La novela infantil y juvenil de Juan Madrid.
Por José R. Cortés Criado.
Juan
Madrid llevó a cabo la primera incursión en la llamada Literatura Infantil y
Juvenil en 1987, cuando publicó Hotel
Paraíso en la editorial Anaya, y la última, por ahora, en el año 2010,
publicando El Rey del Mar en la
editorial Edebé.
En Hotel Paraíso se narra el encuentro en
un hotel de cuatro delincuentes, tres de
ellos buscan al cuarto compinche que se fugó con el botín. Paralelamente se desarrolla otra trama en el hotel. Un joven
que realiza pequeños trabajos a cambio de su alojamiento es acusado de robar un
broche a una clienta, todos sospechan de él por sus antecedentes. Al final resultó
que la señora lo había cambiado de lugar, quedando el chico libre de culpa;
además, salvó su vida y la de la hija de la señora denunciante cuando el jefe
de los hampones pensaba eliminar a ambos. Para alcanzar este objetivo contó con
la ayuda de su perro, Sombra.
Veintiún
años más tarde, en el 2008, Juan Madrid publicó Huida al Sur, obra con la que ganó el Premio Edebé de Literatura
Juvenil y cuya trama es la misma que en Hotel
Paraíso, pero mucho más elaborada. Se repite el marco donde se desarrolla
gran parte de la historia, los personajes… e incluso la figura del perro que salvó
la vida de los dos jóvenes. Como dijo el escritor, es una vieja historia con
caras nuevas.
En la
primera los personajes son planos y escasean las descripciones, todo a favor de
la acción, que se presenta de forma muy sencilla; se trata de una obra dirigida
al público infantil y tiene una estructura que recuerda los cuentos
tradicionales. En Huida al Sur la trama está más elaborada, en esta ocasión
se presentan los hechos desde su origen y sabemos que el robo de brillantes y
documentos está relacionado con la mafia italiana y la corrupción urbanística
en la Costa del Sol; los personajes están mejor creados, sus acciones y sus diálogos
los van mostrando tal como son; las descripciones de lugares y hechos son más
minuciosas y el resultado es una obra juvenil en la que se entrecruzan varias
historias interesantes que embaucan al lector y lo llevan con rapidez hacia el
desenlace y, por fin, el lector sabe a quién pertenece la tumba del jardín que
es mencionada al inicio; se trata de una novela merecedora del premio obtenido,
con un perfil de novela negra y social tan acorde con el estilo del autor.
En la
novelística de Juan Madrid llama la atención que los personajes sean
presentados con unos pocos rasgos físicos, como si la prosopografía no fuese
importante, aunque lo que persigue el autor es que el lector complete la
fisonomía del personaje; sin embargo va dando detalles de la etopeya
definitorios de su personalidad, en Huida
al Sur, el lector sabe del joven protagonista que vivió en Tetuán, que
tenía miedo a la oscuridad, que añora su infancia junto a su madre, que le
gusta el mar, que pinta, sabe incluso el tipo de papel y la marca del lápiz con
el que realiza los bosquejos de sus cuadros… y sin embargo hasta la página 64
no sabemos que es un joven alto, guapo y fuerte, además de tranquilo.
Si
analizamos los personajes de sus obras infantiles y juveniles, junto a los
niños aparecen una serie de hombres y mujeres corrientes y otros que pueden ser
considerados atípicos, como el viejo pescador que vive en la playa, el niño
marroquí sin madre, otro hijo de un delincuente, uno dado en adopción, otro que
no se considera ni marroquí ni español, el joven que se escapó de un centro de
acogida de menores, algunos personajes con malformaciones y minusvalías que
actuaban en el circo… y es que Juan Madrid da “voz y voto a las pobres gentes, a los que no salen en la historia ni en
la literatura, los currantes, las putas, los chóferes de taxis, los ladrones,
los policías o los porteros de discoteca”[1].
Sin
embargo cuando describe los lugares es muy minucioso, incluso escribe los
nombres de las calles por donde deambulan sus personajes. En Huida al Sur también se puede leer: “A
unos setenta kilómetros de Granada, descendiendo las tortuosas estribaciones de
la cordillera Penibética en dirección a la costa, se encuentra el pueblo de
Salobreña, encaramado en un cerro cortado a pico sobre la llanura costera”. (p. 7)
En Cuartos oscuros se describe
el paseo por Nerja de uno de los protagonistas de este modo: “llegó hasta la
plaza Cantarero y bajó la calle. Se compró un helado de
"tutti-frutti" en una heladería, llamada La Ibicenca, de la calle
Pintada, llegó al Balcón de Europa, de aquí se fue a la calle Carabeo. (pp. 128-129) En El Rey del Mar describe el viaje en tranvía desde el centro de
Málaga hasta la barriada de El Palo: “Dejamos a la izquierda la plaza de toros
y el castillo de Gibralfaro, lleno de casuchas, [...]Después, el balneario Los
Baños del Carmen y La Caleta, donde vivían los ricos de Málaga” ( pp. 155-156)
A lo largo de estos veintitrés años Juan Madrid ha publicado,
además de sus novelas para adultos, una serie de títulos dedicados a los
jóvenes lectores, en los que deja constancia de sus aventuras infantiles, de
los recuerdos de su ciudad natal, de su ideología y homenajea a Emilio Salgari,
emulándolo en algunos de sus relatos. En todas sus obras expone su forma de
pensar porque considera que “la labor del escritor es mostrar cómo
está camuflada la realidad, cómo se engaña, cómo se oscurece. Nosotros no
debemos oscurecer la realidad que ya está oscurecida. Debemos mostrar,
desvelar, dar luz”[2].
