domingo, 5 de mayo de 2013

Málaga en el recuerdo de Juan Madrid. (II)


Málaga en el recuerdo de Juan Madrid. (II)

Por José R. Cortés Criado

Pero, además de las historias interminables de Salvador, de recordar juegos de su infancia y de traer viejas historias al presente, refleja lugares de su ciudad natal, insistiendo en dejar constancia incluso de su dirección: “Ahora estaba en Málaga, en mi casa de la calle de las Biedmas, al lado mismo de la plazuela del mismo nombre”[1], o recuerda la vuelta a casa después de una de sus aventuras callejeras: “Estaba a punto de oscurecer cuando, al llegar a las esquina de la calle de las Biedmas con Carreterías, vimos a un extraño sujeto observando la puerta de mi casa…”[2] y en otra de sus obras insiste de nuevo al escribir que “la plaza de las Biedmas estaba solitaria y oscura”[3] cuando regresaban a casa.

Para estos niños de la calle Biedmas desplazarse hasta la Alameda Principal era una aventura en su época, pero les gustaba ir porque

en la Alameda observamos los coches de caballos. La ilusión de nuestras vidas era dar un paseo en coche de caballos por Málaga, pero eso costaba mucho dinero. Sólo lo hacían los señoritos que iban de juerga con mujeres de peineta y mantón de Manila o los viajeros que llegaban al puerto de viaje o a la estación del tren[4].

 En otra de sus obras narra que después de observar en la Posada del Peine las cargas de higos secos, pasas y cántaros de vino que los comerciantes de los campos de Málaga traían a la ciudad, “nos marchamos a ver los coches de caballos en la Alameda y a hablar de qué caballo parecía mejor y por qué”[5].

Algunas veces Juan y su hermano Carlos deambulan por la ciudad mientras pasan las horas de asueto, otras se desplazan en busca de su amigo, como aquella ocasión en que “estuvimos esperando a Mohamed mucho tiempo. Fueron pasando las horas y Mohamed no aparecía. Decidimos ir a buscarlo a la calle Nueva, donde su padre trabajaba de vendedor ambulante”[6]; vendía aceite de lagarto obtenido gracias a una receta muy antigua de un sabio moro de los que antaño vivían en Andalucía, según contaba el mercachifle; aunque la verdad era bien otra, pero después de la demostración de su valía, el público terminaba comprando ese aceite válido para cortar hemorragias, dolores de muelas, reumáticos, granos, sabañones…

También fueron una mañana a los Baños del Carmen, los dos hermanos se sorprendieron cuando su madre se lo propuso porque consideraban que “ese era un lugar ridículo, había que pagar para bañarse y la playa -como decía mi madre- era para todos. En los baños del Carmen, la playa estaba dividida en dos: una para las mujeres y los niños, y la otra para los hombres y los muchachos”[7].

Otro día ambos hermanos se desplazaron hasta La Caleta, una auténtica proeza para ellos. “A la mañana siguiente fuimos a la casa de Clara, un chalé del barrio de la Caleta, enfrente del Paseo Marítimo, el lugar donde vivían los ricos de Málaga. Tardamos casi una hora, anda que te anda”[8].

Posteriormente volvieron a la misma zona, pero esta vez no se trataba de una visita de cortesía porque “para entrar en la banda de Los Murciélagos Negros teníamos que pasar una difícil prueba. Ésta era entrar en una casa deshabitada, un verdadero palacio, que se encontraba en un lugar de Málaga, llamado La Caleta, donde se ubicaban las casas de los más ricos”[9], y robar algún tesoro.

Juan entró en una vivienda abandonada para buscar algún objeto que llevar al jefe de la banda, subió a la primera planta y su hallazgo hubo de ser mágico, similar al de García Márquez cuando abrió por primera vez un diccionario y sintió que “fue como asomarme al mundo entero por primera vez”[10].

