Málaga en
el recuerdo de Juan Madrid. (II)
Por José R. Cortés Criado
Pero,
además de las historias interminables de Salvador, de recordar juegos de su
infancia y de traer viejas historias al presente, refleja lugares de su ciudad
natal, insistiendo en dejar constancia incluso de su dirección: “Ahora estaba
en Málaga, en mi casa de la calle de las Biedmas, al lado mismo de la plazuela
del mismo nombre”[1],
o recuerda la vuelta a casa después de una de sus aventuras callejeras: “Estaba
a punto de oscurecer cuando, al llegar a las esquina de la calle de las Biedmas
con Carreterías, vimos a un extraño sujeto observando la puerta de mi casa…”[2] y en otra de sus obras
insiste de nuevo al escribir que “la plaza de las Biedmas estaba solitaria y
oscura”[3] cuando regresaban a casa.
Para estos
niños de la calle Biedmas desplazarse hasta la Alameda Principal era una
aventura en su época, pero les gustaba ir porque
en la Alameda
observamos los coches de caballos. La ilusión de nuestras vidas era dar un
paseo en coche de caballos por Málaga, pero eso costaba mucho dinero. Sólo lo
hacían los señoritos que iban de juerga con mujeres de peineta y mantón de
Manila o los viajeros que llegaban al puerto de viaje o a la estación del tren[4].
En otra de sus obras narra que después de
observar en la Posada del Peine las cargas de higos secos, pasas y cántaros de
vino que los comerciantes de los campos de Málaga traían a la ciudad, “nos
marchamos a ver los coches de caballos en la Alameda y a hablar de qué caballo
parecía mejor y por qué”[5].
Algunas
veces Juan y su hermano Carlos deambulan por la ciudad mientras pasan las horas
de asueto, otras se desplazan en busca de su amigo, como aquella ocasión en que
“estuvimos esperando a Mohamed mucho tiempo. Fueron pasando las horas y Mohamed
no aparecía. Decidimos ir a buscarlo a la calle Nueva, donde su padre trabajaba
de vendedor ambulante”[6]; vendía aceite de lagarto
obtenido gracias a una receta muy antigua de un sabio moro de los que antaño
vivían en Andalucía, según contaba el mercachifle; aunque la verdad era bien
otra, pero después de la demostración de su valía, el público terminaba
comprando ese aceite válido para cortar hemorragias, dolores de muelas,
reumáticos, granos, sabañones…
También
fueron una mañana a los Baños del Carmen, los dos hermanos se sorprendieron
cuando su madre se lo propuso porque consideraban que “ese era un lugar
ridículo, había que pagar para bañarse y la playa -como decía mi madre- era
para todos. En los baños del Carmen, la playa estaba dividida en dos: una para
las mujeres y los niños, y la otra para los hombres y los muchachos”[7].
Otro día
ambos hermanos se desplazaron hasta La Caleta, una auténtica proeza para ellos.
“A la mañana siguiente fuimos a la casa de Clara, un chalé del barrio de la
Caleta, enfrente del Paseo Marítimo, el lugar donde vivían los ricos de Málaga.
Tardamos casi una hora, anda que te anda”[8].
Posteriormente
volvieron a la misma zona, pero esta vez no se trataba de una visita de
cortesía porque “para entrar en la banda de Los Murciélagos Negros teníamos que
pasar una difícil prueba. Ésta era entrar en una casa deshabitada, un verdadero
palacio, que se encontraba en un lugar de Málaga, llamado La Caleta, donde se
ubicaban las casas de los más ricos”[9], y robar algún tesoro.
Juan entró
en una vivienda abandonada para buscar algún objeto que llevar al jefe de la
banda, subió a la primera planta y su hallazgo hubo de ser mágico, similar al
de García Márquez cuando abrió por primera vez un diccionario y sintió que “fue
como asomarme al mundo entero por primera vez”[10].
Asomé la
cabeza y me quedé con la boca abierta.
Nunca había
visto tantos libros juntos. Estuve sosteniendo la cerilla, embobado, hasta que
se apagó y me quemó la yema de los dedos.
