Por José R. Cortés Criado.
Emilio Cálderón, nacido en Málaga
en 1960, ha
ejercido diferentes oficios: fundó la editorial Cirene, ha sido gerente de una
empresa de telefonía móvil, fue actor en sus ratos libres, estudió cine y
fotografía, trabajó como catalogador del Museo Arqueológico Municipal de
Málaga, en la reconstrucción de fortificaciones en Melilla, escribió sobre las
grandes fortunas españolas, hasta que un
día decidió escribir libros para los jóvenes.
Publicó en el año 1996 el primer
libro dedicado a este segmento de la población, Con los animales no hay quien pueda, al año siguiente vio la luz
otro volumen, Retrato de un detective
enamorado, ambos libros tiene los mismos personajes principales, y lo que
pareció en un principio que sería una saga se quedó solo en dos títulos.
Las obras juveniles de Emilio
Calderón siguen un mismo patrón, el de las novelas policíacas, en ella se
mezclan los casos de investigación con dosis de humor, amor, ironía, viajes y
ganas de vivir; además ofrece al lector una variedad de datos curiosos
relacionados con la trama. La estructura suele ser similar en la mayoría de
ellas, el orden es lineal y es el protagonista quien nos narra la historia en
primera persona.
Lo más llamativo de estos dos
primeros títulos es la cantidad de datos que el autor nos ofrece sobre determinadas
peculiaridades del mundo animal y la ironía de la que hacen gala algunos de sus
personajes.
La trama del primero es bien
sencilla, Nicolás, un joven de quince años sustituye a su padre en la Agencia de Detectives
Castor ubicada en Málaga. Su padre es un biólogo de gran prestigio, que un buen
día decidió dedicarse a localizar animales desaparecidos, siguiendo el método
deductivo, como deja dicho en más de un pasaje: “El método deductivo ha hecho
célebres a Sherlock Holmes y a otros detectives de fama mundial, […] el primero
que pensó como él fue Zadig, personaje la novela de Voltaire...”[1]
El primer caso del joven está
relacionado con la desaparición de un mofeta propiedad de un señor que se
dedica a fabricar bombas fétidas con los gases emanados de estos animales;
también lleva a cabo investigaciones sobre termitas, “los enemigos más
encarnizados de estas son las hormigas”[2]; y
pulgas, este último trabajo se desarrolla en Ronda; pero el encargo más
especial tiene que ver con la búsqueda de un chimpancé que huyó de un zoológico
cuando vio cómo asesinaban al director del mismo.
Charlie no es un mono cualquiera,
es un animal con una inteligencia superior a muchas personas, “como Washoe, el primer animal de la historia
en comunicarse con los humanos”[3] y se
comunica por medio del lenguaje de signos porque conoce un determinado número
de palabras. Este hecho es trascendental para conocer la identidad del asesino.
A lo largo de las páginas,
siempre siguiendo el método deductivo, logrará esclarecer el asesinato y
desenmascarar a los culpables con la ayuda de sus dos inseparables amigos,
Nicolás y Álvaro, alias Oráculo de Delfos; y los lectores participarán del
aspecto divulgativo de la novela al acercarnos al mundo animal y hacernos
partícipes de informaciones curiosas:“como
todos los grandes monos, Charlie no sabe nadar”[4] o que
“un chimpancé pasa entre el cincuenta y el setenta y cinco por ciento de su
jornada encaramado en un árbol.”[5]
Además ofrece datos históricos
sobre el uso de los animales en campañas bélicas: en la Segunda Guerra Mundial en EEUU
el doctor L. S. Adams pensó arrojar sobre Alemania y Japón “un arma mortífera
consistente en equipar a diez millones de murciélagos con bombas incendiarias”[6] y
Skinner “pretendía guiar un misil por medio de un pichón”[7] p. 23
Nuestro personaje, que ama los
animales y que tiene ciertos prejuicios a la hora de elegir amigos porque “lo
primero que hago es comprobar si sus padres abandonan a sus perros o gatos
cuando llega la hora de las vacaciones,”[8] le da
la razón al premio Nobel Konrad Lorenz “cuando asegura que si bien nuestra
especie ha sabido dejar atrás el puro instinto, ha perdido los frenos naturales
que, en los animales, canalizan la agresividad hacia cauces inofensivos.”[9]
Su tercera novela juvenil, Un detective enamorado, comienza con la
boda del padre de Nicolás tras seis años de viudez con la doctora Milagros, la
cuidadora del chimpancé Charlie. Ahora debe aprender a convivir con la señora y
con el simio, pues por problemas técnicos no puede vivir en el zoológico, así
que los instalan en la terraza de la casa, con el consiguiente berrinche para
la señora Marcia, quien ha criado al chico, porque el chimpancé le toca el
trasero cada vez que se la tropieza. Ella no quiere comprender que “los
chimpancés tienen la costumbre de saludar a sus hembras pellizcándolas.”[10]
En este libro Nicolás sigue en la
agencia mientras su padre está de luna de miel y tiene un caso muy particular.
El señor Lechat, propietario de la empresa de alimentos para gatos Maragato, residente en Málaga, denuncia
la desaparición de su gato Felis, que no es un gato cualquiera, sino uno de los
gatos pintores más famosos del mundo, piden cinco millones de las antiguas
pesetas por su vida que deben entregarse en el parque Picasso de Málaga.
