domingo, 23 de junio de 2013

Trilogía de las Tierras



Trilogía de las Tierras

Jordi Sierra i Fabra

Colección:Las Tres Edades. 179.

ISBN:978-84-9841-234-5

Páginas:656

Dimensiones:140 x 215





Por José R. Cortés Criado

Volver a leer la Trilogía de las Tierras veinticinco años después ha sido placentero y gratificante. Es un placer releer los problemas de convivencia entre hombres y máquinas en esa sociedad futurista a la que parece que nos vemos abocados, y es grato recrearte en un relato conocido pero con el que vuelves a disfrutar más si cabe.

Es ya una obra clásica de Sierra i Fabra, que se edita por primera vez en un solo volumen, creo que este hecho es un acierto, pues facilita continuar el relato sin pausa.

El autor supo desde el momento de concebir la trilogía que estaba ante un hecho importante, así cuenta que estaba tumbado en una colchoneta en la piscina de su casa un tórrido día de julio de 1982 cuando se acordó de una cita que tenía anotada en una de sus libretas: “Asesinato, hombre mata máquina. Estudiar tema”.

En ese momento vio la primera escena del libro: “una nave, el espacio, una luz… que de pronto se apaga. Y en la nave, únicamente, una máquina y un hombre. Al llegar a la base, la máquina está muerta y el hombre es acusado de asesinato, algo que él niega porque estaba hibernado. Puesto que las máquinas, según las leyes robóticas, no pueden atentar contra sí mismas, ¿qué pasó en el espacio?”[1]

Lo demás vino solo, cuenta el autor catalán en el prólogo de esta edición, rápidamente vio la obra completa y comenzó a escribir el guión de la misma y casi al mismo ritmo comenzó la escritura de la novela, con una ansiedad nada normal.

El primer volumen obtuvo el premio Gran Angular de la editorial SM y el vaticinio de Montserrat Sarto, que le dijo al autor que ésta sería una de sus tres grandes obras. El paso del tiempo confirma la lucidez de la especialista en el fomento de la lectura.

La base de la trama reside en la convivencia entre hombres, seres humanos, y máquinas, el primer principio de la Constitución de esa Tierra es que ambos son iguales ante la ley, está claro que no hemos llegado a tal extremo hoy, pero todo es posible en un futuro.

Cuando Sierra i Fabra ideó la trilogía no disponíamos de tantas “máquinas” a nuestro servicio, sin embargo, muchas se han hecho hoy indispensables en nuestras vidas; difícilmente viviríamos sin frigoríficos, teléfonos, ordenadores, lectores ópticos, memorias digitales, navegadores…

El primer volumen, …en un lugar llamado Tierra, comienza con la llegada a la Tierra de la nave antes citada, a partir de ahí surge la reflexión de hombres y máquinas para poder dilucidar qué ocurrió realmente, las máquinas llevan ventaja sobre los humanos, tienen acceso a una cantidad de información ingente y controlan los vuelos intergalácticos.

Al final del primer volumen sabremos qué ocurrió y cuál es el motivo por el que se ocultó la información, y es que las máquinas se humanizan a pesar de todo.

Son muy interesantes los diálogos entre hombres y máquinas sobre su convivencia y sus conveniencias; debaten sobre la bondad y la maldad del ser humano, la frialdad del raciocinio de las máquinas, enfrentándose dos formas de entender la vida, que si bien en determinados aspectos se enfrentan, realmente se complementan

En esta primera obra ya estamos perfectamente situados en el marco y en el tiempo y hemos descubierto las categorías sociales en que se dividen las máquinas, y las desconfianzas de éstas respectos al hombre, que ya este último condujo una vez al planeta al exterminio, al “Gran Holocausto”.

La segunda parte, Regreso a un lugar llamado Tierra se inicia con una detallada información del Planeta Tierra 2, su situación, características formas de vida, clases sociales, sistema político y comunidades. Sierra i Fabra, siguiendo la tradición de otros grandes novelista, idea un marco donde desarrollar la trama, crea unos personajes que no existen, imagina una forma de gobierno, propone unas normas de desarrollo y progreso e inventa un lenguaje para esa nueva sociedad.

Como nadie sabe cómo será la vida dentro de siete mil años, el escritor idea sus ciudades, el clima, las normas de convivencia, y algunos pequeños detalles, como encontrar una solución a los problemas que el agua acarrea a las máquinas; para evitarlos las ciudades están protegidas por una cúpula que impide el paso del agua de la atmósfera, los humanos se darán duchas secas y las plantas recibirán el agua encapsulada.