La
trama en las obras infantiles y juveniles tiene una estructura similar: el
narrador presenta a los diferentes protagonistas y los distintos
acontecimientos que se desarrollarán paralelamente. Al avanzar el relato,
protagonistas, antagonistas, hechos y sucesos se entrelazarán, creando una
compleja ficción hasta alcanzar el final de la historia donde todos los asuntos
se aclaran dando por finalizada la historia.
El
narrador suele ser omnisciente, intercalándose, en ocasiones, con la presencia
del protagonista que relata en primera persona, diluyéndose ambos en
determinados pasajes de sus primeras sobras, como se puede comprobar en las
obras de personajes fijos. Los piratas
del Ranghum, En el Mar de China, El
fugitivo de Borneo o El Rey del Mar.
Esta tetralogía
que recrea su infancia malagueña cuenta lo que le sucede a un grupo de niños,
que disfrutaban de la calle como lugar ideal para los juegos y pequeñas
travesuras. La narración de estas estampas cotidianas se presenta interrumpida
por las historias inventadas por Salvador, el viejo marino, y Juan, el joven
protagonista, que las amplía y las recopila.
La
infancia malagueña de Juan Madrid.
Tiene
el autor cuatro novelas publicadas actualmente en Edebé que recogen muchas de
sus vivencias infantiles en Málaga, se trata de Los piratas del Ranghum, En
el Mar de China, El fugitivo de
Borneo y El Rey del Mar. Están
escritas en primera persona, los personajes son comunes en las estas obras, siendo
el protagonista, Juan, al que acompañan en sus aventuras su hermano Carlos, su
amigo Mohamed y Clara, la hija de la amiga de su madre; también es clave un
personaje adulto, Salvador, viejo marinero que vive en una caseta en la orilla
de la playa junto a la desembocadura del río y su perro Rayo. Las tres primeras
fueron anteriormente editadas en la editorial Alfaguara entre los años 1996 y
1997.
A lo
largo de las páginas Juan nos irá mostrando la sociedad en la que le tocó
vivir, la ciudad de Málaga durante la posguerra. Los primeros recuerdos tienen
que ver con la calle, lugar donde se desarrollaba gran parte de la vida diaria;
con los otros muchachos, unos más amigos y otros menos, sobre todo los del otro
barrio colindante al río, el Perchel; con la gran libertad de movimiento que
tenía en su zona, aunque se quejaba porque otros niños no iban a sus casas nada
más que para comer y dormir y su madre era más estricta en el tema de horarios;
y con las historias que escuchaban del viejo Salvador.
De esa
primera infancia recuerda muy intensamente los expediciones que hacían al río Guadalmedina para buscar “tesoros”
de chatarra, cascos de vidrio, cartones y demás que vendían al trapero del
barrio para alquilar libros o tebeos, y comprar caramelos, altramuces, palotes
de palodú, es decir, regaliz, o
chicle americano Bazoca, “siempre en la boca”, y su habilidad en el juego del pincho,
que consiste en clavar un objeto punzante el en suelo, se solía practicar en
las zonas húmedas del río.
A
través del joven protagonista conoceremos la existencia de bandas rivales; por
un lado la que forma el autor con su hermano, su amigo Mohamed y Clara, y, por
otro, los niños del Perchel, barrio popular malagueño. Ambos grupos estaban
separados por un río que atraviesa la ciudad, cuyo cauce es tierra de nadie, siempre
repleta de “tesoros” y cuya soberanía era disputada por ambas bandas; la banda
de Juan era la más temerosa, sus rivales eran niños de la calle con más
experiencias en peleas y guerrillas a pedradas que los protagonistas de esta
historia.
Juan
solía darle de lado a las reyertas, pero cuando no le quedaba más remedio debía
hacer frente a las consecuencias; como no era buen luchador no solía salir bien
parado pero no podía ser tachado de cobarde, sobre todo si el adversario le
tocaba la oreja con el dedo mojado en saliva, entonces la pelea era inevitable;
pero antes de comenzar se recordaban las normas por las que se regía el
combate, como gritó Mohamed en Los piratas
del Ranghum: “Hay que cumplir las cinco reglas -dijo-. Primera, no meter los
dedos en los ojos. Segunda, no estrangular. Tercera, no arañar ni morder.
