martes, 12 de junio de 2018

Un cuento en la III Bienal de Arte y Escuela de José R. Cortés Criado.


Un cuento en la III Bienal de Arte y 

Escuela



Por José R. Cortés Criado.

Este es el cuento que narré a los asistentes a la VII Noche de los Cuentos organizada por el CEIP Custodio Puga de Torre del Mar, Málaga, España, en el marco de la III Bienal de Arte y Escuela.


Buenas tardes a todos, alumnos, alumnas, madres, padres, abuelas, abuelos, tíos, primos, vecinos y demás asistentes.

Me han dicho que el alumnado del CEIP Custodio Puga es muy listo, yo no lo sé bien, por eso os voy a preguntar una cosa: ¿Conocéis a Caperucita Roja?

¡Ah!, ¡Sí!, pues muy bien, yo no la conozco, pero esta mañana conocí al lobo de ese cuento.

¿Qué cómo que lo conocí?

Muy sencillo, os lo voy a contar.

Hoy, al mediodía, cuando acabamos las visitas de los alumnos a esta III Bienal de Arte y Escuela, me asomé a las carpas que están ahí detrás por si quedaba algún niño rezagado, de entrada, en la primera carpa no vi a nadie, pero cuando miré a la carpa de arriba vi a lo lejos un niño y pensé:

¡Vaya maestro o maestra despistada que se ha ido con un niño de menos! ¡Menudo jaleo se va a armar! ¿Y cómo estarán esos padres si su niño no llega a casa?

Conforme pensaba en eso me acercaba al niño y vi que era muy peludo, ¡tenía todo el cuerpo cubierto de pelo! Y pensé: ¡Qué raro es ese niño!

Cuando estaba ya muy cerca me asusté, aquello no era un niño, ¡era un lobo! ¡Qué susto!

Yo iba a echar a correr, menos mal que me dijo que no me asustase, ¡así me vería la cara!, que era un lobo pacífico.

Le pregunté que de dónde había salido, ¿y sabéis que me dijo?, pues que salió de un libro.

Seguro que vosotros habéis visto una torre de libros en forma de árbol en la carpa, ¿verdad?, pues allí está el libro titulado Caperucita Roja y de ese cuento salió el lobo. Esto es lo que me dijo:

A mí me gusta estar en el libro, porque si me salgo para siempre se rompe el cuento y ya no lo leerá nadie, pero me canso de estar ahí apretujado entre las páginas con los demás personajes y de vez en cuando, me gusta salir a estirar mis patas y eso es lo que he hecho hoy, porque había silencio y creía que ya no quedaba nadie en la Bienal y…, si me prometes no contarlo, te voy a decir un secreto.

Ya no aguantaba más la discusión que tenían Caperucita, su madre y su abuela.

Comenzó la discusión la madre de Caperucita, regañándole a su hija y diciéndole todo lo que tenía que hacer, que si tenía que estudiar, que si tenía que fregar la casa, que si debía ser más obediente, que si no se echase novio, que si ayudara a su abuela, que si “cuidadín” con el lobo, que si… y que si… y que si…, hasta que Caperucita, que tiene un genio que no veas, le gritó con todas sus fuerzas:

¡Eres una marimandona y no te voy a hacer más caso, que me tienes harta, muy harta, más harta todavía!

La verdad es que la madre es muy pesada, todos los días está con la misma canción, que si esto, que si aquello, que si lo otro y que si lo de más allá. ¡Menuda pesada!

Pero Caperucita es mucha Caperucita y no veas cómo se pone cuando se enfada. A mí me da miedo, pero en fin, a la madre le dijo que ya no le iba a hacer más caso, que si se iba a ir de la casa, que si viviría en el bosque con su abuela, que si no iba a volver, que si no la quería ver más, que si…, bueno todas esas cosas que una hija le dice a una madre cuando está muy enfadada.

Y si todo esto era poco, la abuela que se había quedado dormida en la mecedora se despertó sobresaltada y comenzó a preguntar a voces: ¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué pasa?!

La madre y la hija seguían gritando, la una diciendo que tenía que ayudar en las faenas de la casa, la otra que ni loca le iba a hacer caso y la abuela empezó a gritar cada vez con más fuerza ¡¿Me podéis decir qué está pasando en esta casa?! ¡¿Pero qué pasa?!

Y las dos dejaron de discutir y se volvieron hacia la abuela y le gritaron aún más fuerte al mismo tiempo: ¡Que te calles, que estamos hablando nosotras!

