No hace falta la voz
Texto: Armando Quintero.
Ilustraciones: Marco Somá.
OQO Editora, 2014.
Cartoné, 36 pp., 25x23 cm.
Por José R. Cortés Criado.
A este cuento le viene
bien eso de que cuando hay un buen gesto sobran las palabras.
Es una bonita historia de
animales humanizados que viven en familia y disfrutan de la vida
mientras se muestran cariño y se dicen cosas bonitas como te quiero
mamá o te quiero papá.
La primera parte de la
historia sirve para recordarnos y dar a conocer a los pequeños
lectores el acto del habla de los animales: el perro ladra, el gato
maúlla, la gallina cacarea...
Todo sigue este orden,
presentando a mayores y pequeños que se comunican por medio de
sonidos, hasta que le llega el turno a la jirafa y comprobamos que no
habla, pero que sabe transmitir sus sentimientos por medio del
contacto físico, por eso tiene el cuello tan largo.
La pequeña jirafa aprende
esta forma de manifestar cariño y se la transmite al elefantito,
este al pequeño tigre, que a la vez se lo enseña al pequeño
lobo... y así sigue la cadena hasta que todos los animales aprenden
esta nueva forma de comunicarse.
Es una historia con dos
vertientes, la primera familiar, cada familia emite sus sonidos
característicos; en la segunda parte, son los pequeños
protagonistas los que contagian esa nueva forma de decirse cosas
hermosas pero, además, lo hacen entre animales de distintas
especies, ya no es un acto familiar, es más amplio.
Esta enseñanza está muy
bien reflejada en el texto y en las imágenes que recrean situaciones
cotidianas del ser humano que reproducen los animales protagonistas,
a los que no les falta detalle en su indumentaria o en sus quehaceres
cotidianos.
Reitero, es un buen cuento
con una buena enseñanza, cuando hay amistad, sobran las palabras.
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