El diario de las cajas de fósforos
Texto: Paul Fleischman
Ilustraciones: Bragam Ibatoulline
Colección Álbumes Ilustrados,
2013. 1ª edición.
Cartoné, 14 euros.
Por José R. Cortés Criado.
Una niña visita a su bisabuelo, este le dice que elija cualquier objeto que se halle en su casa para luego explicarle su historia.
La niña escoge una caja de puros que contiene muchas cajas de cerillas, cada una de ellas contiene un objeto cotidiano, aunque parecen desperdicios o cosas inservibles que alguien caprichosamente fue guardando; y como la niña no sale de su asombro, el bisabuelo decide contarle su vida a partir del contenido de las cajitas.
Así la jovencita y los lectores vamos conociendo la biografía de ese señor, que llegó a América desde Italia sin saber ni leer ni escribir y se le ocurrió que la mejor forma de tener su propio diario era guardando pequeñas cosas muy importantes para él.
La primera cajita guarda un hueso de aceituna, que los transporta a su infancia en Italia cuando no tenía no tenía nada que comer y lo chupaba para aliviar el hambre.
El segundo, una foto de su padre, la que les envió a Italia desde América para que no se olvidasen de él; la tercera, un macarrón, se lo trajo de Italia para no olvidar su comida original cuando llegó a América; otra contenía diecinueve cáscaras de pipa, una por cada día de duración de su primer viaje de Nápoles a Nueva York; le siguen otras, una con un trozo de una raspa como recuerdo de su paso por la fábrica de conserva de pescado; otra con trozos de periódicos con el lugar y la fecha donde pasó algún tiempo; una nueva con un diente, otra con la entrada al primer partido de béisbol…
Cajita a cajita el hombre le cuenta a la pequeña su infancia llena de privaciones en Italia, su viaje hasta América, los diversos trabajos que la familia llevó a cabo, sus desplazamientos por el nuevo país, hasta que un día la familia fijó su residencia y el protagonista pudo ir a la escuela.
Siempre añoró saber escribir y tener su propio diario, y antes de poder escribirlo, se le ocurrió crearlo con pequeños objetos que guardan un significado especial para él.
Finalmente el señor fue periodista, coleccionista, vendedor de antigüedades y un hombre afortunado tanto moralmente como económicamente.
Junto al texto, lleno de belleza y sensibilidad, las imágenes tienen un gran protagonismo. Los dibujos que se corresponden con el tiempo de la narración muestran un colorido vivo e intenso; las que traen recuerdos del pasado suelen carecer de color y las hojas del libro se asemejan a esos dibujos que el paso del tiempo tiñe de color sepia y de pequeñas manchas más oscuras.
Los dibujos son hiperrealistas, atrapan la atención del lector desde su inicio y muestran toda la sensibilidad que encierran las palabras del escritor, sin duda, es un gran álbum ilustrado.
La editorial Juventud vuelve a apostar por un libro de gran calidad y presenta esta historia muy cuidada, tanto en el contenido como en el continente.