Cuando este señor acudió a la
agencia, Nicolás se puso en guardia al verlo apretar las manos contra el
reborde de la mesa, pues su aspecto es de un casuario y los ataques de estas
aves “eran solapados y brutales a un mismo tiempo.”[11]
Felis es, según su propietario,
una reencarnación del Vincent Van Gogh, su aspecto lo delata: pelirrojo,
gruesas cejas, ojos profundos, bigote y barbas recortadas y le falta una oreja,
sin entrar en detalles sobre su lugar de nacimiento, vida e interés por la
pintura; también, como dijo Lord Byron, “posee belleza sin vanidad, fuerza sin
insolencia, coraje sin ferocidad, todas las virtudes del hombre sin sus
vicios.”[12]
Nicolás va a ofrecer al lector
muchos datos sobre los gatos pintores, la psiquiatría animal y las malas artes
de personas sin escrúpulos que solo buscan ganar dinero engañando a los demás y
nos hará reflexionar sobre la actitud que se ha de mantener con respecto a los
animales, porque “la honradez solo puede combatirse desde la honradez y el
sentido común.”[13]
Además de investigar y descubrir
a los delincuentes, el joven se siente atraído por la hermosa hija del señor
Lechat y teme que, como cualquier hembra del mundo animal, siga la teoría de
los buenos genes y elija “a su pareja atendiendo a los rasgos externos de los
machos,”[14] de ahí la belleza del
pavo real; aunque también puede ocurrir que Valeria de tanto bañarse en la
piscina de su casa, le ocurra como a los pájaros bobos, que son cortos de vista
“porque tienen los ojos adaptados al
buceo, de modo que, a la hora de buscar pareja, lo hacen por lo que oyen, no
por lo que ven.”[15]
Esta novela también rinde
homenaje, además de al método deductivo, a detectives como Philip Marlowe,
porque como dice el padre del protagonista: “la simple operación de freír un
huevo o aliñar una ensalada, estaba precedida de enunciados, premisas y
conclusiones, los ingredientes de toda deducción lógica.”[16]
En 1998 publicó La momia que me amó, en esta novela
detectivesca Calderón comienza a dar muestra de su pasión por los hechos del
pasado, es Licenciado en Historia Moderna. La trama gira en torno a dos
historias complementarias, una en el mundo actual y la otra en el pasado a modo
de analepsis. Andrés Basterra vive en nuestra época; Andrés Patarroyo es de la
generación de los padres del primero, y el tercer elemento de la historia,
Siria, tiene treinta y cinco siglos.
A través de la lectura nos
acercaremos al mundo egipcio de hace tres mil quinientos años, conoceremos sus
costumbres y creencias, aprenderemos sobre la reencarnación y alguna expresión
egipcia antigua gracias a la xenogliosia que sufren dos personajes como qena em aaui-a her enti am-a, que quiere
decir: abrazo con mis dos brazos el que está en mí.
Parece un sin sentido, pero si se
tiene en cuenta que la momia está esperando que se cumpla la profecía que
aparece en el sarcófago, toma su sentido. “El espíritu de mi amado Serdna
vagará hasta que su mirada me traspase como un rayo. Entonces nos levantaremos
yo y el velo que cubre su memoria para vivir la vida que nos fue arrebatada.
Más tarde el pequeño Serdna se reunirá con nosotros…”[17]
El protagonista es un joven malagueño
que va a visitar el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, al que su padre le
da para leer un texto autobiográfico de un amigo suyo, hijo y nieto de
egiptólogos, fotografiado con la momia de Sothis, dama de la XVIII dinastía egipcia, que
fue rescatada del Nilo, cerca de la antigua Tebas por el padre de este y cuyo
sarcófago está vacío en el museo.
Con estos mimbres el escritor nos
lleva al Nilo, nos acerca a las pirámides, nos hace reflexionar sobre la vida y
la muerte, sobre la eternidad del amor, la predestinación, todo ello aderezado
con humor y chispas de ironía. Cuando Siria está de buen humor su aspecto es el
de una bella joven, cuando le cambia el carácter se transforma en la momia de
Sothis; en este estado la vio su amigo Benítez y pensó que Andrés besaba a una
momia; en otra, el abuelo la confundió con una momia lista para ser desfajada y
casi lo consigue si Sothis no es más ágil que el anciano.
Andrés Patarroyo sufrió una serie
de transformaciones en su forma de vivir tras visitar el Museo Arqueológico
Nacional, desde sentirse atraído por una joven que realmente es una momia hasta
ser objeto de su ira y convertirse en el hazmerreír del instituto o ser centro
de burlas y castigos. La momia se encarga de que diga lo que no quiere decir,
escriba lo que no deba escribir o se le caigan los pantalones en el pasillo del
instituto delante de la directora.
Desde el comienzo de la lectura
el lector siente los pormenores del joven protagonista, se hace las mismas
reflexiones y se siente atraído por ese hecho insólito de la reencarnación por
amor, ante sus dudas el padre le dijo que “la historia de la humanidad es la
lucha del amor por sobrevivir” y se apoya en las palabras de Disraeli: “todos
hemos nacido para amar y ser amados;”[18]
aunque, la madre, más realista, le dice que reencarnarse y volver a reunirse la
familia después de mucho tiempo estaría bien si todo siguiese igual, pero que
“el amor, al formar parte de la vida, es algo que hay que estar renovando todo
el tiempo, y tres mil quinientos años es demasiado.”[19]
Otra de sus novelas juveniles, Vértigo, vio la luz en el año 2000. Emilio Calderón en esta ocasión lleva
al lector de alpinismo, si bien cuando habla de vértigo su significado no se
limita al miedo de altura, aunque este es uno de los significados más
explícitos, porque hace referencia al vértigo que se siente cuando uno se
enamora y cuando es consumidor de drogas.
Víctor, vencedor, es el joven
protagonista de esta historia, nos narra en primera persona su infancia en un
barrio marginal donde la droga es amiga de todos y forma parte del paisaje
cotidiano; su periodo de escolarización y de pequeños hurtos a profesores y
alumnos que eran confiscados por su padre porque con ese dinero “pagaba el tiempo que, en su
opinión, yo perdía en el colegio”[20]
porque leer y escribir no cubría los gastos de comida diaria.
En su adolescencia fue un joven traficante
politoxicómano y vio morir a su mejor amigo, después, gracias a la generosidad
de un señor apodado Montecristo, porque
siempre llevaba en su boca un puro de esa marca, cambió su forma de vida con
gran esfuerzo.
El benefactor era propietario de
una fábrica “de material deportivo específico para el deporte de montaña:
arneses, piolets, crampones, cascos de polietileno, clavos para roca, pitones…”[21], y,
por supuesto, rocódromos, de ahí su afición a la escalada. Escalar en un
rocódromo era una de las actividades programadas para los jóvenes que deseaban
abandonar el consumo de drogas. La segunda gran pasión de este señor era
encontrar el arca de Noé, “uno de los pocos símbolos que reconocen
conjuntamente cristianos, musulmanes y judío.”[22]
Víctor fue instruido física y
mentalmente para llevar a cabo la búsqueda del arca en el monte Ararat en compañía de la joven llamada Heave,
cielo, “tan cambiante como la esfera aparentemente azul y diáfana que rodea la
tierra;”[23] de Olmo, otro joven que
según el protagonista es “alto, robusto, piel gruesa y mirada resquebrajada. Un
tocho de tronco;”[24] y de
Lágrima, mote de la novia de este
porque “asoma, brota, corre y resbala cuando escala.”[25]
A lo largo de las páginas el
autor enseña cómo llevar a cabo una escalada, preparar el material y sobre todo
cómo debe adaptarse la mente a tamaña aventura, ya que cualquier
desconcentración puede ser muy peligrosa para la persona y para el resto de los
miembros de la cordada. Víctor sufre de vértigo en más de una ocasión, bien por
aventurarse sin las suficientes medidas de seguridad o por está pensando en
Heaven.