Cuarta, no agarrar lo huevos. Y quinta, no mentar a la madre ni a los muertos”.(p.
114)
Además del río,
el autor realiza detalladas descripciones de lugares y sobre todo refleja los
nombres de calles, plazas, alamedas, barrios, comercios…, todos ellos
existentes, por donde deambulan los personajes y transcurre la trama de estas
novelas, es un guiño a su infancia y como dijo a un periodista cuando le
preguntó qué supone Málaga en su obra literaria: “Es la memoria. La única
patria que reconozco. Aún creo que no he salido de los callejones de Málaga”[3].
Para
estos chicos no todo era jugar en la calle y saltar al río, también debían
acudir a clases que las impartía su madre en la cocina de la casa, era maestra
represaliada después de la Guerra Civil y prefería educar a sus hijos antes que
matricularlos en un colegio nacional. Toda la banda acudía; el más necesitado
de material era Mohamed y la más abastecida, Clara, hija de matrimonio rico,
según Juan, a la que compraban cajas con doce lápices de colores, pluma
Waterman, lápices HB Castell y un plumier como no debía haber ninguno en Málaga
y…, que era la envidia de todos.
Las
lecciones en casa eran más amenas que en el colegio, porque su madre era
estupenda, porque se impartían en menos tiempo y porque no había alumnos que
creasen problemas o quisieran imponer su voluntad en el patio de recreo; a todo
esto, había que añadir las suculentas meriendas de pan y chocolate que aportaba
Clara todas las tardes.
Más
adelante los hermanos Madrid debieron acudir a un colegio del que no guardan
gratos recuerdos: “El asqueroso colegio se llamaba Colegio Academia Davó y
habían cambiado algunas cosas en él: ya no estábamos juntos los pequeños y los
mayores, ni nos daba las clases la madre de don Miguel, ni existía la banda de
los Murciélagos Negros… pp. 26-27.
El
contador de cuentos.
Un
personaje clave en esta tetralogía, que también aparecerá en otras novelas, es
el viejo Salvador, que con trece años se embarcó en el puerto de Cádiz y
recorrió medio mundo, aunque siempre añoró Málaga y volvió a vivir sus últimos
años en la ciudad. El encanto de Salvador consiste en saber ser “Sherezade y
seducir al sultán”, como gusta decir a Juan Madrid, autor al que le gusta
recrear historias llenas de vida e interés que hipnoticen al lector y le haga
esperar con impaciencia la continuidad del relato, siguiendo el patrón de la
literatura tradicional. “Soy heredero de esos contadores de cuentos orales”[4].
Juan Madrid
recuerda las historias de la ardilla viajera que le contaba su padre con cuatro
años y las de Juan Perico cuando tenía trece; siempre esperaba impacientemente
poder escuchar otra andanza de estos personajes, por eso escribió: “Con
frecuencia, los escritores olvidamos un principio fundamental en la literatura:
una historia debe subyugar al lector de forma que no pueda dejarla. Tal como
hacíamos al escuchar a mi padre, el lector debe caer cautivado ante lo que se
le narra. Conseguido esto, lo demás son regalos” (Cuartos oscuros, p. 6).
Los niños acudían
a la playa para poder disfrutar de las historias de Salvador, eran cuentos que
nunca acababan y tenían a los oyentes pendientes de la continuación. Los deseos
de conocer sus avances llevaron a Juan a idear la evolución de las mismas e
inventarse finales acordes a sus deseos. Salvador sabía que el chico recogía
las historias en su cuaderno de tapas negras y las ampliaba, e incluso
intercambiaban ideas respecto a determinados aspectos.
Las narraciones de
Salvador se intercalan con las vivencias de los chavales. Así se puede leer en
las páginas de Los piratas del Ranghum
que Salvador viajaba en el barco denominado Ranghum por los mares del Sur cuando
la tripulación decidió convertirse en una banda pirata para secuestrar a la adinerada
sefardí Fátima Toledano y a su padre, que terminaron siendo prisioneros del rey
de Somalia, aunque después la señora creó una sucursal de sus negocios en aquel
lugar y se asoció con el monarca; además, el malagueño, estuvo a punto de ser
alimento de los tiburones y sobrevivió a otras muchas peripecias.
En la novela
titulada En el Mar de China, Salvador
navegaba por aquellos mares de oriente cuando sus compañeros decidieron aliarse
con Chen-Kai, el señor de la guerra chino, pero aquél, persona noble y
desinteresada, no quiso formar parte de tal tropelía, se separó de sus antiguos
compañeros y siguió haciendo el bien a los necesitados, como acostumbraba, y le
salvó la vida a un señor que fue atacado por un grupo de personas, se trataba
de Sandokán.
En El fugitivo de Borneo Salvador vive en
la isla secreta del Tigre de Malasia, de allí
sale cuando los ingleses la invaden y termina en una isla desierta donde los
caníbales se comieron al maestro para así poder adquirir su sabiduría y ser más
listos. Cuando el marino iba a ser introducido en la cazuela le vieron colgada
al cuello la esfinge del tigre, que había pertenecido a Sandokán; ese hecho le
salvó la vida.
