martes, 24 de abril de 2018

Wilf salva el mundo de Georgina Pritchett

Wilf salva el mundo

Texto: Georgina Pritchett

Ilustraciones: Jamie Littler


Colección Narrativa Infantil

ISBN 978-84-698-3642-2

135 x 185 mm, 192 páginas

(+ 8 años) 9,90€. 2018.



Por José R. Cortés Criado.


Wilf es un niño como otros niños, bueno, como otros no, es un poco especial, sobre todo porque consiguió salvar el mundo cuando el malvado Alan lo quiso destruir con su enorme Cañón Gordo.

Y qué tiene de especial este niño, pues pocas cosas, por ejemplo que le dan miedo los animales disecados, los bichos asquerosos con tropecientas patas y algunas cosas más como las pelucas, los perros que pueden empujarle y tirarlo por la ventana, las polillas, los ascensores, los bigotes retorcidos y...

En fin, también tiene alegrías varias, a las flores, a las vacas, a los caballos, al trigo, a los lácteos, a su propia caspa, a la humedad, a la comida picante que le da hipo, a la...

Pero hay cosas que se le dan bien, un total de tres: silbar, dar saltitos y hacer punto. Esto lo relaja mucho.

Y como ha de enfrentarse a las cosas que le dan miedo, tiene su plan estratégico: hacer un dibujo de las cosas que le preocupan, imaginar lo peor que podría ocurrir, pensar un plan de acción contra lo anterior, racionalizar la situación, incluso pensar en algo distinto , ponerle nota, pensar en cosas positivas, respirara hondo...

Pues con todas estas características hace frente a las maldades de Alan que quiere destruir el mundo y después comerse un helado para celebrarlo, y claro, debe hacer uso de todos sus recursos para solventar las crisis alérgicas, los temores y, sobre todo, cambiar las intenciones del malvado destruye-mundos.

A lo largo de las páginas veremos un chico que lleva siempre con él a su hermana pequeña, que babea y chupetea todo lo que se le pone a su alcance y a su mascota, un insecto bola de nombre Estuardo.

Y cómo hace frente a sus miedos con dibujos que nos muestra a los lectores y a los que va añadiendo cada vez elementos que teme o le producen alergia para hacer más catastrófica la escena, luego empieza a borrar elementos indeseables y hasta llega a actuar en pro de su hazaña.

Todo el libro es una sarta de disparates y situaciones insólitas que harán reír a más de uno, ya sea por su actitud ante la presencia del villano de la obra en la casa justo al lado de la suya, por ese perro amigo incondicional de Alan o por la ternura que este trata a su robot de nombre superlarguísimo al que Wilf bautizó como Mark III.

Este es un ser enorme que le ha salido respondón a su creador y solo hace lo que le viene en gana y acude a Alan cada vez que necesita algo o tiene algún problemita, pero no quiere saber nada de destruir el mundo, fin para el que fue creado.

Así, página tras página, los lectores leeremos hechos inimaginables y veremos lo absurdo de los recursos empleados por los personajes para llevar a cabo sus acciones.

Junto al texto, el paratexto, multitud de dibujos ilustrativos impregnados del humor de las palabras, ya sea por la reproducción de la forma de los personajes, por las múltiples líneas de puntos con flechas indicativas, los múltiples insectos de muchas patitas, los adornos a los títulos de las capítulos o el tamaño de las letras que pueden estar retintadas, repetidas o superaumentadas.


Leerlo es divertirse un rato con tan pintoresco personaje.

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