lunes, 7 de abril de 2014

¿A qué sabe la luna? de Michael Grejniec



¿A qué sabe la luna? 

Michael Grejniec
Kalandraka, 2014
Traducción de Carmen Barreiro
36 pp., 19,5 x 29 cm., 15,00 €.




Por José R. Cortés Criado.

Si lees este libro sabrás a qué sabe la luna, seguro que no te lo imaginas, pero el final del cuento es el más acertado de todos los posibles.

Es una historia muy tierna, solidaria, colaborativa, entretenida e ingeniosa.

La trama comienza con una tortuga que decide subir a la montaña más alta para poder tocar la luna, pero como no podía alcanzarla, llamó a un animal grandote, el elefante, que se subió sobre su caparazón; como tampoco lo consiguió llamaron a la jirafa, a la cebra, al león, al zorro, al... hasta que el ratoncito, encaramado sobre los demás, lo consiguió y repartió un trocito de luna a todos y así supieron a qué sabía la luna.
Se trata de un juego donde la luna tiene vida y se aleja cada vez más de los animales cuando ve que se le acercan, la pirámide animal crece y ella se eleva justo cuando creen que pueden tocarla hasta que el ratoncito lo consigue.
Además de este juego entre los animales y el satélite, está presente la repetición del mensaje: “Verás cómo lo conseguimos si te subes a mi espalada”, finalizando el juego con el éxito de los pacientes animales que no cejaron en su empeño.
Y a todos estos animales terrestres se les une un pez, personaje que cierra la historia.
Las ilustraciones están cargadas de belleza; sobre el fondo negro de la noche destaca la luna con su faz rugosa, dotada de ojos y boca y su peculiar color desde azul al gris  pasando por tonos rojizos.
La superficie terrestre también es rugosa, de color ocre y sobre ella destacan los animales citados llenos de vida y color.
Estas buenas ilustraciones complementan perfectamente el texto y, además, constituyen una historia propia que puede ser interpretada por los neolectores con una simple observación.
Seguro que gusta a los pequeños lectores, por su gracia, su color y su ingenuidad.
Cada libro lleva un póster medidor de 150 centímetros en el que se observa la superficie terrestre, la luna y la pirámide de animales. Es un buen detalle que confirma el cuidado con el que la editorial Kalandraka cuida sus obras.

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