Salvador
es el alter ego de Juan Madrid y casi el heterónimo de Emilio Salgari; en el
prólogo de Los piratas de Ranghum se
puede leer que las aventuras infantiles son una mezcla de vivencias, recuerdos
y fantasía sin saber el autor dónde están los límites de cada una de estas
historias que le contaba a sus hijos cuando eran pequeños como si fuesen de
Salvador. En El fugitivo
de Borneo se puede leer la siguiente dedicatoria: A Emilio Salgari y
a Sandokán, que me formaron y me deformaron a los once años”.
En la
novela El hijo de Sandokán Juan
Madrid crea la figura de Kamal, el hijo del tigre de Malasia, y presenta a un
joven idealista que busca la liberación de su tierra de la opresión inglesa;
los ingleses son presentados como los malvados que ideó Salgari y como los
representantes del espíritu colonial en la zona; a este asunto se debe añadir
la historia de amor que vive el protagonista del relato, Salvador, y los
valores de libertad y solidaridad que representa el espíritu del joven
libertador, más cercano a los protagonistas de Madrid que a los de Salgari.
La figura
del padre.
La familia de Juan, el protagonista de la trilogía
ambientada en Málaga, está compuesta por sus padres y su hermano Carlos. El
padre es una figura ausente que inspira todos los actos del joven y hacia la
que siente gran respeto y veneración. Siempre está presente a través del
recuerdo de sus palabras y de los consejos recibidos; a él recurre Juan cuando
tiene algún problema, imaginando qué haría su progenitor en tales
circunstancias o qué diría.
En Los piratas del Ranghum, Juan, desde su óptica infantil explica que
vive con su madre y su hermano porque su padre está ingresado en prisión por
sus ideas políticas. Este dato es fidedigno y lo deja explícito a lo largo de
sus obras. También refleja que ambos hermanos deben escribir una carta a su
padre, lo hacen porque se lo pide la madre y porque saben que las cartas le
ayudaban mucho en la situación en que estaba.
También
narra, desde su perspectiva infantil, la irrupción en su casa de dos policías, que
con falsa amabilidad, hablaron con su madre. Los niños no entendieron bien el
motivo de la visita pero escucharon expresiones como: “su marido…, es mejor por
las buenas…, sindicato subversivo…, paz de España…” Esta visita lo angustia al
temer por la suerte de su madre.
En El Mar
de China se puede leer: “A mi padre le indultaron de la pena de muerte y lo
trasladaron de la prisión de Málaga al penal del Puerto de Santa María en
Cádiz. Le habían conmutado la pena capital por treinta años de trabajos
forzados. El delito de mi padre era el de rebelión militar, o sea que, según
dijeron ellos, había ayudado a la guerrilla de los montes y había levantado en
armas la fábrica donde trabajaba.
Una
sarta de mentiras” (En el Mar de China,
p.5).
En El fugitivo de Borneo nuestro joven
protagonista es llevado a comisaría por un pequeño hurto en una casa, que
resultó ser la Gerald Brenan, y encerrado en el cuarto de la limpieza bajo
amenaza de cinco años de reclusión en un correccional. -Juan se vio impelido a
realizar tal acto vandálico para poder ingresar en la banda de los Murciélagos
Negros-. En tal situación de desamparo quiso pensar en sus héroes para darse
ánimos, echando de menos a su familia, especialmente la figura paterna.
En primer lugar recordó a las personas conocidas que habían
estado en mazmorras y no habían llorado: “mi padre, el Conde de Montecristo,
Ivanhoe, Salvador... Sobre todo me puse a pensar en mi padre. ¡Cuánta falta me
hacía en aquellos momentos! Necesitaba que mi padre llegara y me sacara de
allí, que resolviera la situación. O al menos mi madre. Necesitaba a los dos, a
mi padre y a mi madre. Y a mi hermano. Quería estar en mi casa” (El fugitivo de Borneo, p.125).
Juan y su hermano Carlos se sintieron muy felices el día que
su padre salió de la cárcel y volvió a casa, como cuenta en El rey del Mar: “Saltamos sobre él y
nuestro padre nos sujetó a uno en cada brazo. ¡Qué fuerte era! ¡Podía con los
dos! Éramos plumas. Empezamos a besarle en el cuello y en la cara. Nunca he
olvidado el olor de mi padre. Mi hermano empezó a llorar y yo me contagié y
también lloré”. (pp. 188-189)
El
hecho de tener realmente al padre preso quizás aumente la añoranza de su
presencia o exagere sus cualidades, pero al margen de esta matización, el padre
es una figura muy importante en la vida de Juan Madrid, y creo que esta ausencia
influye en la creación de algunos de sus personajes.
