De animar a leer
Texto:
José R. Cortés Criado.
Nuestro sistema educativo pretende que, al finalizar el período de escolarización obligatoria, los alumnos y las alumnas sean capaces de leer comprensivamente una obra literaria o un libro de carácter científico, y dedica mucho tiempo y esfuerzos para alcanzar ese fin; y esto es así porque las personas no nacemos con el gusto por la lectura, no es innato al ser humano, es algo que debemos ir alcanzando poco a poco.
Por ello no creo que la mejor forma de alcanzarlo sea a través de la obligación y de la realización de trabajos. A nadie se le ocurre pensar que por obligarte a visitar los museos te va a gustar la pintura o por asistir a la ópera de una manera forzada te conviertas en un amante de ésta. Lo mismo ocurre igual con la lectura.
Entonces, ¿cómo se puede fomentar el gusto por la lectura? La respuesta es bien sencilla, jugando. Es a través del juego como debemos lograr que el niño adquiera ese placer de leer. Cuando se trata de jugar, puede ser por medio de un trabalenguas, un recital de poesía, una narración algo dramatizada, una búsqueda de palabras en un texto, ordenar escenas escuchadas de forma inversa, desordenar versos….
No olvidemos que la neuroeducación proclama que el cerebro necesita
emocionarse para aprender, porque investigaciones científicas confirman que,
para adquirir nueva información, el cerebro procesa los datos desde el hemisferio
derecho, el de la intuición, la creatividad, la imagen. Luego no es solo la
palabra la que da información lingüística, también lo hacen los gestos faciales
o corporales y la entonación.
Si conseguimos que los pequeños atiendan durante una narración, esteramos haciendo lectores por el oído y luego darán el paso a la lectura; y, a partir de ahí, fomentaremos, además, dos capacidades esenciales para que la persona se desarrolle de una forma integral y global: comprender y reflexionar. Dos pilares imprescindibles para el desarrollo personal.
Al lograr que el niño adquiera ese gusto por la lectura estaremos poniendo las bases para que sea capaz de aprender a aprender, ya que, hoy por hoy, la lectura es el medio más indispensable para adquirir cultura, por lo tanto, para ser capaz de formarse a lo largo de toda la vida.
La animación a la lectura es definida por Carmen Olivares como “acto consciente realizado para producir un acercamiento afectivo e intelectual a un libro concreto, de forma que este contacto produzca una estimación genérica hacia los libros”.
Si queremos llevar cabo ese acercamiento afectivo al libro debemos buscar lecturas que sean sugerentes al niño, que respondan a sus intereses y preocupaciones, evitando iniciarlo a través de obras literarias áridas y alejadas de los intereses de los neófitos.
La lectura de los grandes clásicos, una vez despertado el afán lector, llegará por sí sola sin necesidad de ser forzada, ya que en la persona se habrá desarrollado la necesidad de saber más, la motivación de enfrentarse a retos más difíciles y de dejar a un lado a enanos, princesas y enfrentarse a “desaforados gigantes... de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.” (Cervantes).
Resumiendo, para incitar a la lectura debemos buscar libros que los pequeños puedan comprender, gozar y reflexionar. Siempre a través del juego y la creatividad. Así, lograremos que el público infantil no lector, que es a quien se dirige principalmente nuestra preocupación, descubra los libros y su gran diversidad, ayudándole a pasar de una lectura pasiva a una activa, desarrollando el placer de la lectura.
¿Qué podemos hacer madres, padres, profesores, bibliotecarios y adultos en general para animar a la lectura?
Hay alejar esta actividad lúdica alrededor del libro de una tarea escolar cotidiana o de un trabajo tedioso.
La persona que se atreva a acercar el placer de la lectura a los niños debe creer en esa tarea; si no es lector o si la lectura no le interesa, mejor que fomente en los niños su pasión por su actividad preferida, ya sea el deporte, el coleccionismo o las manualidades.
Si queremos ofrecer un libro adecuado, que se ajuste a las necesidades y gustos de los destinatarios, se ha de conocer la literatura infantil y juvenil existente en el mercado o pedir consejo.
Y haber leído, con anterioridad, el libro elegido y de manera exhaustiva, para saber qué hacer y cómo crear la atmósfera adecuada que incite a la lectura del tema tratado en el libro.
Para alcanzar nuestro objetivo debemos estimular el pensamiento en ese proceso festivo que debe ser la lectura; es importante que, antes y durante la lectura, se realicen actividades de motivación.
Cuando llevemos a cabo cualquier actividad sobre el libro, ya sean preguntas sobre su contenido o algún personaje, ordenar diferentes episodios del libro, resumir la trama, comentar el desenlace de la historia…, no se ha de inculcar el afán por la competencia y el liderazgo. No olvidemos que nuestro principal objetivo es formar buenos lectores, no porque sean mejores que los demás, lean más rápido o resuman mejor, sino por haber adquiridos unos buenos hábitos lectores.
Esta actividad lúdica alrededor del libro debe ser una agitación festiva de las mentes infantiles sin caer en el error de querer montar un circo, con payasos incluidos, cada vez que presentemos o comentemos una obra; o llevar a cabo un cúmulo tal de actividades diversas, que canse a los lectores.
Tampoco debemos pensar que la animación a lectura consiste solo en dar
información sobre las novedades literarias, realizar guías de lectura, asistir
a conferencias, etc. La animación es otra cosa, es ni más ni menos que jugar
con el libro para hacer personas lectoras.
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