Se trata de una novela de
aprendizaje que sigue un desarrollo lineal de los acontecimientos, donde se
mezclan asuntos como las drogas, la escalda, el amor y el deseo de descubrir
algo insólito. A lo largo de las páginas los jóvenes maduran, entre otros
motivos por la dureza del alpinismo, como se recoge en la cita del libro El gran sueño azul de Robert Reid cuando
dice que los alpinistas aprenden lo que la gente primitiva sabe
instintivamente: “que las montañas son las moradas de los muertos, y que viajar
a las tierras altas no es simplemente arriesgarse a la muerte, sino arriesgarse
a comprenderla.”[26] Víctor, que descubre el
arca de Noé, símbolo de salvación de la vida, reconoce que la suya no había
sido cómoda y que “mi lucha no había sido solo contra la montaña, había tenido
también que pelear contra mí mismo.”[27]
En esta novela no solo se hacen
referencias a libros sobre escalada, sino que el autor hace un guiño a clásicos
como Don Quijote, La metamorfosis o La Bella Durmiente , y a una
autora dedicada a la Literatura Infantil
y Juvenil, Berta Vias, de las que cita Catorce
gotas de mayo y Fuera del alcance de
los niños, ya que a la protagonista le enamora la forma de escribir de esta
escritora, y piensa que “vivir la vida es lo mismo que leer muchas novelas. Las
hay alegres, tristes. Unas tienen un final feliz y otras acaban trágicamente.”[28]
Romeo sin Julieta, su siguiente obra fue editada
en 2001. Esta obra está ambienta a finales de 1999, se acerca un fin de año
especial, la joven protagonista acaba de cumplir dieciséis años, se siente casi
adulta y desea cambios en su vida, sobre todo olvidar a un joven, Juan Picabia,
que hacía dos años que se fue al archipiélago de Filipinas para ser un gran
submarinista “al estilo de un tal Nicolás Pez, legendario buzo del siglo XII”[29]
y del que no supo nada más.
El título nos orienta sobre el tema, una
Julieta enamorada y un Romeo ausente, si a esto se añaden las palabras de la
protagonista que reconoce que el amor es un tema muy antiguo y el más moderno a
la vez, no caben dudas: la trama gira sobre la madurez en la adolescencia y la
pasión del amor, todo aliñado con reflexiones sobre la vida, la belleza, la
fealdad, la sociedad, los deseos de cambio, la doble personalidad de algunos
personajes, la desorientación de los jóvenes…
El día de su dieciséis cumpleaños recibió la
primera carta de Juan Picabia tras dos años de silencio, no quiere aceptar la
realidad, cree que todo está perdido aunque en su fuero interno sabe que no,
pero como dice la canción de Maná que suena mientras ella reflexiona: “Cómo
duele el olvido, cómo duele el corazón, cómo duele estar vivo…”[30]
Las cartas cada vez son más interesantes, al
igual que el nuevo cartero, un ser humano más parecido a una bestia, cargado de
cicatrices externas e internas y una gran fuerza de voluntad para superar sus
problemas; poco a poco la protagonista se siente atraída por Buco, este ser
extraño que oculta tras cierta ironía su pasado y su fealdad.
Junto a Buco, Julieta tiene a su mejor amiga
Zazie, que en realidad se llama Vanessa, y atraviesa problemas de identidad y
familiares, por lo que adopta esta segunda identidad a imagen y semejanza de la
protagonista de su novela preferida, Zazie
en el metro de Raymond Queneau; Zazie es el contrapunto a la seriedad de
Julieta, la que enfrenta a toda trascendencia su rebeldía, que, a veces, se
adecua más a una comedia disparatada que a una tragedia de amor; y otras, a
reflexiones más complejas: “Juan quiere comprar tu amor, sin tener en cuenta
que el amor es la única mercancía que se paga con una moneda acuñada por el
mismo.”[31]
En esta obra también se rinde homenaje a la
escritora Carson McCullers autora de El
corazón es un cazador solitario, a Mary Shelley y su Frankenstein, y a otros personajes
deformes de la literatura universal como Quasimodo, Drácula, el Hombre Lobo o
cualquiera de los personajes teratológicos de la película Freaksb (La parada de los monstruos) de Tod Browning.
Pero el mayor homenaje lo recibe Williams
Shakespeare y su obra Romero y Julieta;
si el autor inglés y sus personajes son nombrados con frecuencia, en el último
capítulo, cuando Julieta descubre la verdadera identidad de Buco, ambos personajes
pone en su boca fragmentos de la tragedia desde la famosa entrada: “¿Quién eres
tú, que así, envuelto en la noche, sorprende de tal modo mis secretos?”[32]
Con el nuevo año la pareja se reencuentra
mientras suena la voz de la cantante Perversa: “Hay mentiras de colores que
valen más que la verdad,”[33]
y Julieta recuerda que el amor es como un laberinto de puertas, y todas abren
del lado que estás tú.
Este mismo año Emilio Calderón
publica El fantasma de cera, obra dedicada a un
público más joven, la protagonistas es Alicia, una adolescente de trece años a
la que le gustan los juegos de palabras y las rimas, que llega nueva al pueblo
y conoce a su vecino de enfrente, Tristán alias el Triste, que vive en un
antiguo y descuidado caserón llamado Villa Trieste.