Salvador
en Los cañones de Durango es un joven
que vive con su madre en Málaga, no conoce a su padre que se fue a hacer la
revolución con Pancho Villa a México. La novela narra las peripecias del joven
en busca de su padre, cuando lo encuentra siente ganas de llorar y “quería que
me abrazara, que me tratara como un niño, que me diera la mano…” (p. 163). Es una novela de viaje y
aprendizaje, no en vano el chico madura a lo largo de las páginas.
Tomás,
protagonista en Cuartos oscuros, vive
con su madre en Madrid. Su padre está preso en Málaga por fraude inmobiliario.
El joven viaja desde la capital a la costa del sol en busca de su progenitor,
del que no sabe nada desde que fue encarcelado, es una ruta más corta que la
del anterior personaje pero con una finalidad similar. El autor utiliza una
metáfora para reflejar el paso de la infancia a la juventud del protagonista,
cuando éste dice que el hecho de robarle el macuto fue como quitarle su
infancia y atravesar una línea oscura.
Luis,
en Los senderos del tigre es un joven
de quince años, que fue abandonado por su madre biológica al nacer, adoptado
por un matrimonio que fallece pronto y obligado a sobrevivir en la Málaga de
1905. Se embarca como marino en el trasatlántico Andrea Doria y termina sus
días en una aldea del Amazonas.
Abdul
Saíd Torres, en Tánger, representa a
un joven huérfano de madre. Ésta era una mujer berebere del norte de Marruecos,
el padre era un policía español. Esta novela “participa del género policíaco,
aspira a aportar al espectador más elementos sobre la manipulación, el
desprecio y la deshumanización”[5].
El
protagonista de Huida al Sur, Tomás,
también lleva sangre española y marroquí. Su padre fue un atracador de bancos
al que nunca conoció y su madre, española, se hizo cargo de él mientras pudo,
antes de ser ella recluida en un psiquiátrico y él en un centro de acogida de
menores.
La
figura de la madre
El
papel de la madre, cuya presencia física es permanente y soluciona los
problemas cotidianos, evoluciona a lo largo de estas historias; comenzó siendo
un ama de casa con grandes dificultades para sacar a sus hijos adelante, con el
marido en la cárcel, y con su orgullo a pesar de las circunstancias
desfavorables para su persona y su ideología. Capítulo a capítulo va cogiendo
fuerza y mostrando su fuerte carácter y se descubre como lo que es, el pilar de
la familia.
Pronto
se sabe que es una maestra de escuela represaliada, que piensa que todas las
escuelas públicas son fascistas aunque el nuevo régimen no acabó con todos los
buenos profesionales, por eso da clase a sus hijos y a los amigos de estos en
casa. Cuando decide enviarlos a una academia recrimina a su colega su dejadez
en cuanto al trabajo docente.
Juan
apreció realmente la valentía de su madre la noche que la policía fue a casa y
no manifestó ningún temor ante su presencia. Los niños estaban asustados porque
habían visto cómo golpeaban a su padre y se lo llevaron detenido. Hubo otra
ocasión en la que la imagen de la madre se agrandó ante los pequeños, fue
cuando el señor Valderrama, un mutilado falangista, propietario de una taberna,
les dijo a ella y sus hijos que para ser rojillos eran muy finos y que había
que darles aceite de ricino, además de mirarla con lascivia. La madre le
respondió con dos galletas a pesar de considerarlo un fascista de cuidado.
Juan
anotó en su cuaderno: “yo era muy joven y no lo sabía, pero mi madre había
conducido tanques durante la Guerra, había fabricado municiones junto a mi
padre en su fábrica, había sido enlace y enfermera en el frente y también,
miembro activo de los batallones Culturales” (En el Mar de China, p 115).
En El fugitivo de Borneo los niños
presencian la visita de una persona desconocida que alarma a la madre, sucedió cuando
acaban de indultar al padre y esperaban su regreso a casa; se deduce que fue algún
miembro del maquis que pedía ayuda, sobre todo medicinas. Ella las consiguió,
pero el padre de un amigo de sus hijos, un capitán de la Guardia Civil, le
recomendó no acudir a la cita prevista. Ella ese día se fue a la playa con los
niños pero dejó el encargo a Salvador, que las entregó sin problemas. En este
pasaje la figura materna alcanza tintes épicos y Salvador agranda su figura
humana.
El
capitán de la Guardia Civil que no quiso detener a la madre, también ayudó a
Juan cuando fue detenido por asaltar la casa de Gerald Brenan, es el contrapeso
a los policías que fueron a interrogarla a casa con un talante muy distinto.
Igual ocurre con el jefe de la prisión donde está recluido su padre, frente al
tabernero. Juan considera a ambos fascistas pero recuerda que aquel trataba con
respeto a su madre y consideraba a su padre un caballero. “A mi hermano y a mí
nos dio caramelos y nos dijo que él también tenía dos hijos y que a su hermano
lo había fusilado en Madrid durante la guerra” (En el Mar de China, p.30).