Asomé la cabeza y me quedé con la boca abierta.
Nunca había visto tantos libros juntos. Estuve sosteniendo la cerilla, embobado, hasta que se apagó y me quemó la yema de los dedos.
Encendí otra y pasé dentro. Las paredes estaban repletas de estanterías con libros. Y había más apilados en el suelo[11].

El joven protagonista desconocía la identidad del propietario de la casa y de esos enormes anaqueles repletos de libros; al ver una fotografía con un nombre, Gerald Brenan, supuso que “debía ser el dueño de la casa y de aquella imponente biblioteca. La biblioteca de un escritor, sin duda, porque la mayor parte de los papeles eran manuscritos. Estaban en inglés y a veces había anotaciones en español”[12]. En esta ocasión la aventura latrocina deviene en un guiño del autor al hispanista británico afincado en Andalucía.

De los recuerdos infantiles, Juan Madrid recupera sus vivencias en las calles malacitanas y algunos sabores. Así lo hace constar cuando narra que Clara acudió un día a su casa, donde recibía clases junto a Mohamed, a su hermano Carlos y a él mismo y trajo consigo tres envoltorios de papel para ellos.

Eran bocadillos de pan untados con mantequilla y chocolate con leche “La Campana”. El pan era blanco, crujiente, probablemente de la panadería-confitería “La Exquisita”, de la calle Larios, que te alimentaba con sólo mirar los escaparates.[13]

Cuando visitaron la casa de Clara fueron invitados a comer. Lo primero que les sorprendió fue ver que “la criada vino y nos dio sendas botellas de Orange Crush, ¡con pajita!, como en una cafetería”[14]; su asombro aumentó cuando les ofrecieron elegir entre varios platos y comprobaron que los anfitriones comían muy poco, ellos pidieron de todo. El joven Juan detalla:

De primer plato había gazpachuelo, que es una de las mejores comidas que se pueden comer jamás. Consiste en una sopa caliente de pescado, gambas peladas y patata con mayonesa, a la que se rocía con limón y una copita de jerez.[15]

Pero existen más recuerdos de Málaga, unos recientes, otros lejanos, en otras novelas de Juan Madrid; en Cuartos oscuros, dos policías hablan de un personaje, el más joven intenta explicar cuál era su tren de vida y entre otras cosas describe su lugar de residencia: “La casa la tenía en El Candado, ¿sabe usted? En la calle Cuevas de Menga. Una de las urbanizaciones mejores de Málaga: piscina, césped, porche... ¡Cómo vivía Durán!”[16]; también, en ella, se hace referencia a otro barrio similar cuando unos jóvenes bailan: “la discoteca se llamaba Paroles y se encontraba en el barrio del Limonar, la zona elegante de Málaga”[17].

Otro joven protagonista se dirige al este de la provincia y el escritor pormenoriza su desplazamiento: “Tomás caminaba en dirección a una barriada llamada El Palo. Seguía la Carretera Nacional 340 a Almería. Nerja estaba a cincuenta kilómetros”[18]. Se dirige a esta población para encontrarse con su padre después de muchos años de separación, que lo aguarda en una vivienda que se puede localizar fácilmente.

La casa era blanca, muy limpia. Tenía la puerta y las ventanas cerradas y pintadas de verde. Detrás, fuera de la vista, había un amplio patio. Delante, un pequeño porche emparrado. Era la única casa de esas características en la fila de edificaciones que franqueaban la Carretera Nacional 340, antes de la bifurcación a Nerja, a unos cincuenta kilómetros de Málaga[19].

También Omar, personaje de Huida al sur se desplaza en su coche Mercedes por la carretera de circunvalación de Málaga hacia el este de la provincia, dejando atrás las bellas edificaciones y las urbanizaciones de lujo. “Avanzaba a ciento veinte por hora por la nueva autopista que iba a la Costa. A la salida giró a la derecha para tomar una desviación hacia una localidad cercana llamada Torre del Mar, a unos veinticinco kilómetros de Málaga”[20].