La tristeza de Tristán tiene que
ver con su soledad, vive con el fantasma
y la figura de cera de su padre, el pobre fantasma no quiere dejar a su
hijo solo, por eso sigue en la casa; en el pueblo todos temen su presencia y
nadie quiere ser amigo del joven que bien sabe que “la mayoría de los fantasmas
son almas en pena, de modo que en vez de miedo deberíamos sentir compasión por
ellos.”[34]
Alicia quiere ser amiga de
Tristán, este la rehúye para que no sea marginada por los demás y le manda una
nota: “no me mires, que miran que nos miramos, miremos la manera de no
mirarnos. No nos miremos y, cuando no nos miren, nos miraremos.”[35]
Tras muchas peripecias y algún
accidente, Alicia conoce al fantasma y sus cuitas, ambos hablan con rimas,
estas palabras las cruzaron mientras el fantasma se vestía para salir a la
calle: “-¿Con bata o con corbata? / - Con corbata si es barata. / -¿Me pongo
tirantes? / –No, son asfixiantes. /
-¿Qué tal si trinco la trenca de color tronco? / -¿Trinco, trenca,
tronco? Nada de trincar trenca, tronco – opiné. / -En fin, todo se ha ido al
traste, tendré que llamar al sastre. ¡Qué desastre!”[36]
El autor trata el tema de los
fantasmas con suma ironía, utilizando el humor para descargarlo de temor, pues
con sus rimas, sus trabalenguas, - al fantasma le encanta el de “Guerra tenía
una parra y Parra tenía una perra…-”, sus disfraces, -decide acudir a casa de
los padres de Alicia ataviado con chancletas y unos bongos mientras cantaba que
venía del Congo-, y sus palabras: “a este okupa
le preocupa que en esta casa haya más de un okupa.
Casa con más de un okupa es mala de okupar;”[37]
se desprende que este personaje no impone pavor sino que provoca la risa del
lector.
Al final todos son felices,
hasta el fantasma que decide marcharse y dejar derretir la figura de cera en la
calle cuando ve que su hijo ha encontrado una nueva familia, aunque los jóvenes
notan su presencia de la forma que nos recuerda la jovencita con esta
adivinanza que cierra el libro: “Con ser ninguno mi ser, muchas veces en un día
suelo menguar y crecer, y no me puedo mover si no tengo compañía. ¿Quién soy?”[38]
En 2004 se publica Continúan los crímenes en Roma, una
novela de trama negra ambientada en la Roma
Imperial de Tiberio. La historia parte de un crimen que
oculta tras de sí corrupción política, altas finanzas, cobardía y maldad, temas
muy actuales pero que también eran conocidos hace dos mil años.
Todo comienza cuando el joven
Manio Manlio Escévola vuelve a su casa tras dos años de guerras en Asia a las
órdenes del hijo del emperador, Germánico; regresa la víspera de su decimoctavo
cumpleaños y espera ser nombrado tribuno del ejército; esto no sucederá porque
antes es asesinado su padre, el rico senador Graco Manlio Escévola, y el joven
considerado culpable.
La novela nos acerca a Roma y con gran
habilidad nos pasea por las calles de la ciudad, nos muestra sus aspectos
buenos y malos, podemos conocer hábitos de higiene o comida, presenciar una
tarde de circo y aprender los nombres de los diferentes tipos de gladiadores; nos
transporta a la ciudad imperial y podemos sentir su calor, oler sus
calles observar la vida de los romanos desde la
perspectiva de unos jóvenes ricos de clase noble.
Cuando el joven Manio llega a la
ciudad y debe dejar sus armas en la puerta de entrada, reflexiona sobre este
hecho y nos recuerda que en el ejército se paga con la vida la pérdida de la
espada, y que “no había un lugar más inseguro en todo el Imperio que Roma,”[39]
ni más sucio porque “nada más poner los pies en el Argileto, la calle más importante
de la Subura ,
alguien vació un orinal sobre mi cabeza;”[40]
además, es capaz de guiarse por el olfato: “En el Velabro olía a aguas fecales
y a res, dada la proximidad del mercado de bueyes; en el foro imperial a sudor
mezclado con perfume y especias…”[41]
También da cuenta del menú que
preparó la esclava Livia, su nodriza, a base de “tortas de garbanzos, setas
cocidas en miel, sesos de faisán, lengua de flamenco, corzo de Ambracia, atún
de Calcedonia, pollo de Frigia y ostras y almejas de Tarento. Sin olvidad el garum de Hispania que tanto le gusta.”[42]
Padre e hijo en el circo
comentan el espectáculo y analizan la crueldad de la lucha entre gladiadores,
los comentarios sanguinarios de los asistentes y el desprecio que levantan los
cobardes. “Cicerón decía que el pueblo odia a los gladiadores débiles y
suplicantes.”[43]
También hay reflexiones sobre la
esclavitud cuando el joven protagonista dice: “creo que mientras más felicidad
se le proporciona al prójimo, mayor felicidad obtiene uno mismo. Los esclavos
producen mucho más si los dirige con buenas palabras más que con el látigo,”[44]
o comenta que le repudia “comprar hombres que previamente habían sido
despojados de su condición de tales, negándoles todo derecho, incluso el de
disponer de la propia vida.”[45]
Pero sobre todo hay análisis de
la política que aplica el emperador y de las malas artes de ciertas personas
preocupadas por aumentar su fortuna, porque “Cicerón ya lo había advertido,
Roma creaba lujo, del que inevitablemente surgía la codicia, que a su vez
engendra la violencia;”[46]
a ello contribuía la normativa sobre los parricidas. “El parricidio estaba
regulado por la Lex pompeia de parricidiis, […] por la que
los bienes del condenado se repartían entre el fiscal o acusador (una cuarta
parte) y el emperador (el resto).”[47]
Gracias a la Fortuna , el joven que ha
sido condenado a muerte, se salva de morir tras ser azotado, maniatado e
introducido “en un saco de cuero en compañía de un perro, un gallo, una víbora
y un mono, también vivos”[48]
y arrojado al río Tíber.
Posteriormente fue vendido como
esclavo y comprado por su amada; ambos consiguen desvelar la identidad del
asesino con la ayuda de un griego, amigo de la familia de ella, dotado de gran
inteligencia y sagacidad, tras realizar varios viajes en busca de pruebas a
Ostia, Sicilia, Pompeya...
El griego Estéfanos, resuelve el
caso con su método deductivo y da muestras de su forma de pensar cuando
manifiesta que “el hambre y la injusticia solo generan delincuencia y más
injusticia,”[49] o
“en la mayoría de los casos, la riqueza desnaturaliza a las personas, las
vuelve avariciosas… Una persona de fuertes convicciones y moral íntegra tendrá
menos oportunidades de prosperar económicamente, ya que no se prestará a hacer
determinadas cosas.”[50]
Este mismo año, 2004, publicó El cielo encendido y otros misterios
dirigido al público infantil, el libro está compuesto de siete historias breves
y dos poemas, uno dedicado a la prima Vera y otro a las estrellas fugaces.