El
escritor retrata a unos representantes del poder instituido como defensores del
régimen político, enfrentados permanentemente con los vencidos en la guerra
civil y queriendo imponer sus ideas menospreciando las de los que piensan de
manera diferente. Frente a éstos, nos presenta a personas que a pesar de formar
parte del grupo de los vencedores no muestran rencor ni inquina contra nadie;
son simples personas que hacen su trabajo lo mejor posible e intentan no hacer
el mal a ningún semejante. Juan Madrid lo que hace es reflejar una realidad
social.
El
compromiso social.
Juan
Madrid es considerado el padre de la novela negra en su vertiente urbana y social.
Los problemas sociales, la corrupción, la falta de libertad, la insolidaridad,
el desprecio…, son temas que denuncia constantemente en sus obras tanto
infantiles como en las dirigidas al público adulto. La orientación política de
sus padres debió influir en su carácter y las injusticias que sintió tanto en
su persona como en su entorno han quedado patente en sus textos y en su
ideología.
La
novela Tánger comienza con un
capítulo a modo de presentación en el que se puede leer una declaración de
principios del escritor. “Todos los fascismos están alimentados por el miedo a
los pobres y a la revolución. Y, sobre todo, por la irracionalidad, los
nacionalismos, el fanatismo y la miseria sexual y moral. (Palabras escuchadas a
mi padre, Juan Madrid Conejo).”
Hay un
personaje en varios de sus libros que sufrió una acción salvaje del ser humano,
es un perro que no puede emitir sonido. En las cuatro obras que narra su
infancia, es el amigo inseparable de Salvador, que también ayuda a los niños en
algunos momentos, se trata de Rayo; en Hotel
Paraíso y en Huida al Sur, se llama Mudo y pertenece a
los jóvenes protagonistas.
Su
historia es la misma en los cinco volúmenes: alguien se lo encontró con el
cuello cortado, salvó la vida pero no pudo volver a ladrar. Este es un acto de
solidaridad hacia un ser más débil que además no puede comprender qué le
sucede. Juan Madrid cuenta que conserva en el recuerdo lejano la presencia de
un perro que tenía una cicatriz en el cuello y que no ladraba, nadie supo
explicarle por qué estaba mudo.
Con
mayor intensidad deja constancia de su solidaridad cuando se refiere a
personas. No permite que se menosprecie a nadie por su origen o situación
económica, y, además, explicita que son valores que les transmitió su padre. La
figura ausente ocupa un espacio importante en los relatos, marca la forma de
vida familiar y deja claro los principios morales por los que se rigen. El
escritor manifestó en la presentación de unos de sus libros, Cuentas pendientes, que entre otras
cosas a él le deben especialmente “un mundo justo en el que no prevalezcan las
relaciones de dominación, sino la utopía que abrazo desde niño”[6].
Así
narra que cierto día los dos hermanos acudieron a casa de Clara y la criada los
miró con desconfianza, Juan sospechó que la mujer cría que los pobres y los mal
vestidos son golfos, de la misma manera que otras personas “desprecian a los
árabes, negros, orientales o gitanos por no ser como ellos. Otra muestra de la
estupidez humana, tal como nos explicaba nuestro padre antes de que lo metieran
en la cárcel” (En el Mar de China, p. 51)
Y cuando
opina de las personas que se lucran rápidamente escribe: “Papá dice que es muy
difícil ser rico y no ser ladrón” (En el
Mar de China, p. 53). En otra
ocasión cuando Juan fue llevado a comisaría acusado de robar, Carlos dijo a los
policías: “Nosotros no robamos. En mi casa nos han enseñado a no robar” (El fugitivo de Borneo, p.11).
También
es significativo que el mejor amigo de los dos hermanos sea un marroquí; con esta
relación el autor deja constancia de su rechazo a cualquier manifestación de
racismo o xenofobia y hace un guiño al tiempo vivido en el norte de Marruecos
cuando su padre salió de la cárcel. El marroquí acude a la casa de ellos con
toda confianza, participa en todas las aventuras y es buscado por sus amigos
cuando se ausenta alguna tarde. En el Mar
de China, cuenta que cuando Curriqui les entrega una carta diciéndole que
se la dio el moro, su hermano Carlos responde enfadado: “No es un moro. Es
Mohamed”. En esa época los hermanos despreciaban únicamente a los que se
echaban novias.
Una
situación similar de desprecio por su origen siente Tomás, protagonista de Huida al Sur cuando ha de identificarse o cuando es
interrogado por un policía:
“-...
Eres hijo de marroquí y de española, tu padre es... -consultó el carné-:
Omar... Abdalá... Ib Larissi..., nacido en Tetuán, en Marruecos. Un moro.
- Mi
padre es berebere del Rif.
-¿Eh?