Encendí
otra y pasé dentro. Las paredes estaban repletas de estanterías con libros. Y
había más apilados en el suelo[11].
El joven protagonista desconocía la identidad del
propietario de la casa y de esos enormes anaqueles repletos de libros; al ver
una fotografía con un nombre, Gerald Brenan, supuso que “debía ser el dueño de
la casa y de aquella imponente biblioteca. La biblioteca de un escritor, sin
duda, porque la mayor parte de los papeles eran manuscritos. Estaban en inglés
y a veces había anotaciones en español”[12]. En esta ocasión la
aventura latrocina deviene en un guiño del autor al hispanista británico
afincado en Andalucía.
De los
recuerdos infantiles, Juan Madrid recupera sus vivencias en las calles
malacitanas y algunos sabores. Así lo hace constar cuando narra que Clara
acudió un día a su casa, donde recibía clases junto a Mohamed, a su hermano
Carlos y a él mismo y trajo consigo tres envoltorios de papel para ellos.
Eran bocadillos de pan
untados con mantequilla y chocolate con leche “La Campana”. El pan era blanco,
crujiente, probablemente de la panadería-confitería “La Exquisita”, de la calle
Larios, que te alimentaba con sólo mirar los escaparates.[13]
Cuando visitaron la casa de Clara fueron invitados a comer.
Lo primero que les sorprendió fue ver que “la criada vino y nos dio sendas
botellas de Orange Crush, ¡con pajita!, como en una cafetería”[14]; su asombro aumentó
cuando les ofrecieron elegir entre varios platos y comprobaron que los
anfitriones comían muy poco, ellos pidieron de todo. El joven Juan detalla:
De primer
plato había gazpachuelo, que es una de las mejores comidas que se pueden comer
jamás. Consiste en una sopa caliente de pescado, gambas peladas y patata con
mayonesa, a la que se rocía con limón y una copita de jerez.[15]
Pero
existen más recuerdos de Málaga, unos recientes, otros lejanos, en otras novelas
de Juan Madrid; en Cuartos oscuros,
dos policías hablan de un personaje, el más joven intenta explicar cuál era su
tren de vida y entre otras cosas describe su lugar de residencia: “La casa la
tenía en El Candado, ¿sabe usted? En la calle Cuevas de Menga. Una de las
urbanizaciones mejores de Málaga: piscina, césped, porche... ¡Cómo vivía
Durán!”[16]; también, en ella, se
hace referencia a otro barrio similar cuando unos jóvenes bailan: “la discoteca
se llamaba Paroles y se encontraba en
el barrio del Limonar, la zona elegante de Málaga”[17].
Otro joven
protagonista se dirige al este de la provincia y el escritor pormenoriza su
desplazamiento: “Tomás caminaba en dirección a una barriada llamada El Palo.
Seguía la Carretera Nacional 340 a Almería. Nerja estaba a cincuenta
kilómetros”[18].
Se dirige a esta población para encontrarse con su padre después de muchos años
de separación, que lo aguarda en una vivienda que se puede localizar
fácilmente.
La casa era blanca, muy
limpia. Tenía la puerta y las ventanas cerradas y pintadas de verde. Detrás,
fuera de la vista, había un amplio patio. Delante, un pequeño porche emparrado.
Era la única casa de esas características en la fila de edificaciones que
franqueaban la Carretera Nacional 340, antes de la bifurcación a Nerja, a unos
cincuenta kilómetros de Málaga[19].
También
Omar, personaje de Huida al sur se
desplaza en su coche Mercedes por la carretera de circunvalación de Málaga
hacia el este de la provincia, dejando atrás las bellas edificaciones y las
urbanizaciones de lujo. “Avanzaba a ciento veinte por hora por la nueva
autopista que iba a la Costa. A la salida giró a la derecha para tomar una
desviación hacia una localidad cercana llamada Torre del Mar, a unos
veinticinco kilómetros de Málaga”[20].