La primera de ellas se titula El cielo encendido, tiene que ver con el
origen del fuego, contado por un padre a su hijo de forma muy especial, ya que
fue el Sol quien lo trajo a la
Tierra ; el niño se llama Heliodoro, que significa regalo del
sol.
En La
estrella estrellada, Mauro nos cuenta que “siempre había creído que las
estrellas eran copos de nieve que no terminaban de caer y, por el contrario,
que los copos de nieve eran estrellas caídas sobre el suelo;”[51]
y en El mar y la estrella nos cuenta
que las estrellas de mar son las luces que hay en el fondo marino para que sus
habitantes puedan ver.
El vendedor de
refrescos está
ambientado en un desierto de la
India y tiene que ver con la ecología y el medio ambiente, de
su lectura debemos deducir que hay que darle de
beber al desierto para que surjan oasis.
La cara oculta de
la luna sirve
para explicar de forma graciosa el fenómeno de los eclipses, según el escritor
es un baile entre el sol y la luna cada vez que consiguen estar cerca y desean
besarse sin ser vistos desde la
Tierra.
Los siete colores
del arco iris
tiene que ver con su origen, ligado a los colores predominantes en las cuatro
estaciones del año y el deseo de estas de ordenar los ciclos vitales; y en La forma del mundo, nos convencerá un
viejo maestro que su forma es de libro porque “cada persona equivale a una
letra del abecedario y, cuando se junta con otra persona, forman una sílaba, y
así hasta completar oraciones…”[52]
Otra novela ambientada hace más de dos mil
años, Roma no paga traidores fue editada
en 2005, es una segunda parte de Continúan
los crímenes en Roma, es otra novela policiaca con los mismos
protagonistas, pero esta vez la trama se desarrolla en lugares diferentes,
hecho que aprovecha el autor para acercarnos a las costumbres de los distintos
pueblos dominados por Roma.
Emilio Calderón ha ambientado
muchas de sus obras en la época imperial romana, cuna de nuestra civilización,
como ya hicieron otros escritores que se sintieron fascinado por el pasado
romano como Shakespeare y su Julio César,
o Wilkie Collins y Antonina o la caída de
Roma, o Bulwer-Lytton y Los últimos
días de Pompeya.
Esta historia comienza con el
joven Manio reflexiona sobre el amor, “como dice el poeta Ovidio, el amor,
mientras es joven, vacila, pero con el paso de los años cobra fuerzas. Si lo
alimentas bien, con el tiempo robustece,”[53]
y decide casarse con su amada Claudia Fabia, atrás quedó el duelo por el
fallecimiento de ambos progenitores y olvidado los agravios.
Con esta excusa, Emilio Calderón
nos explica las costumbres romanas sobre el acto de casamiento, así el lector
sabe cómo ella consagró sus juguetes de niña a la diosa Fortuna Virginalis, la víspera de la boda, y que le lanzan nueces a
la gente por la calle el día de su casamiento y que a la pregunta del varón a
la dama, ¿quién eres?, ella responde “donde tu Gayo, yo Gaya,”[54]
equivalente a nuestro sí quiero.
Los protagonistas se casan en
Roma y deciden pasar la luna de miel en Pompeya, “en pocos lugares del Imperio
la vida es tan agradable y tranquila como en Pompeya. Sus anchas calles, sus
abundantes fuentes […]y numerosas tiendas,”[55] para después viajar por Alejandría y
Palestina.
Al llegar a Pompeya deciden
acudir al teatro porque ese día se representa Las suplicantes de Esquilo,
y Claudia es una gran amante del arte escénico, y el narrador nos explica las
claves necesarias para entender la obra atendiendo a la vestimenta y a las
máscaras de los actores, que para el joven Manio es todo un galimatías.
Pero este descanso se altera
cuando saludan al griego Estéfanos y este les plantea que debe visitar al emperador
Tiberio; el joven piensa acabar con la vida de aquel por su mal gobierno y
decide ir como ayudante de Estéfanos; a Claudia no la hace partícipe de sus
intenciones para no involucrarla, aunque sus planes no le salen y sí el iniciar
una investigación en Egipto.
Hacia Alejandría parten la
pareja, el griego y su esclavo, un reo condenado a morir que desea huir fuera
de los límites del imperio ya que es inocente. Claudia aprovecha este
acontecimiento para renovar su vestuario y se hizo “con la obra Cosmética para el rostro femenino de
Ovidio.”[56]
De su paso por Alejandría
aprenderemos que “las puertas de las viviendas se abren hacia afuera y no hacia
adentro, como era obligatorio en Roma;”[57]
conoceremos la suntuosidad del palacio de los reyes Ptolomeos donde Cleopatra
recibió a Marco Antonio y a Julio César, y la calidad de la cerveza de la
región de Pelusio, y sobe todo el proceso de momificación llevado a cabo en Per-Nefer (Casa de la momificación); a
los detalles dados en La momia que me amó,
hay que añadir la descripción del proceso y de los materiales necesarios que
aquí se explicitan: “se sumerge el cadáver en un baño de natrón, donde ha de
permanecer al menos setenta días. Transcurrido ese tiempo se lava y perfuma el
cuerpo, y se procede a fajarlo con tiras de tela de lino.”[58]
Después los personajes se
desplazan al desierto en busca de la tumba de la maga Berenice para descifrar
el jeroglífico que anuncia el asesinato de Tiberio. El mensaje ha sido
destruido, hay una copia que todos anhelan y varias interpretaciones del mismo,
desde el simple asesinato del Tiberio hasta la implicación de un joven
carpintero de Galilea llamado Jesús de Nazaret, por lo que viajan a Palestina.
Al final, salvan la vida del
emperador en esa ocasión, este se muestra espléndido con Estéfanos y Manio; el
griego reflexiona sobre el oro recibido y alega que: “el hombre sabio rechaza
la riqueza no por lo que esta pueda darle, sino por lo que pueda quitarle.
Perder la virtud es mucho más oneroso que ganar una fortuna.”[59]
También en 2005 publicó El cazador de sombras, libro infantil
que recoge una buena enseñanza, es quizás el título más formativo de los
dedicados a los pequeños lectores. Tiene que ver con la sombra, trae el
recuerdo de El fantasma de cera,
aunque no trata de fantasmas, simplemente de la desaparición de la sombra de un
niño que jugaba al fútbol.