-exclamó Montoro-. ¿Berebere? Bueno, moro..., lo que sea”. (Huida al Sur p. 55)
Abdul
Saíd, protagonista de Tánger,
comenta: “En realidad, para los españoles soy moro, y para mis compatriotas,
español” (p 139). Es hijo de una
mujer berebere y un español, y a pesar de ser maestro y faltarle un año para
ser policía nacional, no se siente de ningún país, en ambos lo miran con recelo
por sus antecedentes familiares y su formación.
Otro
retrato tipo de marroquíes se puede leer en Cuartos
oscuros, Tomás, el joven protagonista es retenido en comisaría junto a un
viejo español y dos jóvenes de Marruecos. El anciano emplea la coacción para
sonsacarle a Tomás dónde se oculta su padre, los jóvenes lo protegen y entonces
los insulta: “Moros de mierda, asquerosos -escupió el viejo-, meteros en
vuestros asuntos. Iros a vuestra tierra. Venís aquí a quitarnos el pan y el
trabajo -lanzó un salivazo al suelo-. Asesinos de Cristo” (p. 78), ante estos improperios los marroquíes invitan al chaval a
sentarse junto a ellos y lo tranquilizan diciéndole: “Con nosotros tú no
preocupación. Nosotros no ladrones, nosotros vender cosas por la playa,
¿comprendes?” (p. 78).
En el
libro titulado En el Mar de China se
narra que Mohamed fue secuestrado por el dueño del Teatro Circo Chino de
Manolita Chen y obligado a trabajar en
él hasta que su padre saldase una deuda de juego que tenía pendiente. Cuando lo
liberan, Juan se enfrenta al señor Chen y le reclama una indemnización
económica para su amigo, alegando que todo trabajador tiene derecho a cobrar
por la actividad llevada a cabo, y a pesar del miedo que siente cuando le
responde el señor Chen, del temblor de las piernas y de su nerviosismo
reflexiona: “mi padre estaba en la cárcel por pedir un salario justo para los
obreros y tenía que demostrarle a ese bravucón chino que mi padre no está
prisionero en vano” (En el Mar de China,
p. 93)
La
amistad es un tema muy presente en sus novelas, los jóvenes siempre terminan
por encontrar algún amigo de verdad y descubren a los falsos, como dijo Durán
al tío Paquito en Cuartos oscuros:
“Tener un amigo es una riqueza, Paco. El que no tiene amigos es más pobre que
las ratas”. (pp. 169-170)
De sus
deseos de libertad, de independencia, autonomía personal, social, política y de
cambios en las formas de gobierno deja constancia en citas y referencias a
hechos históricos aunque cargados de fantasía literaria. En sus páginas se
puede leer como Sandokán explica sus ideales políticos referentes a la
liberación de los pueblos colonizados y afirma: “Mi delito es luchar por una
Malasia libre de los ingleses” (En el Mar
de China, p. 104.)
Juan
Madrid nos presenta igualmente a Salvador, un joven malagueño que viaja hasta
México para encontrarse con su progenitor, éste, que lucha junto a Pancho
Villa, su preocupa más de la revolución que de su familia y cuando conoció a su
hijo le dijo: “Después de México, será España. Y llegará la hora de la
emancipación social. No habrá pobres ni ricos. Sólo hombres libres”. (Los cañones de Durango p. 164).
En Huida al Sur el joven protagonista, que
ha vivido en centros de acogida, es acusado de robar siendo inocente. Salvo uno
de sus compañeros, todos cambiaron inmediatamente su actitud frente a él, lo
menospreciaron e insultaron, basándose sobre todo en las identidades de la
acusadora y del acusado. La policía no dudó un momento en condenarlo. Así es la
vida, basta que despertemos los miedos atávicos para que afloren el odio o el
racismo que llevamos en el recuerdo histórico para pasar del respeto al
desprecio de una persona. Esto es lo que sintió Juan Madrid una noche, en una
fonda, cuando fue testigo de una falsa acusación por robo de un marroquí, al
que golpearon e insultaron hasta que apareció la billetera que había sido
extraviada por su propietario en otro lugar.
En
cada obra, Juan Madrid quiere dejar claras sus ideas respecto a la sociedad en
la que vive, por ello se enfrenta a todo tipo de problemas de corrupción,
explotación, abandono, desarraigo… porque como él dice: “Mis
novelas son mi conciencia, y mi conciencia está en mis novelas. Cada novela es
un viaje que hago junto al lector. Yo intento contar lo que no se cuenta,
desvelar capítulos de la realidad que están oscuros, las relaciones obligadas
entre suelo y subsuelo, relaciones a veces poco claras entre las cloacas y los
despachos”[7].
Guiños
literarios.