Durán,
personaje que se oculta de la policía decide pasear por Nerja y recorre sus
calles, que Juan Madrid detalla minuciosamente: “Llegó hasta la plaza Cantarero
y bajó la calle. Se compró un helado de "tutti-frutti" en una
heladería, llamada La Ibicenca, de la calle Pintada. […] llegó al Balcón de
Europa. […] Del Balcón de Europa fue a la calle Carabeo. […] En la calle había
nuevos restaurantes, una pizzería. Las mismas casitas encaladas. La calle daba
a la playa de Burriana. La siguió”[21].
En Nada que hacer, el jefe de seguridad de
un banco invita a un subordinado a disfrutar de unas vacaciones en el lugar que
elija si solucionan el caso que se traen entre manos. El empleado, sin dudarlo,
responde efusivamente: “Está muy bien, sí señor. Yo voy a ir a Marbella, al don
Pepe”[22].
Cuando Lidia,
protagonista en Tánger, cree obtener
una cuantiosa suma económica de su marido, y su amiga le pregunta dónde piensa
ir, ella responde: “No lo sé todavía, Gladis, bonita. Quizás a Málaga, a donde
haya sol. O a un pueblecito de la costa”[23].
Izam Ben
Abdelraman Abdalá Zarkawi, el Gran Padre Marabú, también conocido como coronel
Robert Pierre Jardím, ex paramilitar senegalés, actual presidente de una ONG
llamada Abrazos de Hermanos y
traficante de diamantes, “parece que busca una casa, un chalé en la costa. Lo
que más le gusta es Marbella”[24].
El
centro de la ciudad de Málaga también tiene su espacio en el imaginario de Juan
Madrid. En Huida al Sur se puede
leer: “Esa misma tarde, el café Cosmopolita de la calle Larios, en
Málaga, se encontraba lleno de parroquianos, acodados en el mostrador y
repartidos por las mesas del interior y de la terraza exterior”[25].
Y en la novela Cuartos oscuros: “La calle Larios de Málaga es la arteria principal
de la ciudad. Por el día es animada y bulliciosa, llena de gente que pasea y
mira los escaparates de las tiendas elegantes”. […] “Chaves aparcó el coche
policial en doble fila y se encaminó a la Cafetería Pastelería Lepanto”. […] “El
cartel estaba en la puerta de un edificio de oficinas de la calle Puerta del
Mar y ponía. "Detectives Moreno
& Moreno. Rápido y Confidencial. 6º Dcha”[26].
Otro
personaje de esta novela, Rubén, un perdedor nato, sueña con dar un gran golpe
y conseguir cambiar su suerte y resume en pocas palabras lo que anhela para ser
feliz: “Cuando sea rico volveré a alternar con gente educada. Viajaré en
primera y volveré a tener un palco en los toros y en el Teatro Cervantes y…”[27]
Y Salvador,
el aventurero de Los cañones de Durango,
cuando por fin encuentra a su padre al pie de un cañón, enfrentado al ejército
regular mexicano, cree que va a morir y cuenta: “Me vino a la cabeza la figura
de mi madre, en Málaga, en su lecho de muerte, cogiéndome de las manos con sus
manos heladas diciéndome: Ve a ver a tu padre a la revolución, Salvador, ve a
verlo y…”[28]
Por último Juan
Madrid retrata unos personajes muy pintorescos, se trata de los vendedores
ambulantes que pregonaban su mercancía por las calles malagueñas. En una de sus
novelas, Cuartos oscuros, pone en boca de uno de los protagonistas:
“Cuando yo era un chiquillo, todos los vendedores ambulantes de Málaga
cantaban. Era la mar de bonito... Me acuerdo de uno que vendía fruta por mi
calle, la calle Carretería, y decía: "¡Ayyy qué fruta...! Ayyy qué fruta
maaás coloraaá...”[29]
El Tío
Paquito o Niño de los Pajaritos, con su voz ronca, vendía hasta hace poco
chucherías para los niños en el Parque y no era raro oír: “Almendras y
peladillas, piñonate, caramelooo fino. Los trae el Tío Paquito, desde el puerto
de La Habana...”[30]
Otro vendedor
es El Niño del Parque que también ofrecía su mercancía cantando: “Pescaítooo...