Calderón recurre a la estrategia
del cuento dentro del cuento para ir dando una moraleja a lo largo de los
mismos, hasta que el protagonista comprende cuál debe ser su actitud ante la
vida; así el pequeño Michi pide consejo a su abuelo y este decide contarle un
relato, porque si “si yo desvelara el secreto, tu sombra jamás volvería a tu
lado.”[60]
El primer cuento se titula El cazador de sombras, en la que el pequeño
Hakim pierde su sombra y espera que su padre le compre una, cosa que hace cada
vez que se le antoja algo nuevo, pero esta vez ni la maga El Hada Majara puede ayudarle, pues “las sombras no se pueden
intercambiar, y cada uno es responsable de la suya”[61]
y como la sombra no volvió a Michi tras oír la historia, el abuelo le contó
otros cuentos a modo de continuación del anterior, La tumba de oro, El camello y
la sombra, El fantasma que fue al cine, La rosa del desierto y La princesa
melancólica, en todos ellos el joven Hakim, de forma humilde y
desinteresada, hace el bien a las personas o animales con los que se tropieza
en su deambular por el desierto en busca de su sombra, hasta que Michi aprendió
la moraleja, dejó de ser egoísta y supo a ser humilde y generoso, y la sombra
volvió a su cuerpo.
El misterio de la habitación cerrada vio la luz en 2006. En esta ocasión, Bruno,
un joven español que ha estudiado psicología decide viajar a Londres para
especializarse en la psicología criminal. Allí conoce a una joven hermosa
llamada Heaven que tiene un grave problema relacionado con los estudios de
postgrado de Bruno.
Pertenece a una familia noble,
su vida y la de su familia está unida a un asesino en serie Jack el Limpio que
actuó simultáneamente a Jack el Destripador, a finales del siglo XIX, pero no
goza de la fama de este, por lo que deja pistas a la policía para que puedan
dar con él.
Transcurrido cierto tiempo los
asesinos dejaron de actuar y, por tanto, la identidad de los mismos quedó sin
desvelar, pero Jack el Limpio dejó constancia de que la resolución de sus
crímenes estaba ligada a la colección de arte de la familia Howells, desde
entonces el tatarabuelo de Heaven prohibió “mover cualquier objeto de la casa
hasta que “una policía más eficaz dotada de mejores medios” estuviera en disposición
de solucionar el caso.”[62]
La colección está formada por
unos tres mil objetos: “piezas de porcelana de los cinco continentes, un
centenar de esculturas, dos docenas de marfiles tallados, monedas y sellos
antiguos…,”[63] y
hasta siete momias con sus sarcófagos correspondientes, si bien la familia dejó
de adquirir nuevos objetos cuando apareció la carta que involucraba la
colección con los crímenes.
Del valor de la colección dan
cuenta las palabras de Alexander Howells I: “Nunca he pagado más de lo justo
por una obra de arte ni tampoco menos. No obstante, el valor de cualquier obra
de arte es incalculable, puesto que no se puede poner precio a los sentimientos.”[64]
Hasta la fecha todos los
intentos por resolver el enigma fueron inútiles, pero gracias a la amistad de
los jóvenes, al amor, a la lealtad, a la creatividad, a la valentía y a la
iniciativa, el misterio fue resuelto por el joven Bruno, una vez que un
egiptólogo comprobó ciertas anomalías en los sarcófagos de las momias egipcias,
las cuales fueron cambiadas por las señoras asesinadas; todo ello se supo
porque los egipcios daban gran importancia a los nombres y “escribían los
nombres de sus antepasados en el interior de un círculo oval, llamado cartucho,”[65]
y los de la colección fueron cambiados por las señas de las mujeres asesinadas
por Jack el Limpio. Este hecho facilitó la identidad del asesino, el egiptólogo
que trabajaba para el tatarabuelo de Heaven, Robert Dyer.
En 2007, Emilio Calderón se aleja de la antigua
Roma y de Egipto para escribir en la
España de la época actual Los
okupantes. Cuenta lo que le acontece a un grupo de jóvenes okupas que deciden instalarse en un
pueblo abandonado del norte peninsular llamado Valdemar, ya que conocieron su
existencia a través del abuelo de uno de ellos que estuvo con el maquis por
aquella zona.
Sabían que todos los habitantes del pueblo
habían sido asesinados durante la Guerra Civil española, sin que ningún bando se
otorgarse la autoría, pero desconocían cómo se desarrollaba la vida allí.
Además ignoraban que habían desaparecido once personas sin dejar rastro en los
últimos quince años.
La estructura de esta novela no sigue el
modelo lineal de las anteriores, no hay ningún narrador, el lector accede a un
escrito del sargento encargado del caso y le siguen las declaraciones de cada
uno de los seis testigos de la extraña desaparición de una pareja. Cada
testimonio lleva adjunto un comentario del sargento y al final se leen las
conclusiones de la investigación.
A tenor de lo que cada uno de los
protagonistas cuenta, el lector va completando el entramado de la novela, todos
coinciden, con pequeñas variaciones, que al llegar al pueblo sintieron que algo
les sobrecogía, pero estaban dispuestos a instalarse allí para no tener más
problemas con las autoridades y volver a desalojar las viviendas ocupadas, como
les acaba de ocurrir en la capital.
La existencia se les complica a
los jóvenes cuando comienzan a sentir inquietud ante la presencia de pintadas
extrañas, sonidos desconocidos y notan la presencia de tres hombres enigmáticos
que llevan a cabo acciones extraordinarias.
Como testifica el personaje llamado Kurba en relación a los personajes
extraños que habitan en el pueblo, “el poder de esos hombres es infinito,
porque conocen el secreto de la inmortalidad.”[66]
Al final dos de los jóvenes
ocupantes desaparecen, el resto de los acompañantes permanecen ingresados en un
psiquiátrico y nadie sabe a ciencia cierta qué pasó realmente en aquella aldea
abandonada, los estudiosos del tema llegan a la conclusión de que Valdemar
“sería uno de esos lugares donde el mundo visible y el invisible se dan la mano,
[…] una puerta dimensional.”[67]
Se trata de una novela de terror
en la que el lector se siente arrastrado por los problemas que afectan a los
personajes, a la vez que hace suyas las inquietudes de los jóvenes. Sin duda el
nombre del pueblo es un guiño a Edgar Alan Poe y su novela La verdad sobre el caso del señor Valdemar; uno de los okupantes, Marx Madera, dice conocer la
obra de éste autor y de M. R. James, Le Fanu, H. P. Lovecraft y Arthur Machen.