Juan
Madrid no duda en fomentar la lectura y dar información a los lectores sobre
obras y autores que a él le llamaron la atención en sus primeros años. “Mi
hermano estaba leyendo El rey de la
pradera de Emilio Salgari” (Los
piratas del Ranghum p. 36). “Mi hermano Carlos leía nuestro libro favorito La isla del tesoro de Roberto Luis
Stevenson”. (En el Mar de China, p. 15)
Si
ambos hermanos piensan cómo sería la vida en una celda, recurren a su formación
literaria. “Puede que sean como en El
Conde de Montecristo. ¿Te acuerdas? […] También Ricardo Corazón de León
había estado en una cárcel en Ivanhoe,
una novela de Walter Scott que también nos gustaba mucho. Y en El prisionero de Zenda, de Anthony Hope,
se describía otra horrible mazmorra”. (En
el Mar de China, p. 15)
Cuando
Salvador llegó al pueblo caníbal, donde se comieron al maestro para adquirir
sabiduría dice que “se acercó más para ver si podía leer los títulos de los
libros que había sobre la mesa. Estaban en español. Distinguió algunos: Mis lecturas favoritas y el autor,
Saturnino Calleja, Enciclopedia del Grado
Elemental y el catecismo del padre Astete”. (El fugitivo de Borneo, p. 94) Se alegró de saber que aquello había
sido una escuela parroquial de misioneros españoles.
Tomás,
protagonistas de Cuartos oscuros
declara que le gusta leer porque le ayuda a viajar a donde quiera, ser testigo
de feroces combates corsarios cuerpo a cuerpo, sentir el acre olor a pólvora,
vivir el asalto a una fortaleza... y en su macuto siempre lleva algún libro. El personaje cita títulos como La isla del tesoro, El último mohicano, La
línea de sombra, Las aventuras de
tres rusos y tres ingleses en el África austral y autores como Julio Verne,
Salgari, Stevenson….
Por
ello no es de extrañar que el policía que se dirige a casa de Tomás se
sorprenda al pasar “a un saloncito pequeño y modestamente amueblado. Parecía
igual que cualquier otro del barrio, excepto por una pequeña biblioteca, que se
apoyaba en la pared, tapizada de libros. Nunca, o casi nunca, había visto Menéndez libros en las
casas donde iba a interrogar”. (Cuartos
oscuros p. 80)
En la
novelística infantil y juvenil se aprecia la facilidad de fabular que tiene
Juan, pues no sólo recoge por escrito las historias que le cuenta un viejo
marino, sino que cuando éste no está, él inventa la continuación del relato y
se lo cuenta a su hermano Carlos y a sus amigos, que a veces les gusta más que los narrados por Salvador.
Juan manifestó
esta pasión por la escritura a Isabelita, una vecina poco mayor que él, hija de
un banderillero, y le contó que de mayor quería ser escritor, ella se sorprendió,
porque le habían dicho que esos eran unos muertos de hambre no como los toreros
que tenían cortijos y fincas y preguntó: “-¿Escritor? ¿Escritor de qué?” a lo
que él le respondió: “- ¿De qué va a ser? Escritor de libros, como Julio Verne,
Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson, Zane Grey...” (El rey del Mar, p. 92)
A
pesar de que su vecina no lo comprendía, el joven afianzó más su deseo cuando
descubrió que para escribir no había que vivir las historias que se narran ni
experimentar las sensaciones de los personajes, sino que “basta con imaginarlas
y luego contarlas de tal manera que parecieran verdad” (El Rey del Mar, p. 145)
A modo
de epílogo
Los
designios del joven Juan se cumplieron y hoy podemos disfrutar de sus numerosos
artículos periodísticos, novelas negras, ensayos, libros de viajes y libros
destinados a los pequeños lectores.
Contar
en una biblioteca con los libros de piratas y de jóvenes aventureros en busca
de su identidad es enriquecedor para los jóvenes lectores que sentirán deseos
de leer para conocer el desenlace de tantas peripecias y aventuras en lugares
tan dispares como Méjico, Borneo, Sumatra, Singapur o Málaga.
Juan
Madrid, al igual que otros escritores tiene una parte de su producción escrita
dirigida a los nuevos lectores, estas incursiones en el campo de la Literatura
Infantil y Juvenil enriquecen el canon de los libros de calidad dedicados a
niños y a jóvenes.
Bibliografía
citada
MADRID, Juan:
Hotel Paraíso, Madrid,
Anaya, Luna de papel, 1987.
Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009.
El fugitivo de Borneo, Madrid, Alfaguara Juvenil, 1998.
En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009.
Tánger, Madrid, Acento Editorial, 1997.
Los cañones de Durango, Madrid, Alfaguara Juvenil, 1997.
El fugitivo de Borneo, Madrid, Alfaguara Juvenil, 1998.
Los senderos del tigre, Madrid, Alfaguara juvenil, 2005.
Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515.
Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008.
El Rey del Mar, Barcelona,
Edebé, 2010.
El hijo de Sandokán, Sevilla,
Junta de Andalucía, Consejería de Educación, 2010.
astaing mientras trafican con una caricatura del maestro. El mensaje que reza en el dibujo expresivo y punible: ¡Crastaing cabrón, irás al paredón¡. El educador tras una diatriba académica y retórica, muy de su gusto y estilo, en la que impera este mensaje "la imaginación no es la mentira, dicta sentencia y cas conpeht.net/primer-militarismo/
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