ojos en blanco y los dedos rotos de arañar el terciopelo y la madera de la tapa." También nosotros podemos recordar como se cantaban los amores de Alfonso XII y María de las Mercedes, en los juegos de corro de las niñas de nuestra infancia.

Estas anécdotas nos hacen valorar la importancia de la palabra en la transmisión de nuestra cultura.

         La influencia de la palabra oída es muy fuerte, quizás todos recordemos nanas y canciones recitadas por nuestros mayores o esas historias de miedo que de niños nos contábamos unos a otros en nuestras horas de asueto. Por lo tanto, nada mejor para hacer lectores, que pescarlos  por el oído.

Si logramos interesar a nuestro auditorio con cuentos mágicos, el día en que no estemos para contárselos de nuevo, quizá tengan cerca un libro que recoja esas leyendas que tanto desean escuchar.

Se me viene a la memoria un recuerdo de la famosa  plaza de Marrakech, Jemaa el Fna, donde es frecuente encontrar corros de personas escuchando atentamente historias contadas por un narrador. Cierto día presencié durante unos minutos la gran atención con que el público seguía una historia, contada por un hombre menudo que sabía transmitir muy bien por medio de su cara, de sus manos, de todo su cuerpo, el contenido de una historia, que yo no entendí, pero que me gustó oír.

         A la hora de contar debemos sentir íntimamente el relato, saber contar lo esencial del tema, no es necesario aprender de memoria el texto,  hay que procurar no interrumpir la narración y sobre todo relatarlo de forma sencilla, lógica, dramáticamente y con entusiasmo.

         Estos mismos consejos se pueden aplicar a la lectura en voz alta. Si no queremos contar historias, podemos leerlas; el sólo hecho de que los alumnos nos vean leer, es ya una estrategia de animación a la lectura.

         La imagen, generadora de historias.

         Una imagen nos puede traer más de mil palabras. Una imagen puede ser la generadora de una historia. Al igual que una palabra, una imagen  puede recuperar muchos de nuestros recuerdos, unos asociados a otros, hasta completar un relato. Durante este proceso  nuestra mente se ve obligada a buscar otras imágenes y a asociarlas con palabras para que podamos comunicar lo que sentimos.

         Podemos ofrecer a nuestros alumnos una sola imagen, o un conjunto de ellas para que inventen un relato; pueden surgir tantos relatos diferentes como personas participen en la experiencia, aunque si el ilustrador nos ofrece unas ideas claras en sus dibujos, las historias pueden tener algunos aspectos en común.

         Otro recurso a utilizar es presentarles imágenes tridimensionales a través de libros desplegables u objetos, y a partir de ellos generar historias bien de forma individual o colectiva.

         También la imagen puede ser un complemento al texto, es decir lo ilustra y nos ayuda a comprender una historia, con lo cual asociamos la narración a unas imágenes predeterminadas, hecho que nos priva del placer de idear personajes y lugares, pero muy del gusto de los lectores más jóvenes.

         Otras veces las imágenes no son un añadido, sino que ellas conforman la historia. Los primeros libros  para formar lectores carecen de texto, están creados sólo con imágenes, lo que provoca el que cada lector las interprete de manera diferente, dando lugar a múltiples historias que potenciarán la imaginación infantil.

         Me decía Juan Madrid, en una conversación distendida que mantuvimos no hace mucho, que a él no le gustaba describir detalladamente a sus personajes, prefería dar unas pinceladas sobre ellos, para que sea cada lector o lectora el encargado de recrear esas imágenes y así hacerlos cómplices de la historia.

         ¿Cómo seleccionamos los libros?

         Cuando vayamos a recomendar un libro de lectura, lo primero y principal es que nosotros lo hayamos leído. A veces nos dejamos guiar por consejos de otros compañeros, por el representante de la editorial o por la lectura de la sinopsis del libro. Los tres procedimientos valen para conocer los libros y pueden que sean consejos acertadísimos, pero también es posible que ese libro en concreto no sea el adecuado para que lo lean nuestros alumnos, bien porque la temática tratada no sea de interés en nuestro entorno, o el momento no sea el adecuado.

         Cuando vayamos a recomendar un libro, fijémonos en su extensión, en su vocabulario, en las ilustraciones, en la complejidad de sus oraciones,... y sobre todo en los valores que pueda transmitir. Creo que es fundamental prestar atención a los temas transversales que encierra cada título, porque nos va a ayudar mucho en la formación de los ciudadanos y ciudadanas en el Humanismo del siglo XXI, en el sentido que nos indica Fernando Savater en su libro Despierta y lee (1998, pág. 72) " ... es imprescindible recuperar el aliento humanista, que lucha no sólo proteger las vidas sino por instituir las libertades, por educar en valores universales, por administrar los asuntos humanos de una manera no tribal, sino supranacional."

         El apartado de la edad no lo menciono, porque pienso que no deberían marcarse los libros por edades. Las editoriales lo hacen para facilitarnos el trabajo a profesores y a padres a la hora de elegir. Pero es muy difícil acertar, algunas veces una obra resulta complicada para los chicos a los que va destinada y en otras ocasiones sucede lo contrario. También puede ocurrir que dispongamos de un alumnado no capacitado para leer los libros marcados para su edad, pero que se niega a leer un libro recomendado para más pequeños.
        
Procuraremos seleccionar libros que cuenten una historia completa. No soy partidario de libros de lecturas compuestos por fragmentos de otros libros, salvo casos de buenas antologías, la mayoría de éstas dejan insatisfechos a los lectores.

         También debemos huir de los libros ilustrados con los personajes famosos de la última película de dibujos animados; la mayoría de ellos utilizan imágenes muy conocidas como anzuelo, que suelen ir acompañadas de un texto mal traducido, lo que crea dificultades de comprensión y por lo tanto, alejan a los lectores de la historia que hay detrás.

         ¿Se anima a escribir desde la lectura?

         Está claro que sí.  El simple hecho de leer está haciendo que nos fijemos en las palabras escritas, sin darnos cuenta ampliamos vocabulario, conocemos construcciones gramaticales nuevas, vemos maneras diferentes de dialogar, de contar un hecho,.... Una persona que lee se expresa oralmente y por escrito mejor que quien no lee nunca y puede sentir deseos de contar historias por escrito..

         Si antes de comenzar a leer un libro, jugamos a inventarnos su contenido a partir de su título estamos haciendo ejercicios de creación literaria y si le pedimos a los alumnos
 que reflejen sus opiniones por escrito, estamos animando a escribir. Luego, una vez leído, podemos analizar el final y decidir cambiarlo a nuestro gusto; si después lo anotamos en nuestro cuaderno, estamos animando a escribir.

         Por último, hay que decir que la lectura es un arma cargada de futuro, aunque muchos no se lo crean.





Bibliografía:



BETTELHEIM, Bruno y ZELAN, Karen. (1989): Aprender a leer. Barcelona. Crítica.

MUÑOZ MOLINA, Antonio. (1998): Pura alegría. Madrid. Alfaguara.

RODARI, Gianni. (1979): Gramática de la fantasía. Barcelona. Reforma de la escuela.

SARTO, M ª Montserrat. (1984): La animación a la lectura. Madrid. S.M.

SAVATER, Fernando. (1998): Despierta y lee. Barcelona. Alfaguara.








Este artículo se publicó en la revista CLIJ y se puede leer en el siguiente enlace. Febrero 2001.

http://prensahistorica.mcu.es/ca/consulta/registro.cmd?id=1007648










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