Señores que resucitan cadáveres,
que escriben con sangre directamente con los dedos, descensos bruscos de
temperatura, ulular del viento lastimero, espejos irrompibles que pueden ser
atravesados en ambas direcciones, piedras que al ser cogidas laten como un
corazón, voces desconocidas que llaman a la pareja de desaparecidos y muertos
vivientes son algunos de los extraños fenómenos que sufren los jóvenes.
Y como dice Lovercraft, “si hay
algo que nos salva en este mundo, es la incapacidad de la mente humana para
correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una isla de ignorancia en medio
de los mares negros del infinito, y no estamos hechos para viajar tan lejos.”[68]
El último crimen
de Pompeya
llega al público en 2007 y el escritor vuelve a nuestro pasado para recrear una
novela policiaca en medio de la catástrofe que supuso la erupción del Vesubio
en la ciudad de italiana.
La trama vuelve a ser lineal y su
protagonista un joven malagueño, estudiante de Arqueología, que llega a la
ciudad con una beca para colaborar el las excavaciones de Pompeya, nos cuenta
lo que sucede en primera persona.
El joven no sólo nos va explicar en qué
consiste su labor al frente del cuidado de los calcos, y cómo sigue el método
“para obtener una réplica de los cadáveres calcinados, con expresiones en el
rostro, pliegues en la ropa…,”[69]
sino que además hará uso del método deductivo para esclarecer el último crimen
cometido en la ciudad antes de la famosa erupción volcánica.
José María Peralta descubre en uno de esos
calcos que un joven con aspecto de gladiador está apuñalando a un hombre de
mediana edad que llevaba la tradicional toga romana, y lo pone en conocimiento
de su superior y del Museo Arqueológico Nacional, a partir de aquí su actividad
se ve multiplicada y como consecuencia de ello sufre algunos contratiempos en
la pensión donde reside; su pecado es su trabajo, lo consideran un enterrador y
esto solo puede traerle desgracias a todos los huéspedes.
Él, para paliar los rechazos, les cuenta que
está trabajando en el descubrimiento de un asesinato y la recuperación de una
gran cantidad de ochocientas cincuenta monedas de oro que fueron halladas junto
a los cuerpos.
En cuanto el portero de la vivienda, “un excamorrista llamado Beppe Sanguinetti que
vigilaba las idas y venidas de los vecinos,”[70]
supo lo del tesoro, movilizó a sus compinches para perpetrar un atraco, así que
mientras el joven investiga junto a Popea, joven italiana de la que se enamora,
los camorristas traman un asalto al Museo Arqueológico Nacional más propia de
una comedia de enredos que de mafiosos.
Después de hablar con don Beppe sobre la
cantidad de dinero que supone ese tesoro encontrado en las ruinas, el
protagonista recuerda las palabras del filósofo Platón que “dice que el oro y
la virtud son como dos pesos opuestos en los platillos de una balanza, de modo
que uno no puede subir sin que el otro baje.”[71]
Además de acercarnos a la historia, a los
hábitos de los gladiadores, a los avatares políticos de la época del crimen,
nos hace deambular por las calles pompeyanas, conocer la forma temeraria de
conducir en la actualidad o la gran variedad de formas de tomar el café: unos
tomaban un vaso de agua antes, otros después del café, unos vertían el líquido
y luego el azúcar, otros no..., “pero en la mayoría de los casos, el resultado
era una especie de jarabe denso y aromático en el que uno podía clavar la
cucharilla.”[72]
Los amantes de la Historia disfrutarán con
este libro, al igual que con los otros títulos comentados de Emilio Calderón,
por la gran cantidad de datos históricos que aportan de la sociedad en la que
se desarrolla la trama y porque da a conocer los deseos que embargaban al
emperador Vespasiano, además de explicar la organización de las escuelas de
gladiadores, por ejemplo.
De la mezcla de datos históricos, trama
policial, investigación detectivesca, humor y amor, surge esta novela. El amor
es un componente muy presente en todas las novelas juveniles de este autor, en
esta, el protagonista responde con una frase de Zenón de Elea sobre el tema:
“los necios creen saber por qué aman, los tontos incluso dan sus razones, pero
solo los sabios reconocen que nadie sabe cómo funciona el amor.”[73]
Emilio Calderón vuelve al tema de los
desaparecidos, psicofonías y demás
fenómenos extraños con la novela juvenil publicada en 2011, Félix Fantoba y el Club de los Escapistas.
Recurre a la misma estructura de la trama que
en Los ocupantes, incluso es el mismo
sargento el que realiza los informes y hace referencia a los hechos acaecidos a
los ocupantes para dar una explicación más o menos lógica a lo sucedió a Féliz
Fantoba en Valdemar.
Cuatro jóvenes amantes de la magia y del
escapismo desean llevar a cabo una experiencia sobre el tema en un pueblo
abandonado donde han desaparecido varias personas sin dejar rastro alguno.
A estos les sucede lo mismo que a los okupantes al llegar al pueblo, les llama
la atención su silencio, se siente vigilados, les atrapa una niebla espesa y
pegajosa -“una niebla móvil, que asumía formas inquietantes, nos envolvió hasta
el punto que, de haberlo intentado, jamás abríamos encontrado el camino de
regreso-,”[74] les
ataca un enjambre de moscas y sobre todo uno de los jóvenes desaparece sin
dejar rastro, con diecisiete años recién cumplidos y aparece dos meses más
tarde como un adulto de treinta y seis.
Ningún estudioso del tema sabe explicar este
hecho, pero más extraño y difícil de explicar es aún lo que encontró un
arqueólogo en la antigua Olimpia, dentro de una vasija correspondiente a la
época helénica, un pantalón vaquero marca Levis Strauss y un texto escrito por
un joven español, en el que dejaba constancia de su aventura y de sus cuitas
intentando encontrar el punto de llegada para poder regresar a su época. “pues
yo había aparecido en otro lugar, lo que me convertía en un escapista de primer
orden.”[75]
El arqueólogo supo por el diario El País de la desaparición del joven
mientras practicaba un ejercicio de escapismo en Valdemar. Hay que “admitir la
posibilidad de que existan realidades o mundos paralelos al nuestro, y que
conceptos como los de tiempo y espacio no sean tan rígidos como creemos, sino
que dependen de la posición que cada uno de nosotros ocupe en el universo.”[76]
No hay explicación a lo sucedido,
el joven después de regresar ataviado con una vestimenta griega solo pronuncia
la palabra Irene y no recuerda nada de lo sucedido; reside en un psiquiátrico.