Durán, personaje que se oculta de la policía decide pasear por Nerja y recorre sus calles, que Juan Madrid detalla minuciosamente: “Llegó hasta la plaza Cantarero y bajó la calle. Se compró un helado de "tutti-frutti" en una heladería, llamada La Ibicenca, de la calle Pintada. […] llegó al Balcón de Europa. […] Del Balcón de Europa fue a la calle Carabeo. […] En la calle había nuevos restaurantes, una pizzería. Las mismas casitas encaladas. La calle daba a la playa de Burriana. La siguió”[21].

En Nada que hacer, el jefe de seguridad de un banco invita a un subordinado a disfrutar de unas vacaciones en el lugar que elija si solucionan el caso que se traen entre manos. El empleado, sin dudarlo, responde efusivamente: “Está muy bien, sí señor. Yo voy a ir a Marbella, al don Pepe”[22].

Cuando Lidia, protagonista en Tánger, cree obtener una cuantiosa suma económica de su marido, y su amiga le pregunta dónde piensa ir, ella responde: “No lo sé todavía, Gladis, bonita. Quizás a Málaga, a donde haya sol. O a un pueblecito de la costa”[23].

Izam Ben Abdelraman Abdalá Zarkawi, el Gran Padre Marabú, también conocido como coronel Robert Pierre Jardím, ex paramilitar senegalés, actual presidente de una ONG llamada Abrazos de Hermanos y traficante de diamantes, “parece que busca una casa, un chalé en la costa. Lo que más le gusta es Marbella”[24].

El centro de la ciudad de Málaga también tiene su espacio en el imaginario de Juan Madrid. En Huida al Sur se puede leer: “Esa misma tarde, el café Cosmopolita de la calle Larios, en Málaga, se encontraba lleno de parroquianos, acodados en el mostrador y repartidos por las mesas del interior y de la terraza exterior”[25].

 Y en la novela Cuartos oscuros: “La calle Larios de Málaga es la arteria principal de la ciudad. Por el día es animada y bulliciosa, llena de gente que pasea y mira los escaparates de las tiendas elegantes”. […] “Chaves aparcó el coche policial en doble fila y se encaminó a la Cafetería Pastelería Lepanto”. […] “El cartel estaba en la puerta de un edificio de oficinas de la calle Puerta del Mar y ponía. "Detectives Moreno & Moreno. Rápido y Confidencial. 6º Dcha[26].

Otro personaje de esta novela, Rubén, un perdedor nato, sueña con dar un gran golpe y conseguir cambiar su suerte y resume en pocas palabras lo que anhela para ser feliz: “Cuando sea rico volveré a alternar con gente educada. Viajaré en primera y volveré a tener un palco en los toros y en el Teatro Cervantes y…”[27]

Y Salvador, el aventurero de Los cañones de Durango, cuando por fin encuentra a su padre al pie de un cañón, enfrentado al ejército regular mexicano, cree que va a morir y cuenta: “Me vino a la cabeza la figura de mi madre, en Málaga, en su lecho de muerte, cogiéndome de las manos con sus manos heladas diciéndome: Ve a ver a tu padre a la revolución, Salvador, ve a verlo y…”[28]

Por último Juan Madrid retrata unos personajes muy pintorescos, se trata de los vendedores ambulantes que pregonaban su mercancía por las calles malagueñas. En una de sus novelas, Cuartos oscuros,  pone en boca de uno de los protagonistas: “Cuando yo era un chiquillo, todos los vendedores ambulantes de Málaga cantaban. Era la mar de bonito... Me acuerdo de uno que vendía fruta por mi calle, la calle Carretería, y decía: "¡Ayyy qué fruta...! Ayyy qué fruta maaás coloraaá...”[29]