Ay qué riiico... ay qué riiico... lo traigooo de la bahíaa... de la bahíaa…
frescooo, frescooo, fresquitooo...ricooo, ricooo... ay qué gambitas... ay qué
gambones... es mejor que los jamones...”[31]
Y en Los piratas del Ranghum se puede leer
como el señor Vicente gritaba todas las mañanas: “-¡Leeechero, leeechero! ¡Ha
venido el leeechero!” o Lucas, el chico de la churrería iba con la canasta de
los churros, tapados con papel de periódico para que no se enfriaran:
“-¡Churros, churritos calentitos! ¡Ay qué ricos los tejeringos!”[32]
Juan Madrid crea su obra
literaria a partir de retazos de su memoria y de hechos actuales evidentes como
ha dicho en varias ocasiones: “Mis obras siempre están manchadas de la realidad,
me gusta contextualizarlas, no excluir la actualidad”[33],
porque necesita contar lo que pasa en nuestro entorno para que el lector
comprenda mejor el mundo en el que le ha tocado vivir, porque cree que “todos
los que piensan que los fenómenos sociales y culturales se producen por las
buenas, como se produce un fenómeno meteorológico, están equivocados”[34] .
Tanto en sus novelas juveniles como
en las destinadas al público adulto intenta mostrar al lector unos hechos
creíbles por medio de unos personajes que parezcan totalmente verosímiles y auténticos, y además da “voz y voto a las pobres gentes, a los que no salen en la
historia ni en la literatura”[35] porque cree que ellos
forman una parte importante de la sociedad.
Juan Madrid se plantea sus novelas como un viaje que realiza junto al
lector sin saber bien a dónde. “Lo que escribo queda como una guía para
el lector, quizá como el plano de la Isla del Tesoro, aunque yo nunca haya
encontrado el tesoro”[36].
En las obras analizadas en
este trabajo el novelista nos ha llevado de viaje a Málaga, nos ha hecho
recordar lugares comunes, juegos infantiles, sabores, olores, pregoneros… y nos
ha dado el itinerario por donde realizar ese viaje al mundo de los sueños y de
las historias interminables que sustentan la literatura.
[1] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona,
Edebé, 2009, p.98.
[2] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara
Juvenil, Madrid, 1998, p.35.
[3] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé,
2009, p.46.
[4] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé,
2009, p.50.
[5] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona,
Edebé, 2009, p.104.
[7] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara
Juvenil, Madrid, 1998, p.136.
[8] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé,
2009, p.49.
[9] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara
Juvenil, Madrid, 1998, p.10.
[10] MÁRQUEZ, Gabriel: Prólogo
a VV.AA. Clave. Diccionario de uso del
español actual, Madrid, SM, 1997, p. vii.
[11] MADRID, Juan: El fugitivo de Borneo, Alfaguara
Juvenil, Madrid, 1998, p.122.
[12] Ibídem, p. 123.
[13] MADRID, Juan: Los piratas del Ranghum, Barcelona,
Edebé, 2009, pp.11-12.
[14] MADRID, Juan: En el Mar de China, Barcelona, Edebé,
2009, p.63.
[16] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran
Angular, 200515, p. 104.
[17] Ibídem, p. 17.
[18] Ibídem, p. 101.
[19] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran
Angular, 200515, p. 21.
[20] MADRID, Juan: Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008, p
41.
[21] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran
Angular, 200515, pp. 128-131.
[22] MADRID, Juan: Nada que hacer, Sic Idea y Creación
Editorial S.L., Barcelona, 2004, p. 166.
[23] MADRID, Juan: Tánger, Madrid, Acento Editorial, 1997,
p. 100.
[24] MADRID, Juan: Bares nocturnos, Barcelona, Edebé, 2009,
p. 147.
[25] MADRID, Juan: Huida al sur, Barcelona, Edebé, 2008, p
14.
[27] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran
Angular, 200515, p. 191.
[28] MADRID, Juan: Los cañones de Durango, Madrid, Alfaguara Juvenil, 1997, p.164.
[29] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran Angular,
200515, p. 191.
[30] Ibídem, p. 64.
[31] MADRID, Juan: Cuartos oscuros, Madrid, SM, Gran
Angular, 200515, pp. 151-153.
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