Según Scotland Yard, que envío un
correo electrónico a la policía española tras analizar el primer caso, “nada es
real, pero nada es tampoco irreal, de modo que todos los fenómenos
extraordinarios son aproximaciones al mundo que existe entre la realidad y la
irrealidad.”[77]
Por último, Emilio Calderón en
2013 publicó El elefante que quería ser
hormiga escrito junto a Mari Luz Bravo, después de muchos años dedicados a
escribir exclusivamente para un público adulto.
Se trata de un cuento infantil,
ilustrado por Francisco Segura, que cuenta los avatares de una pequeña elefantita
que se queda sola en el bosque y cuando llega la noche siente temor, pero una
bondadosa hormiga supo encontrar la solución al problema y pudo acomodarla bajo
tierra para así pasar la noche en compañía.
Al día siguiente regresó la
manada y la elefantita volvió con su familia y cuando le quiso presentar la
benefactora a sus padres, recordó lo que le había dicho la hormiga Ambrosina:
“cuando los elefantes salen a pasear, las hormigas se quedan en casa.”[78]
Emilio Calderón dedicó diez años
a escribir principalmente para los jóvenes, después sus libros fueron pensados
para un público adulto, para los que ha publicado seis títulos; con El judío de Shanghai obtuvo el XIII Premio de novela Fernando Lara; y
con La bailarina y el inglés, quedó
Finalista del Premio Planeta.
Actualmente ha vuelto a escribir para los primeros lectores
una graciosa historia de elefantes y hormigas, y acaba de publicar en un
volumen de autoría compartida, Relatos
insólitos, un cuento titulado El
espejo, que aunque no se enmarca en el segmento de la Literatura Juvenil ,
bien podrían leerlo los jóvenes y disfrutar de su tensión narrativa.
[1] CALDERÓN, Emilio: Con los animales no hay quien pueda,
Madrid, Anaya, 1996, pág. 10.
[2] Ibíd., pág. 65.
[3] Ibíd., pág. 26.
[4] Ibíd., pág. 27.
[5] Ibíd., pág. 28.
[6] Ibíd., pág. 22.
[7] Ibíd., pág. 23.
[8] Ibíd., pág., 29.
[9] Ibíd., pág. 23.
[10] CALDERÓN, Emilio; Retrato de un detective enamorado,
Madrid, Anaya, 20003, pág. 127.
[11] Ibíd., pág. 25.
[12] Ibíd., pág. 79.
[13] CALDERÓN, Emilio: Con los animales no hay quien pueda,
Madrid, Anaya, 1996, pág. 129.
[14] CALDERÓN, Emilio; Retrato de un detective enamorado,
Madrid, Anaya, 20003, pág. 20.
[15] Ibíd., pág. 59.
[16] Ibíd., pág. 17.
[19] Ibíd., pág., 105.
[20] CALDERÓN, Emilio: Vértigo, Madrid, Anaya, 2000, pág.11.
[21] Ibíd., pág., 47.
[22] Ibíd., pág., 48.
[23] Ibíd., pág., 68.
[24] Ibíd., pág., 66.
[25] Ibíd., pág., 67.
[26] Ibíd., pág., 83.
[27] Ibíd., pág., 133.
[28] Ibíd., pág., 46.
[29] CALDERÓN, Emilio: Julieta sin Romeo, Madrid, Anaya, 2001,
pág. 13.
[30] Ibíd., pág., 11.
[31] Ibíd., pág., 47.
[32] Ibíd., pág., 151.
[33] Ibíd., pág., 155.
[34] CALDERÓN, Emilio: El fantasma de cera, Madrid, Anaya, 201010,
pág. 11.
[35] Ibíd., pág., 17.
[36] Ibíd., pág., 41.
[37] Ibíd., pág., 82.
[38] Ibíd., pág., 89.
[39] CALDERÓN, Emilio: Continúan los crímenes en Roma, Madrid,
Anaya, 20063, pág. 8.
[40] Ibíd., pág., 11.
[41] Ibíd., pág., 161.
[42] Ibíd., pág., 16.
[43] Ibíd., pág., 26.
[44] Ibíd., pág., 56.
[45] Ibíd., pág., 101.
[46] Ibíd., pág., 57.
[47] Ibíd., págs., 33-34.
[48] Ibíd., pág., 80.
[49] Ibíd., pág., 153.
[50] Ibíd., pág., 155.
[51] CALDERÓN, Emilio: El cielo encendido y otros misterios,
Madrid, Anaya, 20097, pág.14.
[52] Ibíd., pág., 61.
[53] CALDERÓN, Emilio: Roma no paga traidores, Madrid, Anaya,
20104, pág.7.
[54] Ibíd., pág., 13.
[55] Ibíd., pág., 123.
[58] Ibíd., pág., 78.
[59] Ibíd., pág., 158.
[60] CALDERÓN, Emilio: El cazador de sombras, Madrid, San
Pablo, Madrid, 2005, pág.12.
[61] Ibíd., pág., 24.
[62] CALDERÓN, Emilio: El misterio de la habitación cerrada, Madrid,
Anaya, Madrid, 20083, pág.27.
[63] Ibíd., pág., 31.
[64] Ibíd., pág., 80.
[65] Ibíd., pág., 116.
[66] CALDERÓN, Emilio: Los okupantes, Barcelona, Planeta &
Oxford, 20073, pág.104.
[67] Ibíd., pág., 67.
[68] Ibíd., pág., 118.
[69] CALDERÓN, Emilio: El último crimen de Pompeya, Zaragoza, Edelvives, 20052, pág.11.
[70] Ibíd., pág., 35.
[71] Ibíd., pág., 71.
[74] CALDERÓN, Emilio: Félix Fantoba y el Club de los Escapistas, Barcelona,
Planetalector, 2011, pág.89.
[75] Ibíd., pág., 110.
[76] Ibíd., págs.,10 y 11.
[77] Ibíd., pág., 17.
[78] CALDERÓN, Emilio y Mari
Luz Bravo: El elefante que quería ser
hormiga, Valencia, Carena editors, 2013,
pág. 36.
Este artículo es un capítulo del libro: GOMEZ YEBRA, ANTONIO A.:Estudios sobre el Patrimonio Literario Andaluz VI (Homenaje al profesor Salvador Montesa), Málaga, AEDILE,2014, PP. 381-404.
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