La abuela se enfadó más y comenzó a gritar de nuevo:

¡¿Qué me calle?! ¡¿Qué me calle yo?! Vosotras sois las que os debéis de callar que yo soy la mayor y vosotras me debéis un respeto, que para eso soy la abuela, ¡hasta dónde vamos a llegar!

Caperucita quiso poner un poco de paz y le dijo: ¡Mira abuela, déjanos en paz, que ya tenemos bastante nosotras dos como para que tú te metas en nuestras conversaciones!

Y ahí empezó la discusión de las tres y la abuela comenzó a contar cada cosa…y ni la madre ni la hija sabían cómo callarla y la abuela continuaba diciendo:

¿A ver dónde está el lobo? ¡Que venga el lobo y me coma ya! ¡Yo no quiero estar más con vosotras, que venga el lobo y me coma corriendo, que no quiero ni veros!

Tú estás loca, ¿cómo que quieres que te coma el lobo?

A  mí me encanta cuando me come el lobo, estoy más calentita en su barriguita, allí toda tranquilita flotando en su estómago estoy la mar de a gusto.

Y Caperucita insistía: ¡Anda, anda abuela! ¿Cómo se te ocurre decir eso? ¡Tú estás loca! Cómo te va a gustar que te coma el lobo y te metas en ese estómago con todos esos jugos gástricos, todo pegajoso y con los restos de huesos y de carne flotando y de lo que ha comido el lobo y con lo mal que le huele la boca, si eso es horroroso, ¿cómo puedes decir que te gusta que te coma el lobo?

¡Qué no, que yo me quiero ir a la barriga del lobo, así que venga ya y que me coma! ¡Ah!, pero no quiero que venga más el cazador, ese que se quede por ahí en su casa y que no venga.

¿Pero cómo que no quieres que venga?

Porque no quiero que me saque de la barriga del lobo, que yo allí estoy muy a gustito.

 Abuela, cada día estás peor.

¡Mamá cómo dices esas tonterías!

Así estaban las tres y yo ya no podía más, por eso decidí salir a estirar las patas un ratito.

Pero la verdad es que yo tampoco quiero que venga el cazador, aunque me tenga que comer a la abuela y a Caperucita para toda la vida y ya no me las coma más, es que el cazador es muy bruto, si tu supieras la raja que me hace en la barriga y la fuerza con la que me clava el cuchillo.

Y luego, cuando me llenan el estómago de piedras, que esta gente se cree que yo me como todo hasta las piedras, sí, ahora resulta que voy a ser un lobo comepiedras. A mí lo que me gustan son los lechoncitos, los cabritillos, los corderitos, los niños tiernos, pero a mí no me gusta que me llenen la barriga de piedras, ni una mijita.

Y encima me cosen y lo hacen sin ponerme anestesia, y claro, como soy el lobo y tengo que ser muy valiente, no puedo ni chillar ni patalear, me tengo que estar quietecito mientras me cosen y ahí me tenéis, ¡ale!, me cosen y yo venga rabiar y venga rabiar, y luego me entra sed y me voy a beber al río y me caigo al agua y con el peso que llevo en el cuerpo no puedo salir, y…lo paso fatal, hasta que me repongo otra vez para que venga otro de vosotros, coja el libro y lea de nuevo la historia y vuelta a empezar.

También os digo, que el día que yo me canse, el cuento se termina, aunque a lo mejor se cansa antes Caperucita o la abuela o vete tú a saber”.

Así que todo eso es lo que me contó el lobo.

Yo le pedí que me contase más cosas pero me dijo que no, que otro día a lo mejor, porque ya olía a comida y si se retrasaba esas tres mujeres y el cazador, que no sabéis cómo traga, "me dejan a mí sin comer y si no como no tengo fuerzas para contar el cuento ni para que me vea nadie".

Así que si tú o algunos de los alumnos que visitan la Bienal quieren verme, que vengan hasta aquí, cojan el libro de Caperucita Roja y lo abran por la primera página que estaré muy contento de observar sus caras cuando leen la historia y me ven en los dibujitos. Adiós.

Con las mismas se metió en el cuento y ya no lo volví a ver a pesar de que di dos vueltas a la montaña de libros. Por eso, esta tarde, cuando terminemos la sesión de cuentos, volveré a la carpa a ver si me cuenta algo nuevo. Si me entero de algo más, os prometo que iré a vuestro colegio a contároslo.

Bueno, espero que os haya gustado y hayáis aprendido algo nuevo del cuento de Caperucita Roja y si queréis saber más, preguntarles a vuestro maestro o vuestra maestra que seguro que saben más cosas que yo. 

Hasta la próxima. Adiós.







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