jueves, 1 de octubre de 2020

"Los niños del muelle" de Mónica Rodríguez

Los niños del muelle

Texto: Mónica Rodríguez

Editorial Edelvives

ISBN: 9788414024973

130 x 215 mm, 200 páginas

10,21 €, (+ 12 años) 2020



Por José R. Cortés Criado.


"Agarrado a Moselina como a un salvavidas, dejó que las lágrimas corrieran. Sollozó e hipó. Y los dos niños, en mitad del puerto, desconsolados y abrazados, perdieron la noción del tiempo. Y eran dos niños. Y estaban solos". Mónica Rodríguez: Los niños del muelle.


Vuelvo a leer otro nuevo libro de Mónica Rodríguez y vuelvo a quedar atrapado con la magia que sale de su pluma. El grueso de la obra es la vida de los “raqueros”, esos niños desamparados, que vivían en el muelle de Santander y sobrevivían con pequeños hurtos y, sobre todo, recogiendo las monedas que los marineros o paseantes les arrojaban al mar.

La novela tiene un salto en el tiempo. Comienza en el siglo XXI en Santander, con la llegada de una familia madrileña formada por tres miembros: un padre que se dedica a la creación de páginas web, una madre que es abogada y un niño de doce años que es un caprichoso muy consentido.

Este niño protesta por todo, solo quiere estar conectado y le importa tres pitos las visitas turísticas, la gente con la que convive, las personas que deambulan por la ciudad, se mofa de un barquillero, de una anciana con mal aspecto y con un ojo blanco debido a un glaucoma, que parece sacada de otra época y hasta le hace mucha gracia ver una escultura de niños desnudos que se lanzan al mar desde el muelle de ribera.

Bastó esas burlas para que cayese al mar y cuando salió no vio a sus padres. No reconoció en un principio el lugar, le llamó la atención los niños desnudos que se lanzaban al mar en busca de monedas, la forma de vestir de los habitantes del entorno..., en fin, que estaba en 1906, había regresado un siglo en el tiempo.

Desde ese momento, todo su afán fue volver a su época, localizar a sus padres, buscar su protección y cobijo, alejarse de aquel mal olor, de aquellos golfos que se metían con él, de ver a gente tan desalmada que no respeta a los demás ni ayudaba al prójimo..., debe encontrar a esa vieja extraña.

El chaval termina adaptándose al entorno, se transforma en otro raquero más, los comprende y compadece, no entiende que puedan vivir así y que la sociedad sea tan dura con los necesitados. Cuando siente las injusticias en su persona empieza a cambiar su forma de pensar.

Mónica Rodríguez nos acerca a la sociedad de principios del siglo XX, hace muy buenas descripciones de lugares; cualquiera que haya visitado Santander reconocerá los espacios que nombra pero, sobre todo, retrata muy bien el submundo donde viven estos niños, que no son delincuentes en potencia ni malhechores pequeños, no, no son más que niños abandonados y solos en este mundo, que andan perdidos, desorientados y falto de todo tipo de cariño.

La autora utiliza el recurso del salto en el tiempo para hacer reflexionar a un niño de nuestra sociedad cómo se vivía cien años atrás. Si directamente hubiese narrado la vida en el muelle de la ciudad santanderina de finales del siglo XIX y principios del XX, el lector se habría sentido igual de atrapado en el relato, ya que yo llegué a olvidar que el protagonista, Rodrigo, había regresado en el tiempo.

La trama está un buen urdida. El libro se lee de un tirón. Cada capítulo te deja con la intriga de lo que le puede suceder al protagonista en el siguiente y sopesas la madurez del chico y su percepción de la sociedad en la que vive, mostrando la solidaridad entre los niños abandonados a su suerte y el rechazo de la burguesía hacia esa gente que vive en el muelle.

A todo ello hay que sumar el leguaje empleado. Al léxico propio del mar y la pesca, se añade el habla vulgar de una población analfabeta e inculta, su argot y un vocabulario propio de la zona geográfica en la que se desenvuelven los personajes.

Me ha encantado la novela. No pierde su ritmo narratorio y se acelera al final, hasta que llega ese desenlace rápido y abrupto que nos deja con ganas de seguir leyendo para saber más de esos “raqueros”.

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