Las máquinas emitirán haces luminosos para indicar su estado de ánimo, tendrán “células microprocesales”, “micropuntos oculares”, cuando se cansen dirán que tienen “saturación de flujos” y si se encuentren mal no acudirán al taller de reparaciones sino al “procesador médico”, tampoco habrá televisores sino sistemas de visión holográfica o pantallas videofónicas, por ejemplo.

Si en la primera parte un humano gana el juicio frente a toda lógica a las máquinas, en ésta los humanos se han rebelado contra la lógica, exactitud y frialdad de las máquinas, quieren ser ellos los que dominen el planeta e incluso destruirlas.

Las máquinas son atacadas con agua, ellas no atacan, se defienden, ante cada nueva arma buscan una nueva defensa, no odian a su creador, no pueden hacerle daño.

Al final se llega a un acuerdo entre ambos bandos y cada uno asume su responsabilidad y decide sobre el futuro de su especie. Así se pone fin a muchos años de convivencia y desaparece esa sociedad donde el trabajo no es un castigo, la mitad de la vida de los humanos se dedica al ocio, no existen religiones, el hábito de fumar ha desaparecido y tienen cubiertas todas sus necesidades básicas, pero les faltaba esa espontaneidad tan humana, a veces irracional, que hace que la vida sea maravillosa.

Si bien la primera parte es muy interesante y me atrajeron especialmente los enfrentamientos dialécticos entre la frialdad lógica de las máquinas y la pasión de los seres humanos, esta segunda es mucho más fascinante cuando se lee cómo evolucionan la forma de pensar de cada grupo y su forma de actuar ante la nueva situación, que los abocan a seguir caminos diferentes a pesar de que ambas se necesitan, es una relación de amor/odio.

El hombre descubre que sin las máquinas tiene limitada muchas de sus acciones y ellas saben que sin la ayuda del hombre, el suministrador de sus datos, difícilmente generará nuevos conocimientos.

En la tercera parte, El testamento de un lugar llamado Tierra, cada “raza” vive en su planeta, las máquinas saben que desaparecerán si no consiguen introducir nuevos datos en sus cerebros que las hagan progresar, pero la ruptura con sus creadores fue tal que en el primer capítulo ellas afirman que el origen de todo mal está en el hombre.

Para las máquinas la solución pasa por negar al ser humano como origen y ser supremo, lo declaran traidor a los postulados de la vida, declaran la  supremacía de la máquina y la lógica como único símbolo de futuro, y además afirman que toda discrepancia con esta ley o reunión para discutirla son subversivas.

A pesar de convertirse en un estado totalitario, surgen voces discordantes que añoran el tiempo pasado y desean convivir de nuevo con el hombre e incluso deciden ir en su búsqueda, pero la relación espacio/tiempo les hace llegar a su destino en una fecha distinta a la de partida y la forma de vida humana que encuentran no es la que esperaban, surgiendo nuevos problemas de difícil solución.

Toda la obra es un homenaje a Einstein y su teoría de la relatividad; este científico dijo que el espacio y el tiempo van unidos y que el tiempo podía dilatarse y encogerse; además, que a una gran velocidad el tiempo transcurre mucho más despacio, pero el entorno mantiene su propio tiempo. Como reconoce Sierra i Fabra, sin Einstein la Trilogía de las Tierras no hubiera sido posible.

Después de leer la obra completa me queda la sensación de conocer la historia narrada: un grupo de personas se somete a otras hasta que decide acabar con esa dependencia, este hecho ha sucedido múltiples veces a lo largo de nuestra historia y el hombre vuelve a caer en los mismos errores una y otra vez.

También se puede resumir como la desconfianza de un grupo de personas respecto a otro grupo de máquinas inteligentes; o como un grupo de seres que genera otros seres, los primeros necesitan de los segundos y cuando se dan cuenta de su dependencia, desean eliminarlos pero ya es imposible.

Al final nos queda la esperanza de un futuro mejor y la incertidumbre de su consecución, y como dice Sierra i Fabra, “puede que un día el ser humano y la máquina, juntos, lo consigan”[2].










[1] SIERRA I FABRA, Jordi: Trilogía de las Tierras, Siruela, Madrid, 2008, pp. 9-10.
[2] Ibídem, p. 652

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