El Tío Paquito o Niño de los Pajaritos, con su voz ronca, vendía hasta hace poco chucherías para los niños en el Parque y no era raro oír: “Almendras y peladillas, piñonate, caramelooo fino. Los trae el Tío Paquito, desde el puerto de La Habana...”[30]

Otro vendedor es El Niño del Parque que también ofrecía su mercancía cantando: “Pescaítooo... Ay qué riiico... ay qué riiico... lo traigooo de la bahíaa... de la bahíaa… frescooo, frescooo, fresquitooo...ricooo, ricooo... ay qué gambitas... ay qué gambones... es mejor que los jamones...”[31]

Y en Los piratas del Ranghum se puede leer como el señor Vicente gritaba todas las mañanas: “-¡Leeechero, leeechero! ¡Ha venido el leeechero!” o Lucas, el chico de la churrería iba con la canasta de los churros, tapados con papel de periódico para que no se enfriaran: “-¡Churros, churritos calentitos! ¡Ay qué ricos los tejeringos!”[32]
Juan Madrid crea su obra literaria a partir de retazos de su memoria y de hechos actuales evidentes como ha dicho en varias ocasiones: “Mis obras siempre están manchadas de la realidad, me gusta contextualizarlas, no excluir la actualidad”[33], porque necesita contar lo que pasa en nuestro entorno para que el lector comprenda mejor el mundo en el que le ha tocado vivir, porque cree que “todos los que piensan que los fenómenos sociales y culturales se producen por las buenas, como se produce un fenómeno meteorológico, están equivocados”[34] .
Tanto en sus novelas juveniles como en las destinadas al público adulto intenta mostrar al lector unos hechos creíbles por medio de unos personajes que parezcan totalmente  verosímiles y auténticos, y además da “voz y voto a las pobres gentes, a los que no salen en la historia ni en la literatura”[35] porque cree que ellos forman una parte importante de la sociedad.
Juan Madrid se plantea sus novelas como un viaje que realiza junto al lector sin saber bien a dónde. “Lo que escribo queda como una guía para el lector, quizá como el plano de la Isla del Tesoro, aunque yo nunca haya encontrado el tesoro”[36].
En las obras analizadas en este trabajo el novelista nos ha llevado de viaje a Málaga, nos ha hecho recordar lugares comunes, juegos infantiles, sabores, olores, pregoneros… y nos ha dado el itinerario por donde realizar ese viaje al mundo de los sueños y de las historias interminables que sustentan la literatura.





[1] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, p.98.
[2] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.35.
[3] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.46.
[4] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.50.
[5] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, p.104.
[6] [6] Ibídem, p. 43.
[7] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.136.
[8] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.49.
[9] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.10.
[10] MÁRQUEZ, Gabriel: Prólogo a VV.AA. Clave. Diccionario de uso del español actual, Madrid, SM, 1997, p. vii.
[11] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara Juvenil, Madrid, 1998, p.122.
[12] Ibídem, p. 123.
[13] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, pp.11-12.
[14] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé, 2009, p.63.
[15] [15] Ibídem, p. 68.
[16] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 104.
[17] Ibídem, p. 17.
[18] Ibídem, p. 101.
[19] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 21.
[20] MADRID, Juan: Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008, p 41.
[21] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, pp. 128-131.
[22] MADRID, Juan: Nada que hacer, Sic Idea y Creación Editorial S.L., Barcelona, 2004, p. 166.
[23] MADRID, Juan: Tánger, Madrid, Acento Editorial, 1997, p. 100.
[24] MADRID, Juan: Bares nocturnos, Barcelona, Edebé, 2009, p. 147.
[25] MADRID, Juan: Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008, p 14.

[27] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 191.
[28] MADRID, Juan: Los cañones de Durango, Madrid, Alfaguara  Juvenil, 1997, p.164.
[29] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, p. 191.
[30] Ibídem, p. 64.
[31] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular, 200515, pp. 151-153.
[32] [32] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona, Edebé, 2009, p.41.

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