Sopa verde
Ângela Madeira
Till Charlier
OQO Editora.
2013. Cartoné
25x33 cm.
26 pp.
Por José R. Cortés Criado
Es la historia de un conejo que solo come alimentos
verdes: pimientos, lechugas, alcachofas... y cuando sus amigos del bosque le
ofrecen otros alimentos siempre los rechaza por su color. Así que no quiere
tarta de chocolate, ni zanahorias, ni tomate, ni pan, ni.... La cadena de
amigos que desea cambiarle sus hábitos alimenticios no tiene éxito; primero fue
la hormiga, después el ratón, al que le siguió el pato, el gato, el cerdo, el
burro, la vaca... hasta que le llegó el turno al búho y, afortunadamente, dio
en la tecla, elaboró una sopa con todos los ingredientes que le había ofrecido
al conejito: un trocito de tarta de chocolate, dos trozos de tomate, tres
rebanadas de pan, cuatro sardinas, cinco berenjenas, seis zanahorias y siete
espigas de maíz; y para camuflar su color, le añadieron lechuga, brécol, coles,
espinacas, guisantes, alcachofas y pimientos verdes.
Cuando el conejo vio aquella sopa verde no se
atrevió a decir “No me gusta” y una vez que la probó no pudo parar y poquito a
poco acabó con todo el caldo y se echó una siestecita, mientras, sus amigos exclamaron:
“! Ay, qué tontorrón es este conejo! ¡Decía que solo le gustaba lo verde...!
La historia puede ser la de muchos niños y algún que
otro adulto que no desean probar algo nuevo y se aferran a los productos
conocidos sin deseos de descubrir nuevos sabores; metafóricamente también
podemos hablar de las personas que se cierran a nuevas experiencias en la vida
y no desean cambio alguno en su forma de ser.
La escritora Ângela Madeira recrea el cuento con
animales y evita poner como protagonista a personajes adultos, porque si lo
hiciese estaríamos ante la historia cotidiana de los padres intentando que su
retoño tome una alimentación rica y variada, como ocurre en la realidad.
Por otro lado, el ilustrador francés, Till Charlier,
realiza a pluma una serie de dibujos que después colorea con acuarela, y le da
después tratamiento con el ordenador para resaltar la intensidad de los
colores. Los personajes son animales conocidos por los jóvenes lectores, que en
la narración no llevan a cabo gran actividad, para disimular este aspecto
estático, Charlier usa como estrategia, situar al conejo siempre en el mismo
espacio, a la derecha de la doble página, inamovible como sus gustos; y al
resto de los animales los distribuye según le place y a alguno de ellos lo representa
haciendo algo disonante con el resto: el ratón intentan burlarse de sus
compañeros, la hormiga hace ejercicios acrobáticos, el gato salpica agua a los
demás..., consiguiendo que la historia gráfica cobre vida propia y sea un buen
complemento al texto.
El ratón cambia de lugar en la ilustración una vez
que ha probado la sopa, dejando así constancia de que comienza una nueva vida.
Además de todos los elementos aquí comentados, hay que añadir que el texto
juega con los números y con los colores, lo que puede añadirle otra perspectiva
a la historias pues además de tratar los hábitos alimenticios, ofrece una serie
de nombres de alimentos, una variedad de nombres de colores y una numeración.
Es un cuento que gustará.
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